Mi milagro de navidad

Capítulo 2

La niña nos indica el camino y me remuevo un poco inquieto de mi asiento. No sé por qué estoy haciendo esto, nunca había actuado de esta manera.

Jamás me he preocupado por el bienestar de los demás más que el mío.

Nos detenemos por un callejón a unas cuadras del restaurante, Royer abre la puerta y bajó primero y ayudó a bajar a la pequeña.

Acomodo mi gabardina y me tensiono al sentir una pequeña presión en mi mano. Al bajar la vista observo como la pequeña ha tomado mi mano y me jala para que camine detrás de ella.

Royer me observa por un momento con una sonrisa en sus labios y lo borra al ver que lo estoy observando.

―Lo siento, señor―Se disculpa inclinando la cabeza y ambos caminamos detrás de la niña.

La niña se suelta de mi mano y empieza a quitar unas cajas que hay al lado del basurero. Miro a Royer y el de inmediato se acerca y ayuda a la pequeña mientras yo meto mis manos en los bolsillos sintiendo como el frío cala mis huesos y el vapor sale de mis labios con cada respiración.

―Listo―Escucho su pequeña voz y observamos cómo abre una pequeña puerta y entra por ese agujero oscuro.

― ¡Espera! ― Trato de detenerla, pero ella ya está adentro y me mira.

―Debes agacharte si quieres entrar―Dice la pequeña voz.

Inhalo aire profundo antes de quitar mi gabardina y pasársela a Royer quien me mira sorprendido. Remango las mangas del saco y me agacho hasta quedar de rodillas y poder pasar.

Soy bastante grande de 1.87 y me cuesta un poco pasar por la pequeña entrada. Cuando llego hasta el otro lado una pequeña mano se pone delante de mi rostro y al levantar la mirada me topo con la pequeña quien me mira con una sonrisa.

Frunzo el ceño y me levanto solo, la niña se da la vuelta y empieza a caminar por un pasillo oscuro. Debo sacar mi móvil y encender la luz para poder ver por el camino y siento la presciencia de Royer a mis espaldas.

Debe de estar pensando que me he enloquecido por hacer algo como esto.

Nos detenemos en una puerta y la niña abre y entra a una habitación. Ambos la seguimos y encontramos un pequeño sótano que a pesar de estar frío y vacío se encuentra limpio. Hay varias velas encendidas y en un rincón un pequeño bulto lleno de sacos viejos encima de un colchón sobre el suelo.

― ¿Ana? ― La pequeña empieza a sacudir a su hermana y solo se escucha un pequeño jadeo.

Me acerco y le pido a la niña que me deje verla, al separarse no veo bien el rostro de la joven, pero al voltearla siento su piel arde por la fiebre.

―Llama a Carlos, esta chica está ardiendo de fiebre. Dile que nos vemos en mi casa―Royer asiente y escucho hacer la llamada mientras yo tomo a la chica y la cargo.

Su cuerpo es frágil y puedo sentir que no pesa mucho. Caminamos por el pasillo y al llegar al pequeño hueco no sé cómo voy a hacer para sacarla por ahí.

― ¿Hay otra salida? ― Le pregunto a la niña quien duda por un momento antes de responder y sigue por otro pasillo donde hay unas escaleras.

Royer se adelanta y abre la puerta. La niña sale detrás de él y me doy cuenta de que es otro pasillo y luego salimos a una bodega. Unos hombres que mueven unas cajas nos miran sorprendidos. Los tres seguimos caminando hasta que encontremos una salida.

― ¿Qué están haciendo aquí? ―Pregunta uno de ellos ―No pueden estar acá, llamaré a la policía.

Royer se acerca y le susurra en el oído y puedo ver con disimulo le pasa un billete en su mano. El hombre asiente y les dice a los otros que se pongan a trabajar.

La camioneta ya se encuentra esperando con la puerta abierta, me subo y Royer ayuda a la niña a subir. No sé por qué no soy capaz de soltar a la chica, debería dejarla en el asiento de atrás con su hermana, pero no logro soltarla.

― ¿A dónde vamos? ―Pregunta la pequeña.

― A mi casa.

― ¿Para qué vamos a su casa?

―Para que un médico vea a tu hermana.

― ¿Un médico va a ir a su casa? ―Pregunta sorprendida.

―Sí.

Se queda callada mirando a su hermana y luego hacia la ventana.

Agradezco su silencio, ya que estaba empezando a molestar tantas preguntas. Bajo mi mirada y observo el rostro de la chica que está en mis brazos. Siento el calor que emana su cuerpo y no logro ver su rostro, puesto que varios mechones de su cabello lo ocultan.

Llegamos a casa y la bajo con cuidado, Betty mi ama de llaves ya me espera en la entrada. Al verme se sorprende y se hace un lado para que entre.

― ¿Carlos? ―Pregunto mientras subo las escaleras.

―En camino señor.

Llego a una de las habitaciones y dejo a la chica sobre la cama y me quedé observándola sin saber qué hacer.

―Déjame verla―Dice Betty empujándome hacia un lado para pasar.

Betty y Royer son mis empleados de confianza, han estado a mi lado desde que tengo uso de razón después de que mis padres murieran.

―Deberíamos quitarle todos estos trapos y darle un baño para que se le baje la fiebre o podría ponerse peor―Dice y sin esperar respuesta empieza a quitarle los abrigos y se detiene un momento y me mira― ¿Qué haces ahí? ―Dice y mueve su mano ―Salgan de la habitación que voy a quitarle la ropa.

Royer y yo salimos del cuarto y nos detenemos al ver a la niña.

― ¿Tienes hambre? ―Le pregunto al ver que se ha quedado mirando la puerta donde ha cerrado Betty.

―Solo... un poco. Pero descuide, cuando mi hermana la vea el doctor y podamos irnos, comeré algo. Ella siempre logra conseguir comida para mí.

De nuevo ese malestar en mi pecho.

― ¿Estás bien? ―Pregunta y cuando la miro ella observa mi mano que está puesta donde late mi corazón.

―Si―Respondo quitando la mano ―Vamos a ver que tiene Betty para la cena.

Cuando empiezo a caminar la niña toma de nuevo mi mano y me detengo un momento para observar y trago duro antes de volver a caminar hacia la cocina.

Me acerco a la nevera y abro la puerta sin saber qué hacer, nunca he cocinado y puedo escuchar que Royer carraspea.




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