Mi mundo.....eres tú

CAPÍTULO 4

Una vez terminado los días festivos del año nuevo, fui al ayuntamiento de la ciudad para tramitar el permiso de mi restaurante. Estaba de muy buen humor porque todo iba resultando de acuerdo a mi plan. Cuando volvía a casa, en la pequeña plaza a un costado del ayuntamiento, había un hombre sentado justo debajo de la escultura que había en el lugar. Me pareció familiar aunque su rostro estaba apuntando al suelo y su mirada se veía perdida. Luego miré a su costado y vi la muleta. ¡Era el hombre del templo! No podía irme sin saber qué había pasado con su amigo, así que me acerqué a él para preguntarle.

_ Ho …hola _ no me miró. _ Disculpa _ más indiferencia. Luego lo tomé del brazo para moverlo a ver si así reaccionaba. _ ¡Ey!, ¿acaso no me escuchas? _ le dije casi gritando, pero conseguí que levantara la vista y se fijara en mí.

Era un hombre extremadamente apuesto. De cabello oscuro, cortito como militar. Tenía unos hermosos ojos negros azulados y una nariz recta y fina que le daban un aire como de aristócrata. Sus labios eran carnosos y rosados como si estuvieran pintados con un labial. Daban ganas de morderlos. Me reprendí a mí misma por pensar en cosas tan banales y me enfoqué al fin en el hombre de nuevo.

_ Lo … lo siento. No escuché _ me quedó mirando fijamente como si me hubiera reconocido.

_ ¿Me recuerdas? _ le pregunté pero movió la cabeza en negación. _Soy la chica que te ayudó con tu amigo ese día en el templo. Me acerqué a ti porque te reconocí y quería saber qué sucedió con él _.

El hombre soltó la rigidez de su cuerpo y sin dejar de mirarme vi que sus ojos se nublaron y se echó a llorar como un niño. Las lágrimas afloraban de sus ojos sin poderlas controlar. La gente que pasaba por nuestro lado me miraba con desprecio pensando que yo había hecho llorar al pobre hombre pero yo no sabía qué había dicho para que él se pusiera así. Sin saber por qué, lo único que se me ocurrió, fue abrazarlo y colocarme delante de él, apoyándole su cabeza en mi hombro.

_ Ya, ya, llora todo lo que quieras. Yo estoy aquí contigo _ no sé por qué le dije eso, pero sentí que debía darle el consuelo que necesitaba. Estaba destruido y suponía la razón.

El hombre estuvo unos 10 minutos llorando a moco tendido mientras yo le hacía cariño en su cabeza y él secaba sus mejillas en mi ropa. Tomé el bolso que tenía a sus pies, le agarré la mano y me lo llevé a mi casa. Caminaba lento con la ayuda de su muleta y en el trayecto no dijo ni pío, ni siquiera preguntó dónde lo llevaba, solo se dejó guiar como cordero al degüello.

Abrí la angosta reja que daba paso a la escalera que llevaba a mi casa en el segundo piso. Sin dejar de tomarle la mano, lo conduje escaleras arriba y lo metí puertas adentro. Lo senté en el sillón y me fui a la cocina a preparar un café. El hombre seguía sollozando y parecía no estar consciente de nada a su alrededor. De repente me invadió una pena enorme. Se notaba que estaba sufriendo y mucho. Quería aliviar su pena pero no sabía cómo.

_ Toma. Bebe esto. Te hará sentir mejor _ le dije contagiándome un poco de su pena.

_ Gracias _ lo bebió pero puso una mueca de rareza y luego me miró intrigado.

_ Tiene malicia _ le dije guiñándole un ojo. _ Ya sabes, un poco de Whisky para ahogar las penas. Ahora …… ¿quieres contarme qué pasó con tu amigo? _ le pregunté y me senté a su lado en el sillón.

_ Él …… murió esa noche de ataque al corazón _ me confesó aun entre lágrimas.

_ ¿Es por eso que estabas afuera del ayuntamiento? ¿Estabas informando de su muerte? _ asintió.

Los dos nos quedamos un rato en silencio pero luego le pregunté la relación que tenía con él. Me contó que “Shota”, como se llamaba el hombre, era su hermano adoptivo, que se había hecho cargo de él luego de sufrir un accidente que lo dejó un año en coma con las secuelas evidentes en su cuerpo y en su habla. Me dijo que su muerte causó un enorme impacto en su vida, que había quedado solo en el mundo y que para colmo de males, la mujer que les rentaba el departamento lo echó sin misericordia cuando supo que Shota había muerto. Ahora estaba en la calle, sin trabajo, sin dinero y sin hogar.

No sé cómo se me salió de la boca pero una vez que lo dije ya no pude retractarme …... O quizás no quería hacerlo.

_ ¿Quieres vivir aquí conmigo? _ Le pregunté con más asombro que él al oír lo que dije.

_ ¿Cómo? Creo que no entiende bien _ me dijo con los ojos abiertos como platos.

_ Tal como lo oíste ¿quieres vivir aquí conmigo? Estoy instalando un restaurante y necesito mano de obra. Yo te doy un techo y comida y tú me ayudas a reparar el lugar, y una vez que esté listo, veremos si nuestro arreglo se extiende. Quizás puedas trabajar de mesero o cocinero …… _ le ofrecí por si le interesaba.

_ Cocinar se me da bien _ me dijo casi instantáneamente. Le sonreí y estrechamos nuestras manos como símbolo de nuestro acuerdo y nueva convivencia.

_ Ven conmigo _ le dije tomándole la mano para ayudarle a levantar del sillón y conducirlo a la habitación extra. _ Este será tu cuarto. El baño es compartido. Yo me demoro en ocuparlo por lo que te sugiero que te levantes antes que yo para que puedas ocuparlo a tiempo. Nota: soy madrugadora. Las comidas y el resto de las labores de la casa las haremos en turnos, una semana yo y la siguiente tú. Sé que tienes limitaciones y no te exigiré imposibles. Sé también que quebrarás muchos platos, pero es el riesgo que corro por tenerte sin un pago mientras tanto. Trabajaremos de sol a sol hasta terminar la remodelación y luego cuando esté todo listo, nuestro horario laboral será de 4 a 12 de la noche. Me ayudarás a atender a los clientes, a limpiar las mesas a cobrar por la comida y a cocinar si fuese necesario. Seremos un equipo y trabajaremos juntos ¿Aceptas? _.




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