Max
Terminé mi café y lo dejé sobre la mesa.
Odio noviembre porque conlleva diciembre, para mí es la peor época del año. No solo por el clima, esa estúpida fiesta de navidad no es más que una pérdida de tiempo y dinero.
Todo el mundo se anima y se emociona por estas fechas, no les importa endeudarse solo para festejar y cuando todo termina empieza los problemas y es cuando vienen a llorar a mi banco pidiendo misericordia.
Ajusto mi abrigo sintiendo la ráfaga de viento. Dicen que este invierno será más fuerte que el anterior. Me levanto de la mesa de la pequeña cafetería y dejó un billete de cien dólares sobre la mesa y empiezo a caminar para salir de la pequeña cafetería, pero me detengo cuando escucho mi móvil sonar.
―Señor Walker, le llamaba para informarle que la cita con el señor Arbey ha sido cancelada como usted me pidió―Dice mi secretaria― ¿Desea que la reprograme?
―Déjala para la próxima semana, vamos a ver si con la espera lo hace recapacitar que lo mejor es vender.
Un hombre lleno de deudas está a punto de perder su empresa y se niega a ceder. Lo más curioso es que esa empresa prácticamente me pertenece y le quería dar una pequeña mano para ayudarlo a no perderlo todo, pero como siempre le das la mano y se terminan tomando el codo.
―Sí, señor―Tranco la llamada.
― ¡Suéltame! ―Un pequeño grito llama mi atención y me doy la vuelta para encontrarme a uno de mi equipo de seguridad sacudiendo un bulto ― ¡Que me dejes!
―Quédate quieto niño―Dice Royer, mi jefe de seguridad y mano derecha.
― ¿Qué pasa? ― Me acerco y veo que sostiene a un niño de la chaqueta que no hace más que removerse para soltarse.
―Este niño lo ha robado, señor―Dice ―Ha tomado el dinero que ha dejado en la mesa.
― ¡Es mentira! ―Enarco una ceja al ver que Royer levanta la pequeña manito donde sostiene el billete de cien dólares que acabo de dejar.
Unos meseros se acercan y dicen que se encargaran del niño y llamaran a la policía, eso hace que el pequeño empiece a llorar.
― ¡Por favor no lo haga! ―Suplicaba entre sollozos ―Solo lo hice por mi hermana.
― ¿Acaso tu hermana te ha mandado a robar? ―Pregunto con rabia.
Odio este tipo de personas que utilizan a otros para su bienestar y más si tiene que ver con niños.
― ¡No! Ella no me ha mandado a robar―Dice el niño tratando de soltarse.
― ¿Entonces por qué has dicho que lo haces por tu hermana? ―Pregunto y se queda callado. Royer lo sacude y el niño solloza.
―Suéltalo―Le ordeno y me agacho para quedar a la altura del rostro del niño ―Dime la verdad o estas personas llamarán a la policía y...
―Por favor no deje que me lleven―Solloza y al levantar su rostro puedo verlo sucio y unos ojos azules y varios mechones se asoman debajo del gorro.
Remuevo el gorro y su cabello cae hacia todos lados.
¡Es una niña!
La rabia me hace apretar los dientes. ¿Cómo puede una pequeña estar en esta situación? Descuidada, vestida con trapos sucios y llenas de harapos como una indigente.
―Por Favor, no deje que me lleven―Repite y mi corazón se oprime.
Soy un hombre frío, sin corazón, pero en este momento algo se remueve dentro de mí.
―Entonces dime ¿Por qué estás robado? ― Cuando uno de los meseros dice que ha llamado a la policía, le digo que yo me encargo. Tomo de la mano de la pequeña y camino hasta sentarme en una de las mesas y le hago señales para que se sienta a mi lado.
La niña mira alrededor, aterrada y se sienta donde le digo.
― ¿Qué edad tienes? ― Pregunto tratando de mantener la calma.
―Tengo un poco más de seis―Responde con voz dulce limpiando las lágrimas de su rostro con la manga de su saco sucio. Saco de mi bolsillo un pañuelo y se lo entrego y no duda en limpiar su pequeño rostro con él― ¿Puedo confiar en usted? ―Enarco una ceja ante su pregunta.
―Sí.
― ¿Prometes no hacernos daño?
―Si―Respondo sin dudar, quiero que esta niña me tenga confianza y saber qué es lo que realmente pasa.
― ¿Promete cuidar de nosotras? ―Pregunta y escucho como Royer toser ocultando una pequeña risa con el puño.
―Sí.
― ¿Por el meñique? ― Alza su pequeña manito levantando el meñique.
―Sí.
―Debes darme tu meñique y hacer la promesa―Dice la pequeña y hago lo que me pide―Solo somos mi hermana y yo, ella... Anna siempre ha cuidado de mí. No recuerdo a mis padres, pero mi hermana dice que me querían mucho―Suspira ―Ellos murieron y solo somos mi hermana y yo y como ella siempre me ha cuidado, ahora debo cuidar de ella porque soy grande.
― ¿Qué pasa con tu hermana?
No me había dado cuenta de que aún estaba sosteniendo su dedito con el mío. La suelto y me acomodo en el asiento escuchando su relato.
―Ella... está enferma―Baja su rostro lleno de tristeza ―Le empezó a subir la fiebre y se quedó dormida. Yo aproveché para salir y buscar algo de dinero y comprar medicina, pero nadie me dio trabajo y solo se rieron y me echaron. Cuando... cuando pasaba por acá vi ese dinero sobre la mesa y no había nadie, así que aproveche para tomarlo―Sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas ―Perdóneme, señor, le pido que me deje ir y le prometo que no volveré a robar.
Me quedo observándola por un momento.
―Llévame donde tu hermana―Digo sin pensarlo.
―No puedo, ella se enojará conmigo por salir y hablar con un desconocido.
―Entonces estás mintiendo.
― ¡No estoy mintiendo! ―Dice exaltada.
―Bueno, si no mientes llévame con ella―Digo ―Oh dejaré que los meseros se encarguen de ti y te entreguen a la policía.
―No, por favor.
―Entonces llévame con ella.
La observo pensativa antes de asentir y bajarse del asiento y levantar su dedo.
―¿Prometes ayudarnos?
Nunca en mi vida había hecho alguna promesa y apenas unos minutos estoy llena de ellas.