Mi mejor error

Capítulo 4

Zeus apretó el puente de su nariz al ver las fotos que le habían entregado de su esposa. Jodida mujer y sus ganas de hacerlo enojar siempre. ¿Cómo era posible que ella estuviera de lo más feliz con un hombre en esa jodida escuela, mientras que él tenía que quedarse a trabajar para mantener todo a su alrededor?

Ella era suya, fue su primero en todo y el amor que le tenía no podía irse de la noche a la mañana. Esas salidas en las noches ya tenían un nombre y era ese Harry que se le hacía conocido, solo que no sabía de dónde.

— ¿Qué es lo qué pasa contigo? —preguntó Alan, colocando unos documentos delante de él—. ¿Pasó algo con tu esposa?

— Sí, todo pasa con esa mujer del demonio —masculló enojado—. Sale de noche supuestamente a caminar, regresa cuando le da la gana y ni hablar de que no puedo decirle nada por qué se enoja conmigo.

— Valery no sale de casa a menos que sea para dar clases en esa escuela —se sentó frente a él—. Tienes a Martha contigo, déjala ser feliz.

— No, me casé con ella para tener todo lo que quiero, ella se casó conmigo para ser mi esposa y la madre de los niños que nunca voy a tener.

— ¿Al menos ella sabe que eres estéril? ¿Sabes lo que dirán tus socios cuando sepan que te operaste para no tener heredero con tu mujer porque te da asco?

— Ella quería al esposo perfecto, yo soy eso.

— Lamento recordarte que no es lo que me dices, que tienes que ponerte borracho a tal grado de qué no recuerdes nada al día siguiente.

— Bueno, eso tiene solución —se pasó la lengua por los labios, y miró las fotos que le habían enviado—. Es mi esposa, debe verse hermosa delante las personas.

— ¿Por cuánto tiempo será eso?

— Hasta que termine nuestro contrato —se quitó algunos botones del saco—. Le dije que tenía que venir a firmar unos documentos, y no ha pisado la empresa.

— No vendrá a menos que sea algo de vida o muerte —Alan no entendía por qué su amigo era de ese modo con ella—. Si tienes un amante. ¿Por qué Valery no puede tener uno? ¿Qué está mal con eso?

— ¡Es mi esposa! —gritó Zeus, golpeando el escritorio—. Sobre mi cadáver tendrá un romance con otro hombre y mucho menos con alguien que haya conocido en su área de trabajo.

— Estás siendo egoísta —masculló Alana—. Todavía no sabes siquiera si ese hombre es su amigo solamente y andas especulando sobre eso.

— Ella no tiene amigos, no creo que ese recién llegado sea simplemente eso —su amigo entrelazó los dedos—. Imagino que saldrás temprano a tu cita o irás a tu casa para preguntarle a tu esposa si en realidad te está siendo infiel.

— Es posible que salga temprano y le haga una visita a mi esposa —sonrió, socarrón—. Quiero ver su cara cuando sepa que ya sé que tiene un amante.

— ¿Qué harás con Martha? Ella se imagina un mundo contigo, todavía no le has dicho que nunca te vas a divorciar de tu esposa.

— Mientras yo le siga dando dinero, ella estará tranquila —apoyó los codos sobre la mesa, y se llevó ambas manos a la cabeza—. Siento que ya conozco a ese hombre, no sé de dónde, pero lo hago.

— ¿Qué estás diciendo? ¿Estás seguro de eso?

— Sí, ese tal Harry lo he visto en algún lado, solo que no recuerdo de dónde. Mi esposa no es estúpida como para dejar entrar a un desconocido en su vida y más si se trata de alguien peligroso.

— Ya te veo delirando, Zeus —se levantó de su asiento—. Tienes que resolver tus problemas lo antes posible con tu esposa. No puedes continuar de ese modo.

Alan salió de la oficina, y él se quedó mucho más pensativo que antes. Eso de que ella estuviera con otro hombre le ponía los pelos de punta. Ella hizo sus votos, el matrimonio debía seguir hasta que el contrato se terminara, pero no la dejaría ir tan fácilmente. 

Si el padre de Valery veía que no hubo ningún cambió en sus vidas, él no tendría el dinero que tanto anhelaba y menos el poder.

Eso de operarse fue para prevenir que alguna de sus amantes les salieran con que tenía un hijo. Esos juegos de la familia feliz no iban con él. Tuvo que mentir que fue un accidente que tuvo en un caballo cuando era pequeño, le pidió a la familia de su esposa que no dijera nada relacionado con eso, puesto que Valery y él nunca tendrían un hijo.

— Señor —escuchó la voz de su secretaria—. Su esposa se encuentra aquí. ¿La hago pasar?

— Claro, es mi mujer y puede entrar.

Su secretaria asintió, y él se arregló el cabello lo mejor que pudo antes de que Valery entrara. Levantó las cejas sin ningún disimulo al verla con ropa deportiva, y más aún, mostrando su vientre. Ella no usaba esa ropa por nada en el mundo y menos en la calle.

— Vengo a firmar los papeles que me enviaste por correo —Valery ladeó la cabeza mirando a su esposo—. ¿Por qué me miras de ese modo?

— ¿Por qué demonios has venido hasta mi empresa vestida de ese modo? —preguntó, iracundo—. ¿No había más ropa que ponerte?

— Acabo de salir de mis clases de baile —dejó su bolso sobre el sofá—. Dame los documentos y me iré a casa para no molestarte y puedas seguir con tu vida miserable.

— ¿Miserable dices? —se levantó de su asiento, como si tuviera un resorte—. Lo dice la mujer con la que tengo que convivir todos los días.

— No es mi culpa que no sepas nada sobre la vida y que ahora quieras tenerme a tu merced por mero gusto —Valery levantó el mentón—. ¿Acaso tenía que venir vestida para no mostrarle al mundo la manera en la que me tratas?

— Valery…

— ¿Sí, mi amor? ¿Sucede algo? —el tono bromista no pasó desapercibido por él—. No vi a tu amante, y si tienes más ya es cosa tuya.

— Que no tengo una amante…

— ¡No me mientas! —gritó enojada—. Tienes a esas mujeres esperando por ti. No me digas ahora que las cosas que veo no son de ese modo, porque ambos sabemos que eres el típico macho que anda usando a las mujeres.

— ¿Celosa, esposa mía? —se acercó como un lobo feroz—. Puedo darte todo el amor que quieras. Solo espera a que me ponga tan borracho que hasta el caminar se me dificulte y solamente dure tres minutos contigo en la misma cama.




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