Capítulo 39
{Verdades peligrosas.}
William.
— ¿Entonces qué opinas? — pregunta Hernán Gutiérrez, director de mi “futuro” sponsor oficial.
Lo miro, miro a su abogado. Miro el contrato que tengo frente a mí. Miro a mi derecha en donde se encuentra Agustín, mi entrenador, y miro a mi abogado.
Estoy a punto de elegir mi futuro. Ser nadador profesional, hacer lo que amo y encima ganar dinero.
— El contrato estipula que en su equipo durante seis años. Y que iré representándolos a la Villa olímpica el año que viene — digo todo sin poder creerlo. Ellos asienten.
— Allí se estipula cuanto ganaras durante estos seis años, los viajes a los que estás obligado a ir y las condiciones físicas que tienes que mantener. William te queremos en nuestro equipo, por esa razón te incluimos una beca para nuestra facultad, para que sigas estudiando.
Ya lo sabía, había leído unas diez veces el contrato. Es prometedor, tiene muchas cosas buenas y muchas obligaciones.
— Estoy de acuerdo, quiero firmar — digo absolutamente convencido.
Ellos sonríen de forma complacida, como si hubieran ganado un premio.
— Perfecto, firme aquí — señala su abogado. — y aquí. El lunes que viene tendrá que estar en nuestras instalaciones para hacer su examen médico, revisiones de rutina y comenzar con su entrenamiento.
Mi abogado asiente, procedo a firmar con una gran sonrisa en mi rostro.
No puedo creer que vaya a cumplir mi sueño.
— Nos marchamos — dicen ellos.
Hernán estrecha mi mano, al igual que su abogado. También saludan a mi ex entrenador y mi abogado. Una vez que estamos los tres solos. Agustín me abraza con fuerza.
— No tienes idea de lo orgulloso que estoy de vos — admite.
— Muchas gracias, no hubiera tenido la oportunidad de no ser por usted. Me cuesta creer que no seré parte de este equipo.
La parte dura de todo esto. Es tener que dejar una parte de mi vida.
— Es lo que pasa cuando tus alumnos son excepcionales.
— La verdad, si me dejan opinar, — habla mi abogado, — tu contrato es muy bueno. Eh visto muchos, de chicos que juegan al futbol o hacen algún deporte. Son muy pocas las veces que te dan becas para que estudies en la facultad, muchas veces son solo para terminar el secundario. Así que déjame decirte que tienes talento y lo mejor es que sigas por este camino. No entres al mundo de las fiestas y drogas porque terminaras perdiendo todo lo que has conseguido.
Asiento antes las sabias palabras de Hugo. Él tiene razón, necesito estar enfocado. Ya que así llegare lejos y le daré todo a mi familia. Muero por llegar a casa y contarle todo a Yull y a mi mamá.
— Eso es verdad, y no solo por tu carrera. Sino porque ahora estas con mi sobrina y no quiero ver que las pierdes.
— Tranquilos, no me dejare llevar por eso. Tengo objetivos y metas, y entre ellas darles lo mejor a mi novia e hija.
Agustín finge secarse las lágrimas.
— Casi lloro por tus palabras Black.
Terminamos de hablar los tres. Me despedí de ambos y me fui al estacionamiento.
Miro hacia los lados, no hay nadie. Así que aprovecho para soltar un grito eufórico.
— ¡Lo logre! — grite hacia el cielo.
Solté una carcajada, me debo ver como un loco. Pero esta felicidad que siento en mi pecho es increíble.
Cuando estoy a punto de abrir mi auto. Siento un golpe en mi cabeza. Y de pronto todo se volvió negro.
No sé exactamente cuánto tiempo después abrí los ojos, pero cuando los hice. No me costó acostumbrarme a la luz, ya que de pedo había una luz.
Parecía una película de mafiosos, ya que cuando intento mover mis brazos y piernas. Me doy cuenta de que no puedo. Miro hacia abajo dándome cuenta de que estoy atado.
Justo como en las películas, sentado en una silla y atado. Debe ser un sueño, ojala sea un sueño. Intento moverme y lastimarme, pero no me despierto. Tengo miedo, no quiero que sea verdad.
— Veo que al fin te has despertado — dice una voz gruesa. Levanto mi cabeza para encontrarme con un hombre de unos cincuenta años. Cabello lleno decanas y ojos oscuros.
— ¿Quiénes eres? ¿Por qué me tenés acá? — pregunto de forma histérica.
Suelta una risa ronca y sin gracia.
— Así que mi hija, no tuvo la decencia de mostrarte una foto mía — dice mientras toma asiento en una silla frente a mí.
Ese hijo de puta, no puedo creer que esté al frente de este ser tan repugnante.
— ¿Por qué me mostraría una foto del ser más repugnante de toda la tierra?
— Me da gracia, que en la situación en la que te encuentras. Todavía no me has insultado — saca algo de su bolsillo. Veo que la luz se refleja en la hoja afilada de la navaja. — No entiendo porque mi hija está contigo. No tienes dinero, eres un muerto de hambre. Claro tienes buenas notas y un expediente limpio.
Me quedo callado mirándolo. No tengo nada que decir, ya que sigo pensando en cómo consiguió todos esos datos de mí.
Y también sigo viendo como juega con la cuchilla.
¿Querrá matarme?
Tengo que mantener la calma, no quiero empeorar la situación.
— ¿No dirás nada? Es de mala educación no responderle a tu suegro.
— ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Para leerme la historia de mi vida? Porque ya me la sé.
Damián esboza una sonrisa igual a la del guasón.
— Aléjate de mi hija, no me gusta que tenga novio.
— ¿Pero si te gusta prostituirla?
Él se acerca a mí y me golpea con fuerza el rostro. Siento un ardor indescriptible, tiene la mano pesada.
— No me hables así — responde. Toma asiento nuevamente. — Así que sabes que hace mi hija. No me sorprende que no la quieras dejar. Pero ella es una zorra, no creo que alguien como vos quiera estar con una chica como ella.
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Editado: 26.01.2022