Mi Memoria

3. El exilio, mi tiempo fuera de casa I

En el año 1939 terminó la guerra. Mi madre y yo aún estábamos en casa cuando el bando republicano fue derrotado, cuando los republicanos perdieron. No necesitamos ninguna noticia formal, no hacía falta que viniera nadie a decirnos qué había pasado con mi padre y con Josep. Y quizá eso fue lo mejor: que nada ni nadie nos lo explicara. Ambas sabíamos que el regreso nunca llegaría, que no volveríamos a verlos. Nunca hablamos de ello. Yo no pude confesarle a mi madre cuánto me pesaba haberlos perdido sin siquiera poder saber el lugar en el que dieron su último suspiro antes de caer para siempre. No decíamos una palabra, pero yo no dejaba ni dejo de pensar en ello. Recuerdo constantemente los momentos en los que mi padre me enseñó a escribir. Yo era terca, pero él lo era más, y gracias a eso aprendí. Tengo muy claro que nunca me arrepentiré de haber empezado a escribir en esta libreta, en la libreta de Josep. Hoy lo veo como una manera de poder seguir comunicándome con él aunque ya no esté presente, aunque ya no pueda estar a mi lado.

Mi madre y yo acabamos marchándonos usando el plan que habíamos pensado cuando aún estábamos los cuatro juntos. Un vecino nuestro, Daniel, nos ayudó a prepararnos; él terminó huyendo con nosotras. Es alguien a quien yo ya conocía más de lo que sabía mi madre. Decidimos ir hacia Francia. El trayecto tuvimos que hacerlo caminando; tardamos más de dos días en llegar. Al llegar, y tras lograr cruzar la frontera, nos separaron a hombres y mujeres. Aquello les facilitaba llevarnos a los campos de concentración preparados por los franceses.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.