Mi mejor error

Capítulo 5

Valery llegó a su casa con el corazón en la boca. El enfrentar a su esposo fue algo que disfrutó bastante, verlo sin que pueda decir una sola palabra fue mucho mejor. Lo que no le cabía en la cabeza, era que él mandó a alguien a seguirla y que ya conocía sobre Harry.

Era increíble cómo un hombre podía tener cientos de amantes y que su esposa tenía que quedarse a ver cómo todo su matrimonio se iba al carajo. Era de esas mujeres que el amor tenía que ser justo y necesario, nada de andarse con rodeos y mucho menos con palabras hipócritas que no llevarían a nada.

— ¿Está todo bien, señora? —preguntó Gema, una de las sirvientas—. Acaba de llegar y la noto tensa. ¿Quiere un té?

— Sí, Gema —suspiró, cansada—. Lo estaré esperando en el comedor.

— Enseguida voy…

— Mejor voy contigo hasta la cocina —dejó su bolsa sobre el sofá—. Me siento estresada y caminar un poco me ayudará.

— El señor no permite que estemos cerca de usted y lo sabe —Gema la detuvo—, por favor, no venga.

— Es mi casa, la que está a mi nombre y la cual yo manejo a mi antojo —la quitó del camino—. Además, recuerdo que solo estás tú en la casa. Las demás se fueron.

— Es porque aquí vivo, señora —susurró Gema, nerviosa—. Tome asiento donde guste, en un momento le hago su té.

— Eres muy amable —se sentó en la encimera—. ¿No te sientes sola estando aquí todo el tiempo?

— No, me gusta estar aquí. Mi turno es de noche y me ayuda a ir a la universidad de vez en cuando —Gema se encogió de hombros—. A decir verdad, no es tan malo como parece.

— Debes encontrarte entretenida con las discusiones que tengo con mi esposo a cualquier hora del día —sonrió a medias—. Esa es la comidilla de la casa siempre.

— No, los problemas de las personas me tienen sin cuidado, señora —ella se dio la vuelta para verla—. Cada pareja tiene sus diferencias, no veo nada de malo en eso, y más si son jóvenes.

— No somos jóvenes. Tengo casi treinta años y estoy casada con un dictador narcisista asqueroso —dijo como si nada—. No tienes que aparentar ser buena gente conmigo, sé bien lo que dicen todos los empleados de mi matrimonio. Las cámaras que hay en algunos puntos de la casa tienen micrófonos.

— Yo…

— Estoy hablando contigo ahora mismo porque eres la única que se mantiene callada y que le da igual lo que pase entre estas cuatro paredes —movió su cuello de un lado a otro—. Eres una chica joven, y espero que encuentres algo que te guste en el futuro y que no te estanques en el mismo sitio como yo.

— Trataré de dar lo mejor de mí para que eso no pase —Gema parecía ser una buena chica—. ¿Por qué no se divorcia si su matrimonio no da para más?

— Porque tengo la esperanza de que en algún momento todo se solucione con mi esposo —sonrió a medias—. Hay cosas que quiero cambiar, pero parece ser que nunca pasará —suspiró—. El té huele bien.

— Gracias —Gema sirvió una taza y se la pasó—. Espero que le guste.

— Siéntate conmigo y bebe. Mi esposo no llegará hasta tarde en la noche si no es que se queda trabajando —bufó—. Cuéntame sobre ti, ¿tienes planes para tu futuro?

— Estoy estudiando y me graduaré pronto —con algo de timidez Gema se sentó frente a ella—. Es por eso que soy la única que trabaja de noche en esta casa y veo que algunas chicas también quieren tomar este trabajo, puesto que casi no se hace nada aquí.

— Es porque paso más tiempo en mi habitación corrigiendo los deberes pendientes de mis alumnos y arreglando todo para mi siguiente clase —se encogió de hombros—. No tengo padres, tampoco hijos o mucho menos una pareja.

— Tienes una vida algo complicada que no se la deseo a nadie —movió un poco su taza—. Imagino que vives aquí desde que perdiste a tus padres. ¿Tienes una casa…?

— No, vivo aquí de lleno —Gema movió su pierna—. No puedo pagarme un cuarto porque estoy terminando mis estudios y todo es más caro. Además, estoy ahorrando para mudarme a otro lado en el futuro.

— Hablas como una de esas chicas que busca el amor en los sitios equivocados —bromeó mirándola—. Eres joven, a lo mucho y llegas a los veinte. ¿Por qué no mejor haces otras cosas extras?

— ¿Cosas extras?

— Soy maestra en una de las escuelas de los barrios bajos de Manhattan, necesito apoyo en algunas cosas y tú parece ser una buena chica. ¿No crees que merezco un poco de ayuda?

— ¿Quiere que yo la ayude?

— Sí, serás como mi asistente en todo. ¿Qué dices?

— Es una buena oferta, señora —mordió su labio, mirándola—. ¿Me pagará bien?

— Muy bien, no es nada que no puedas manejar. Incluso, tendrás que ir conmigo a las clases de baile, puesto que ando buscando a alguien que se quede ahí durante un tiempo. Solo sería después de tus clases en la universidad. Ya luego podrás seguir con tu vida como si nada hubiera pasado. ¿Qué dices?

— Es una oportunidad que no puedo dejar pasar, supongo —suspiró Gema, mirándola como si fuera un cachorro—. ¿Cuándo empiezo?

— En cuanto puedas, déjame saber el horario de tus clases. Doy las clases de baile luego de las dos de la tarde, puesto que los niños deben comer algo. Es un barrio en dónde se necesita mucho apoyo por parte de los adultos y créeme que no todo el mundo está dispuesto a ayudar a esos pequeños.

— ¿Usted no tiene miedo de que algo le pase en ese barrio? —preguntó sorprendida su empleada—. Su esposo se volverá loco cuando sepa que usted está en un sitio como ese.

— Zeus es el tipo de hombre que busca más su propio placer que el bienestar de su esposa —le dio un último sorbo a su bebida—. Por favor, espero que mañana estés lista 

— Claro, estaré lista, señora —informó.

Se mantuvieron hablando durante un rato más, hasta que Valery le pidió que le hiciera unos bocadillos, puesto que tuvo ese pequeño antojo de imprevisto, y que se lo llevara a su habitación.  Se dio un largo baño, y al escuchar la puerta de su habitación ser abierta, supo que Gema no pudo haber entrado y que se trataba de su esposo. Tomó una bata de baño, se la puso con rapidez y salió de inmediato, viéndolo con sus aperitivos en las manos y comiéndolos como si fueran suyos.




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