Mi Mitad

Capítulo 15 "Mi Mate"

Spencer

 

“Por seguridad” esa fue la excusa de Aza, ja.

—Spens— suspiré— lo siento— dijo, pero no la miré. Michaella se sentó a mi lado— lo siento.

—Te escuché la primera vez— solté más cortante de lo que quería, por un momento pensé que me dejaría ahí solo, pero en cambio se colocó frente a mí cubriendo totalmente mi campo visual.

—Pensé que era lo mejor.

— ¿Lo mejor para quién Michaella? —le pregunté indignado.

—Para todos—suspiró— escucha Spencer, muchos rogues regresan a sus manadas para reclamar por un puesto o para desatar el caos, las familias de esos rogues comienzan a pedir que vuelva a la manada y eso no puede pasar.

—Eso lo entiendo, Michaella, pero ¿Por qué esconderlo de mí? —su falta de respuesta, irónicamente, me dio la respuesta. No tiene excusa, simplemente no querían decirme y punto. Me paré enojado y la miré desde arriba— quiero verlos— Michella me miró desde abajo y frunció un poco el ceño.

—Spencer, no creo que…

—No te estoy preguntando— la interrumpí cortante. Me miró dolida, pero realmente no me importó, estoy enojado…no, más que eso, me siento traicionado, así que, que se aguante.

—Está bien— musitó parándose.

Sin esperarla y sin decir algo más, caminé hacia los calabozos con Michaella pisando mis talones. El ambiente entre los dos es tenso, no había sido así desde la vez que discutimos sobre mi madre.

Realmente me gusta Michaella, cada día más, pero si es así con cosas como estas, me es inevitable pensar en qué más me esta escondiendo o me podría esconder.

Siento su mirada en mí y trato en lo posible no voltear a verla, si lo hago perderé la compostura y probablemente reconsidere perdonarla en ese mismo momento. 

— ¿Dónde están? — pregunté llegando a la puerta de los calabozos.

—En el menos dos— respondió.

Eso explica por qué no sentí el aroma de nadie externo a la manada. Nuestro olfato es bueno, agudo, detectamos aromas a kilómetros, es por eso que nuestros calabozos, aparte de tener pisos hacia arriba, tienen también hacia abajo. El nivel bajo tierra del menos dos es suficiente como para evitar que el aroma de cualquier cosa o persona sea percibido por los de arriba. 

—Realmente no querían que lo supiera ¿No? —dije tan irónico como pude. Ella simplemente se limitó a bajar la cabeza. 

Entro por la puerta y me dirijo directamente hacia la puerta de las escaleras. Michael la me abre el paso con las llaves, la sigo escaleras abajo. La luz poco a poco se vuelve las tenue hasta finalmente desaparecer por completo. Nuestros pasos bajando por las escaleras de cemento es lo único que se puede escuchar. 

De algún modo me trae malos recuerdos. Este silencio, está atmósfera, las mismas escaleras, las mismas pisadas, cada luna llena esto vuelve a pasar y cada luna llena más malos recuerdos se me graban en la cabeza. Detesto estas putas escaleras.

La puerta del piso menos dos está frente a mí y por alguna razón mis nervios se dispararon tanto que me hicieron moverme inquietamente en mi lugar. Estos nervios no son sólo míos.

"Dimitri, quédate quieto" reclamé mientras veo a Michella buscar la llave que abre la puerta.

"Spencer...no me lo vas a creer" respondió con un tono tan nervioso y de sorpresa que me asustó.

No tuve tiempo de preguntarle qué pasaba, porque en cuanto Mica abrió un poco la puerta el aroma exquisito que desprende Michaella se volvió mucho más fuerte. Casi siento como me pega una cachetada tan fuerte que me hizo retroceder. 

La puerta se abrió de par en par dejándome ver un pasillo largo y oscuro. Respiro hondo embriagándome con el aroma que impregna cada rincón de este lugar.

— ¿Spencer? —la voz de Mica me devolvió al momento.

Sin pensármelo mucho crucé rápidamente el umbral de la puerta y caminé, o troté, hasta el último calabozo del fondo.

Escuché vagamente a Michaella seguirme de cerca al tiempo que me preguntaba qué me pasaba. Pero simplemente dejé de escuchar cuando llegué a mi destino.

La miré, estaba parada a unos dos pasos de la reja, noto cómo su respiración está agitada gracias a cómo su pecho sube y baja, sus ojos azules me miran sorprendidos. Sé que me estaba esperando cuando se dio cuenta que entré por esa puerta. 

Me siento extraño, feliz, ansioso, nervioso y al mismo tiempo relajado, realmente no puedo sacarle los ojos de encima, recorro su anatomía una y otra vez de arriba hacia abajo. Todo en ella me hace saber lo mal que lo debió haber pasado todo este tiempo, incluso antes de haber sido encarcelada. Su cabello castaño ligeramente ondulado está bastante enmarañado y seco, su piel luce más oscura debido a la suciedad y su cuerpo...su estado físico es lo más preocupante. Esta delgada, mucho más de lo seguramente recomendable para una buena salud, esta tan delgada que su cuerpo tiembla de frío en este lugar.

Aun así, a pesar del aspecto demacrado que pueda tener, la sigo viendo tan hermosa como seguramente es. Sus ojos no se apartaron de los míos, nadie dijo ni una sola palabra. Su rostro, manchado con tierra y con unas ojeras del porte de la Torre Eiffel, se mantuvo serio tratando de ocultar su sorpresa, sin embargo, sus hermosos ojos azules brillan tanto que me invitan a acercarme.




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