Mi Mitad

Prólogo

¡Mis tintas! No se asusten si no ven más capitulós, los puse en borrador por la sencilla razón de que voy a cambiar todos los capítulos que llevo hasta ahroa. 

Sinceramente no setnía que la historia estuvera avanzando como me hubiera gustado, no me sentía cómoda escribiendo y solo lo hacía para no defraudarl@s a ustedes. 

Pero luego me di cuenta de que lo estaba haciendo al escribir solo por compromiso y no por gusto. Asi que decidí darle un cambio a la historia y realmente me sirvió mucho. Sali de mi bloqueo mental y ahora vamos viento en popa ^^ 

Esto fue posible solo gracias a sus comentarios. Realmente sus comentarios me pegan muy fuerte en mi corazón y gracias a eso logré volver a sentir la pasión al escribir. Realmente les tengo mucho que agradecer y esta es mi única manera para pagarles. 

Sigan con us comentarios tan inspiradores y hermosos *-* 

L@s ama, I.

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Spencer

 

Es dos de enero, ha pasado un año desde que me mude a Night Moon con mi padre biológico y las cosa no están como las había imaginado alguna vez.

Es mi cumpleaños número veintiuno y estoy solo, sin padres, sin amigos, sin mi hermana, sin familia, sin Beta y…sin Mate. Estoy completamente solo en el despacho que solía ser de Aza, diminutivo de Azabache, como había escogido llamar a Jason después de llegar por primera vez a Ashland.

Miro por la ventana y veo la nieve cubriendo todo, el día estaba especial para salir afuera a jugar con la nieve o para dar un paseo, por un momento me planteó hacerlo hasta que recuerdo que estoy solo y nuevamente la incomodidad me ataca.

“Dimitri”, lo llamé, pero mi lobo no me hablaba desde ese día tan trágico para mí y de eso ya ha pasado dos meses. “Dimitri, por favor, al menos insúltame, pero dime algo”, rogué, pero no hubo respuesta alguna. Suspiré.

Me vuelvo a sentar en la silla del escritorio y miro el celular encima del escritorio. Ninguna llamada, ni un mensaje, absolutamente ninguna señal de vida de mi familia y nos los culpaba. Esta soledad que he experimentado durante dos meses me la busqué yo mismo, por hablar de más, por no saber medirme, por perder el control, por ser un inmaduro y, sobre todo, por ser un terco de mierda.

Sé que no llamaran, sé que no me escribirán y sobre todo sé que no me vendrán a ver, pero no puedo despegar por mucho tiempo del celular, al mínimo sonido que emite lo tomo apresuradamente para saber quién me ha hablado con la esperanza de que fuera alguno de mis seres queridos, pero no, simplemente son notificaciones de Instagram, o YouTube, o Twitter o algún spam.

Tomo el celular entre mis dedos, abro la galería de fotos y me arrepiento inmediatamente de haberlo hecho. Su foto sonriéndome es la primera que aparece, la presiono con el dedo y se abre, me quedo ahí mirando la foto por varios minutos pensando en lo que había hecho.

¿La había cagado? Sí

¿Me había apresurado? Sí

 ¿Fui un imbécil? Mas que confirmado

¿Los extraño? ...por supuesto que sí.

¿Puedo hacer algo? ¡Claro! Pedir disculpas es el primer paso para recuperarlos a todos…bueno, a casi a todos. Sin embargo, hay algo que me lo impide y soy yo mismo. Yo mismo me estoy poniendo las trabas para no disculparme y es que tengo tanto remordimiento aún que, estoy seguro, no podré pedir disculpas con total sinceridad y eso es lo que me ha estado impidiendo dar ese paso en dos meses.

Sé que tengo que superarlo, aceptarlo y seguir adelante, sé que tengo que entender la posición de los demás también, pero soy un terco de mierda y no puedo hacerlo.

— ¿Qué haces aquí? — levanté mi rostro del teléfono al tiempo que lo bloqueaba y la foto desaparecía en la pantalla negra. Mi tío Damon me miraba serio y de brazos cruzados. Pestañeé unos segundos sin decir palabra captando la idea de que no quería que estuviera en el despacho, y lo entiendo, sé que está pensando, pero puede estar más equivocado.

—Estaba buscando sentirlo más de cerca— confesé— era u despacho después de todo…creí que aquí podría…no sé, simplemente quería estar aquí— su mirada, dura como la piedra, se hablando al punto de convertirse en algodón. Sé que me entendía y aunque no lo dijera yo sé perfectamente que él vino aquí por la misma razón que yo. Lo vi suspirar, cerrar la puerta y caminar hasta el sillón donde se derrumbó.

—Te entiendo, pero sabes que no puedes entrar aquí sin mi autorización.

—Lo sé—asentí— a la próxima te preguntaré antes— dije. Mi voz suena tan suave, como cuando no quieres más guerra y solo buscas paz. De hecho, esa era mi posición en este momento.

—Ten— dijo. No me había dado cuenta en qué momento se había parado del sillón y acercado al escritorio. Tomé delicadamente la pequeña caja roja que tenía en su mano y lo miré sentarse delante de mí en una de las dos sillas disponibles. Relajó su espalda en el respaldo de la silla y se cruzó nuevamente de brazos mirándome casi emocionado, pero sin mostrar una sonrisa. Cuando lo miro así me recuerda mucho a Cassandra, ambos son muy bueno para ocultar sus emociones, pero si hay algo en lo que fallan es en sus ojos, ellos lo delatan. Mire la cajita curioso— feliz cumpleaños—me dijo y lo miré inmediatamente.




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