Mi milagro de navidad

Capítulo 5

Los días pasan y cada vez siento como si mi vida hubiese cambiado con un giro de 360 grados.

Camino por el pasillo esquivando los juguetes de Sally, por primera vez mi casa luce un poco desordenada y no me importa.

Escucho la risa de Sally y cuando salgo al patio me detengo al verla con flotadores en los brazos y un pequeño salvavidas.

La seguridad, ante todo.

― ¡Max! ―Grita moviendo su manito para que me apresure.

Me acerco con una sonrisa en mis labios y me detengo al ver a Ana a su lado. Lleva una bata puesta y está sentada a la orilla en la parte baja de la piscina. Sus mejillas se sonrojan al verme y me sonríe cuando llego a su lado.

Me costó un esfuerzo enorme convencerla de que se quedaran y gracias a la pequeña Sally quien pudo ayudarme a lograrlo. Le prometí trabajo y un lugar donde vivir, le mentí diciendo que podía conseguirle un lugar para vivir y se lo descontaría del sueldo.

Lo que ella no sabe es que el lugar para vivir ya lo tiene sin tener que pagar ningún costo y sobre el trabajo, quiero que primero estudie algo de lo que le gusta. Estoy dispuesto a cumplir sus sueños.

Lo que me dificulta es que confié en mí por el hecho de que no cree en los hombres. Al principio me esquivaba, cuando me acercaba sacaba una excusa para irse de mi lado. También lo era con Royer, pero él se ganó más rápido su confianza y pudo lograr que ella permanezca a su lado con la niña y Betty.

Por lo que descubrí, Ana desconfía más de los hombres que en las mujeres por lo que le ha pasado en la vida. Sus padres murieron, luego escapó y trabajó en varias casas ganándose humillaciones y maltratos.

Estaba espiando detrás de la puerta cuando ella le contaba a Betty mientras lloraba.

Desde maltratos, golpes hasta intentos de abusos hizo hervir la sangre. Quería que me dijera los lugares en los que había estado y que le habían hecho daño y me encargaría de destruir hasta los cimientos, pero Betty me hizo entender que ese no era la solución y que si quería que ellas se quedarán debía cambiar mi control y temperamento.

Y es lo que estoy trabajando hasta ahora.

― ¿Estás listo? ―Pregunta Sally y por alguna razón adoro a esta niña que se ha ganado mi corazón.

― ¿Y tú? ―Pregunto sin dejar de mirar a Ana, quien mueve sus piernas bajo del agua.

―Super lista.

Me quito la bata sintiendo mi cuerpo arder ante la mirada de Ana. Me doy la vuelta sonriendo en victoria mientras bajo las escaleras dándole mejor visión.

Sally se tira y la recojo y empezamos las clases de nado. Cuando me dijo que no sabía nadar me dispuse a enseñarle y hasta ahora lo ha hecho muy bien.

―Ana, ¿Por qué no dejas que Max te enseñe? ―Le pregunta Sally mientras la acercó entre mis brazos.

―No lo creo―Me mira por un momento y luego desvía su mirada hacia otro lado.

Bueno, por lo menos ya no me da esas duras miradas de desprecio.

―Si vamos a ir a conocer el mar, ¿Cómo vas a meterte sin ahogarte? ―Le pregunta la pequeña.

Cuando estábamos viendo la sirenita, Sally me confesó que no conocía el mar y de inmediato le prometí con el dedo meñique que las llevaría.

Eso desató una de tantas peleas con Ana, ya que dice que no debería seguirle el juego a Sally y que solo la estaba malcriando.

No tengo ni un problema para malcriarlas, al fin y acabo tengo el dinero para hacerlo.

Ojalá pudiera hacerlo con Ana, si mucho me ha recibido es la ropa y zapatos con la promesa que le guarde todas las facturas de los gastos de ella y su hermana que cuando empiece trabajara para pagarme.

Como si lo fuera a permitir.

―Vamos, Ana―Junta sus manos ―Por favor―Estira su boca y me mira de reojo ―Ruega conmigo y la convenceremos―Dice despacio para que yo solo la escuche, pero está claro que su hermana la ha escuchado, puesto que nos mira.

―Por favor―Digo mirándolo directamente a los ojos.

―Estira los labios como yo―Dice Sally y coge mi boca estirándola con su manito.

Escucho a Ana reír a carcajadas y eso me hace sonreír.

―Por favor―Estire mi boca como pato y empiezo a mover mis pestañas como lo hace Sally.

Ana ríe tapando su sonrisa y asiente.

Como si fuese en cámara lenta, desata el lazo de la bata y la abre. Mi boca se abre al ver las curvas que ha cogido después de estar en mi casa, ya que Betty se encarga de alimentarlas muy bien haciéndoles deliciosos platillos.

Trago duro y con fuerza sintiendo la tensión de mi cuerpo a medida que se sumerge en el agua.

― ¿Por qué has gruñido? ―Pregunta Sally haciendo que parpadee y despierte haciendo que la mire.

― ¿Qué? ― Pregunto.

―Has gruñido―Dice la pequeña.

―No lo he hecho.

―Lo has hecho, gruñiste como un perro. Así...―Arruga su rostro imitando un gruñido de perro.

―Yo no gruñí― Llevo a Sally hasta la superficie y escucho la risa de Ana.

―Lo hiciste―Me señala Sally quitándose los flotadores ― ¿Deberíamos vacunarte contra la rabia?

― ¿Qué?

―Ana dice que cuando los perros gruñen es porque tienen rabia y que deben de ser vacunados, ¿Cierto Ana?

Me doy la vuelta y Ana tiene su mano en la boca amortiguando la risa y solo asiente.

― ¿Vez?

Sally se da la vuelta y corre a la orilla.

― ¡Cuidado, no corras! ― Me mira sobre su hombro disminuyendo la velocidad y camina hacia el interior.

Me doy la vuelta y camino en paso lento hasta llegar hasta donde está Ana. Tomo su cintura y la levanto dándole la vuelta para sostenerla entre mis brazos.

―Empieza a mover las manos y piernas como le he enseñado a Sally.

Asiente sin decir nada, pero puedo sentir la tensión en su cuerpo.

Esto va a ser más duro de lo que pensé.

Termino de darle las clases de nado a Ana y ambos salimos para cambiarnos porque Sally está esperando ansiosa para que vayamos de compras.




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