Mi Mitad

Capítulo 10 "Mal presentimiento"

Mis tintas! Oh por dios! Cómo l@s extrañé :c aún no termino la U pero necesiaba actualizar aunque sea un capítulo.

El año escolar está a punto de acabar, me quedan las últimas pruebas así que deseenme suerte!

Disfruten el capítulo <3 l@s amo .

By, I.

 

Spencer

 

Las horas parecen eternas, la noche se me hace interminable, cada puto segundo es igual de infinito que el espacio, cada mínimo ruido hace que mi cabeza estalle, me abruma el más pequeño movimiento y siento como me desespero al ver como el tiempo no avanza más rápido.

El sentimiento de culpa me ahoga cada vez que me doy cuenta de que no puedo hacer nada. Él está sufriendo frente a mi y yo no puedo hacer nada. Vuelvo a suspirar por quinta vez en diez minutos. Aza sigue en el proceso de transformación, es mucho más lento de lo que creí.

Cuando recuerdo de que esto es un castigo impuesto por la diosa Luna para todo aquel que engañe a su Mate me da escalofrío. En un castigo torturador, desesperanzador y sin discriminaciones. Aza no se merecía este castigo, él no lo había hecho a propósito, pero por más que le había rogado a la diosa Luna para que le quitara este castigo de encima, no había sido escuchado.

No me di cuenta de que, de un momento a otro, Aza se había quedado nuevamente callado. Me tensé al ver un lobo humanizado en parándose lentamente. Mi cabeza subió hasta que pude ver sus ojos.

Jamás había visto un hombre lobo en mi vida, pero ahí lo tengo, frente a mí, retenido solo por cadenas, grilletes y una reja doble. Vi como el metal de los grilletes comenzó a afectarle considerablemente, este gruñó tan fuerte que nos hizo saltar a todos. Comenzó a tirar de las cadenas con fuerza, una fuerza tan brutal que me dio miedo de que con solo un tirón lograra romperlas. Afortunadamente las cadenas parecen estar resistiendo bien.

La mano de Michaella soltó la mía, dejándome vacío y al descubierto. La miré cuando escuché el sonido de un arma cargándose.

— ¿Qué haces? —pregunté. La chica había dejado de sonreír, su coraza había vuelto a crecer, su mirada se volvió peligrosa en un microsegundo. Ya no estaba mi amiga, estaba la soldado.

—Cargo el arma— dijo. La miré enfadado— Son tranquilizantes, tiene la dosis como para matar a un puto elefante, lo calmará ligeramente.

— ¿Calmar? — pregunté.

— Es un hombre lobo, Spencer, esto apenas y le afectará— explicó apuntando el arma hacia Aza.

El disparo me hizo saltar. El sonido retumbó en el lugar provocando un eco fuerte, sacudí la cabeza algo aturdido por el sonido y miré a Aza.

Gruñó enojado mientras se sacudía con fuerza para lograr liberarse. Michaella volvió a cargar el arma a una velocidad espectacular, volvió a apuntarla y esta vez alcancé a tapar mis oídos antes de que disparara. Un nuevo gruñido me hizo volver a verlo. Esta vez sacudió su cabeza, parecía aturdido y desorientado. Apoyó sus manos con garras en el suelo y miró hacia todos los lados, se movió en cuatro patas de izquierda a derecha tanto como le permitiera las cadenas. Al parecer los tranquilizantes estaban haciendo su trabajo, mi cuerpo se relajó ligeramente.

—No te relajes tanto—dijo Michaella llamando mi atención— esta es la peor parte, si bien el tranquilizador lo calma, también lo desorienta mucho y un animal salvaje, enjaulado, furioso y desorientado es mucho más peligroso que uno cuerdo.

Me sorprendí cuando escuché el cuerpo de Aza chocar bruscamente contra el suelo cuando las cadenas lo tiraron hacia atrás cuando corrió en dirección a la reja. Se volvió a parar en dos patas, se tambaleó de lado a lado, gruñó enojado, sacudió su cabeza y volvió a remeter hacia el frente siendo nuevamente detenido por las cadenas.

—Prepárense para cualquier cosa— dijo mi tío.

Inmediatamente mi tía y Cassandra caminaron por el pasillo y se quedaron en la puerta cuidándola. Michaella dejó el arma que había ocupado recién en su espalda sostenida por la correa que rodea su pecho. Dejo cada arma que lleva encima lista para sacar y disparar. Mi tío salió del calabozo y me miró.

—Spencer, quedas a cargo— dijo. De pronto un peso cayó en mis hombros. La manada oficialmente está a mi cargo, llegó el momento, no puedo vacilar en mis decisiones. Asentí.

—Michaella, quédate aquí y atenta a Aza, no dispares a menos que este saliendo del calabozo.

—Sí, Alpha— contestó. Quise sonreír cuando me dijo Alpha, no pensé que alguien me llamaría así a tan solo cinco días de haber llegado, pero no lo hice. Las cadenas sonando con fuerza me hicieron retroceder.

—Tío usted quédese al lado derecho de la puerta, yo me quedaré a la izquierda— asintió y siguiendo mi orden se posicionó al lado derecho alejándose un poco de la reja. Me moví a la izquierda— escúchame bien, Michaella, si llega a salir quiero que te encierres dentro y no salgas hasta que nos hayamos ido todos ¿Comprendido?

—Sí, Alpha.

—Usted y yo seremos los primeros en detenerlo— mi tío asintió— tía, usted es la más rápida, usted será la que de aviso a los de afuera— asintió— Cassandra, tú protegerás la puerta.

—Sí, Alpha.




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