Georgina Hernández Matamoros
Un mes y diecinueve días han pasado desde la muerte de mi hermano, mamá era delgada desde su cáncer de Colón, pero ahora está más delgada de lo que es, y más con la nueva noticia, mi hermana Johany se detectó un bulto en su seno, se realizó ultrasonidos y mamografías, diagnosticando el oncólogo Cáncer de mama, etapa uno.
¿Qué estamos pagando o que pecados hemos cometido? Para que la vida se ensañe, en no dejarnos respirar, de no permitir que salgamos de esta tempestad.
Esa pregunta sinceramente me la hice, mamá solo nos dijo, no somos ricos económicamente, pero creo que casi nadie nos ganaría con toda las situaciones que hemos pasado, parece que solo tenemos cáncer que dar como herencia.
Pero sé que Dios sigue obrando en nosotros, si seguimos orando, creyentes que él es el médico por excelencia.
Y que estas son pruebas que se convierten en oportunidades para enaltecer el nombre de Dios. Recuerdo cuando en el 2017, pasamos más de un mes en UCI con Sergio, hubo niños menores a mis hijos, que sus madres miraron la esperanza de vida en Mi bebecito, mi muchachito lindo. Que pueden vivir más de lo esperado, que con cuidados de amor, pueden estar un poco más de tiempo con nosotros.
Como madre quisiera y daría todo si fuese posible estar en el lugar de mi hijo, parar su sufrimiento, mi bebecito, es un Guerrero de Vida.
Las semanas pasan y llegamos a octubre, mi hermana va a ir a cirugía, pero gracias a Dios, no le quitarán sus senos, solo bajarán un poco de tamaño.
Pero si, por un lado, llueve en el otro no escampa, por la reacción de la primera dosis de la vacuna por edad, ya que los primeros vacunados fueron embarazadas y pacientes crónicos en donde entró mi hermano, ahora Johany está con gripe y reacción de fiebre de la dosis colocada. Pero pareciera que es el virus y no una simple gripe.
Esta última semana de septiembre casi todos en la familia estamos enfermos, exceptuando mi mamá y Sergio, pero para cerrar el mes, mi bebé amaneció cansado y con flema.
Y mi corazón está más asustado de lo normal, las veces que he entregado a mi hijo a la voluntad de Dios, solo pido que no sufra, que podamos estar con él, hace poco llamé al Pastor, él sea convertido en nuestro médico de cabecera, vivimos casi a 5 cuadras de distancia del hospital donde estoy asegurada y cubre a mi niño.
El médico recomienda que lo lleve al hospital, pero solo recuerdo a mi hermano y mis pensamientos se activan en que mi bebé no salga de esta. Cree que sea neumonía nuevamente, con todos los años que tenemos de lucha y milagros, los especialistas me han enseñado a detectar las crisis de mi bebecito, y sé que debo llevarlo, pero el temor de madre en que no me lo regresen es realmente duro, pienso mientras mis manos actúan por sí solas preparando su maleta para salir de inmediato al hospital, ese es el amor, actuar con miedo y con la esperanza en que Dios obrará nuevamente en la vida de mi ángel.
Los médicos dicen Neumonía grave, esperarán estabilizarlo y trasladarlo al hospital público y cabecera del departamento en que vivimos, porque un traslado a la capital mi bebé no lo puede resistir.
Vamos en la ambulancia, por el vidrio de las ventanas de la ambulancia, puedo ver mi centro de trabajo, el dueño y compañeras de la empresa son ángeles de amor, siempre en cada crisis me apoyan.
El médico que va con nosotros en la ambulancia me dice que como la ola de casos de covid sigue, lo más seguro es que a mi bebé lo ingresen a la sala de Covid.
Los nervios me invaden más, porque seguramente estará con más pacientes que si tendrán Covid, en el caso de Sergio, como su saturación de oxígeno es de 75 a 80, con oxígeno logra llegar a 90%, cuando en la mayoría de las personas los valores normales de oxígeno en la sangre son de 95% a más, niveles por debajo de 93% o menos son considerados neumonía, a mi bebecito la saturación se le bajó a 64% una neumonía grave y necesita oxígeno para seguir viviendo.
Reciben a mi muchachito y no permiten ingresar con él, solo puedo darle mi bendición y un beso en su frente, para quedarme en el área de emergencia, mientras llenan los datos del traslado e ingreso, como puedo les pido el favor de que me limpien ami bebé con las toallitas especiales para que no se le hagan llagas. Sé que será casi imposible en que le brinden atención especial, porque el personal médico de este hospital ahora también se encuentran ellos como pacientes, pero ruego a Dios que mi bebecito encuentre un ángel que me lo cuide allá dentro.
Ocho días en que no miro a mi bebé en vivo y directo, el papá de mi bebé logró encontrar un contacto dentro del personal y ella logró tomarle una fotografía al cuarto día de ingresado, solo hemos ido a dejar alimento, que son sus sopitas, jugo y los pampers, con la esperanza que nos dejen pasar un minuto, pero no se ha logrado. Hoy es domingo y son las nueve de la mañana cuando mi celular suena con el número del hospital reflejado en él. Mi corazón se detiene cuando me dicen que vaya a buscar a mi bebé, dejé de respirar, pero la alegría de la enfermera que termina la frase, su angelito es dado de alta, hace que respire nuevamente.
Caigo de rodillas, porque la misericordia y gracia de Dios sigue obrando en la vida de mi ángel.
Llego al hospital y ver la escena que se presenta ante mí, no es más que llamarle milagro, ver la vida de mi hijo, ver ese brillo de esperanza en los médicos, escucharlos, llamar a mi bebé, el angelito del hospital, el niño especial que inyectó y se convirtió en motor de fe, esperanza en ellos y en los pacientes a su alrededor, es dar y seguir dando Adoración al Señor que solo él, es el único que tiene la última palabra.
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Editado: 01.01.2024