El rostro de Zeus cambió a uno lleno de sorpresa, el que ella le estuviera diciendo eso es algo fuera de lo normal. Valery no tenía por qué enterarse de que no podía tener hijos, mejor dicho, que él no quería tenerlos con ninguna mujer porque los niños lo único que traería al mundo serían muchos problemas andantes.
— ¿Quién te dijo eso? ¿Me has estado espiando?
— No, no hago ese tipo de cosas, Zeus —pasó saliva en seco—. La vez que me mandaste a buscar unos documentos, vi en tu escritorio un expediente del mismo hospital al que visito para mis chequeos semestrales y resulta que eran una actualización de tu estado —rio, carente de humor—. ¿Qué tan mala esposa soy cómo para que me hagas esto?
— Eso fue mucho antes de conocerte, a lo mucho hemos tenido sexo tres veces —sonrió, arrogante Zeus—. No te sientas especial.
— Nunca me he sentido especial contigo —le apuntó con el dedo—. En lo único que puedo decir que me siento bien es trabajando lejos de ti y sabiendo que eres un miserable que depende de la firma de su esposa para cerrar contratos millonarios —el rostro de Zeus se tensó—. Te lo dije, no me verás doblegada ante ti.
— Soy tu esposo…
— ¡No eres mi esposo! —gritó enojada y deseando darle un buen golpe en el rostro—. Este matrimonio se terminará en unos meses y trata de hacerme sentir como tu esposa durante ese tipo o te quedarás sin nada.
— No serías capaz de hacerme esto, Valery —Zeus la arrinconó contra la pared, y en ese momento el chofer que había llevado la maleta a la habitación pasó por su lado—. ¿Es lo que quieres que los empleados escuchen?
— No sería la primera vez que ellos nos escuchan discutir por cosas sin sentido en esta casa —se burló—. ¿Qué sientes al saber que soy superior a ti? ¿Imaginaste que todo el tiempo sería la esposa sumisa que se dejaba poner el cuerno por ti? —ladeó la cabeza—. Puedes ser mi esposo, mi primero en todo, pero no serás el único nunca —pasó por debajo del brazo de Zeus—. Espero que hayas sido precavido con tu amante, no queremos que mi padre se entere por arte de magia al saber que su yerno anda de calzón suelto.
Con la frente en alto subió las escaleras hasta su habitación, en dónde por arte de magia había aparecido su bolsa. Supuso que había sido la pobre de Gema quién la había dejado ahí para ella después de todo. Se dejó caer en el piso, sosteniéndose de la cama y llevándose una mano al pecho.
Nunca en su vida se había sentido tan llena de vida luego de decirle su par de verdades a Zeus.
Saltó en su lugar, al escuchar su celular sonar en su bolsa. Gateó hasta ella y antes de que la llamada terminara, respondió.
— ¿Bueno?
— ¿Está todo bien contigo, Valery? —preguntó su hermana al otro lado de la línea—. Estoy desde la fiesta tratando de comunicarme contigo y tu celular nunca es contestado por ti.
— Lo lamento, es que he tenido algunos inconvenientes estos días —se quitó la goma en el cabello—. ¿Qué sucedió?
— Que te acuerdes de la cena que tenemos con nuestros padres —le informó—. Supongo que debes estar feliz…
— Me voy a divorciar de Zeus —la interrumpió llevándose una mano a la cabeza—. Se lo dije y se lo tomó como si fuera una broma.
— Lo siento tanto, hermanita —murmuró su hermana—. ¿Estás segura de que quieres hacer algo como eso?
— Sí, no hay razón para seguir casada con un hombre que lo único que ve en mí es poder —suspiró—. Me siento un poco liberada de todo actualmente. No quiero qué nada malo me siga pasando.
— Hace mucho que debiste hacer eso —decretó su hermana al otro lado de la línea—. Sabes que ese hombre nunca cambiará y mucho menos lo hará por amor a ti.
— Lo sé, y me di cuenta tarde de qué eso no pasaría —se levantó del piso—. Iré con Zeus a la cena, le pediré que me dé de una vez por todas el divorcio delante de nuestro padre y que se joda.
— Ya hablas como toda una adulta, me agradas, hermanita —ambas rieron—. Te dejo, avísame cualquier cosa que quieras.
— Bien.
Al día siguiente, se encontraba preparándose para la cena con su familia. Ella le había pedido a Gema que diera las clases ese día. Harry se mantuvo a su lado, haciéndole preguntas acerca de si se sentía bien o algo parecido. Se había colocado un vestido ajustado desde su vientre hasta sus senos, puesto que en unos meses ya no podría usar algo cómo eso. Su cabello estaba suelto, y sus mechones rubios caían a la perfección sobre su espalda.
El utilizar ese tipo de ropa, nunca fue una opción para ella. Zeus siempre hacía que se vistiera con ropa poco provocativa, y esa vez quería dar lo mejor de ella. Hasta sus pechos habían crecido considerablemente, y lo que faltaba. Se puso un poco de perfume, tomó un bolso, luego entró lo necesario ahí y salió de la habitación con la frente en alto.
— Buenas noches —saludó con sequedad, hacia Zeus, el cual se encontraba esperando por ella, mientras hablaba con alguien por el celular—. ¿Interrumpí tu llamada?
— No —él colgó—. ¿A quién te vestiste de ese modo? ¿Se te olvidó que es con tu padre con quién vamos a cenar? —enarcó una ceja—. Te ves demasiado provocativa. No me gusta eso.
— Lo dice el sujeto que coge a jovencitas para robarle la virginidad —rodó los ojos—. ¿Nos vamos?
— ¿No te vas a cambiar de ropa? —chistó Zeus, mirándola de arriba hacia abajo—. Estás enseñando mucha piel.
— Ay, por favor —gimoteó, enojada—. Déjame en paz. Esta noche, ya te dije que no soy tú y será mejor que te comportes cómo un buen esposo o de lo contrario, el divorcio se llevará a cabo.
Su esposo no pudo decirle nada acerca de cómo iba vestida. El camino hasta la casa de sus padres fue en completo silencio, ella se mantenía mirado las calles, y Zeus conduciendo de forma lenta y de vez en cuando mirando sus piernas, las cuales se encontraban un poco desnudas porque se lo recogió un poco para que no se ensuciara o manchara.