Mi Nombre Es D.

Capitulo Nueve

 

stoy sentado en una banca de concreto con mi capucha puesta. María está parada frente a mi mirando a la dirección en la que debería aparecer el tren en cualquier momento. Agito la pierna impaciente, llevamos hora y media esperando el tren el cual parece que se atrasó por disturbios cerca de la estación.

—¿Qué tanto falta? —Pregunto por décima vez a lo cual ella solo me ignora.

—Esto es absurdo —Me quejo.

—Si tanto te molesta estar con ella te puedes largar y no volver. Acabo nadie te quiere aquí.

Levanto la cabeza sobre el espaldar de concreto hasta que todo queda de cabeza. Veo a una chica la cual deduzco que es su amiga por la forma en la que me fulmina con la mirada; lleva puesta una blusa blanca con una camiseta de cuadros color verdes con botones abierta, unos jeans azules y unas botas color café.

—Vee —Dice María con tono alegre y le da un abrazo.

Ella corresponde el abrazo y le da varios besos en la mejilla.

—¿Cómo llegaste? —Pregunta María a lo cual pongo atención ¿Cómo fue que llego hasta aquí? Según recuerdo el único modo de llegar a este pueblo es por vía tren.

—Por la vieja carretera, un sujeto iba de paso así que le pedí un aventón.

—¿Caminaste desde la entrada del pueblo?

—Sí, supuse que estarías aquí así que vine de inmediato. Ven vamos por una pizza, me muero de hambre.

María asiente y empiezan a caminar juntas dejándome atrás.

La caminata se me hace larga y muy aburrida a excepciones cuando miro uno que otro pájaro en el camino. Caminamos un buen rato hasta llegar a una pizzería llamada “RICHI PIZZAS”. Entramos y le doy una ojeada al restaurante; mesas acomodadas en los lados del restaurante con servilletas en ellas, sillas de cuero ya gastado y paredes con algunos posters de pizzas y fotos de paisajes. El restaurante no esta tan lleno ya que solo hay otras tres personas, Vee y María corren a una mesa solo para dos personas. Tomo asiento a unas cuantas mesas lejos de ellas. Veo como un mesero las atiende cuando una mesera llega para atenderme a mí.

—Bienvenido a Ricchi Pizzas las mejores pizzas de todo Drupston ¿Qué puedo servirte?

No la miro ni por un momento. En vez de eso saco mi celular.

—Estoy esperando a alguien, gracias —Digo sin mirarla.

—¿A tu novia? ¿

—No realmente —Contesto cortante ¿No tiene nadie más a quien atender? Me parece que la señora de halla atrás aún espera que tomen su orden.

Miro mi celular para ver si tengo algún mensaje acerca de Talía. Nada. Solo llamadas por parte de S.S (señora Servamp) las cuales se contestan solas con mensajes pregrabados que hice la otra noche en mi habitación.

—¿Entonces estas soltero?

Doy un suspiro molesto.

—Soy gay —Miento. Solo quiero que se vaya.

—¿Y no te gustaría probar algo nuevo?

Pongo los ojos en blanco y miro la mesa en la que esta María y su amiga. Ya no están. Miro a mi alrededor, pero no aparecen por ningún lado. Lo que me faltaba. Me levanto empujando a la mesera y salgo del restaurante, miro por todos lados, pero no hay rastro de ellas.

Doy un suspiro. Ni siquiera me molesto en seguir buscando sé que terminara en un solo lugar. Su casa.

Me doy un momento para conocer más el pueblo. Encuentro varias tiendas que nunca pensé que podría encontrar en este pueblucho; hay un taller de equipos tecnológicos, una tienda de ropa y una tienda de historietas. Entro en la tienda de historietas y me doy cuenta que no es tan solo una tienda de historietas. La tienda está dividida en varios aspectos; a un lado están las historietas, al otro hay una sección de películas con varios carteles de exhibición y al otro unas estanterías de biblioteca y junto a esta un telescopio con un pequeño aviso que dice “50% DE DESCUENTO”. Me acerco un momento al telescopio para observarlo más detenidamente. Tomo la caja junto al telescopio exhibido y lo ojeo. Nunca antes había visto uno, pero admito que la idea de que pueda ver Aster desde el patio trasero me llena de emoción.

—¿Te importaría?

Miro sobre mi hombro y veo un chico de anteojos gruesos, bajo y delgado (prácticamente un nerd). Lleva puesta una sudadera color azul, jeans cafés y unos lentes de marco cuadrado las cuales hacían ver su cabeza más pequeña.

Me quita la caja de las manos y se la lleva al mostrador para pagar. Sin prestar mucha atención al chico miro un rato los libros cubiertos de polvo, probablemente nadie los ha limpiado o tacado en años. Salgo de la tienda y veo al chico de hace un momento llevando la caja con dificultad. Sube la caja a un auto donde un sujeto empieza a gritarle cosas y por su olor a alcohol puedo decir que a bebido, pero eso no es realmente asunto mío. Decido ignorarlo y sigo mi camino el resto del pueblo no es tan grande o amplio como pensé.

 

Ya estaba de regreso en la lujosa mansión. Entro y lo primero que veo son unas maletas junto a la puerta, miro alrededor. Las luces están apagadas. Subo las escaleras hasta el cuarto de María. Golpeo la puerta, pero no responden. Abro la puerta y lo primero que veo es un zapato dirigiéndose hacia mí por lo que me hago a un lado para esquivarlo.

—¿Qué crees que haces idiota? —Pregunta Vee.

Miro la habitación, pero no veo a María.

—¿Dónde está María? —Pregunto con un poco de fastidio.

—¿Qué pasa?

Volteo y veo a María con un tazón lleno de palomitas.

—¿Dónde estaban? ¿Por qué se fueron?

Ella se encoge de hombros.

—Bueno como vimos que te llevabas tan bien con la mesera —Dice Vee con un tono totalmente sarcástico—, decidimos no molestarte.

Miro a María y ella aparta la mirada.

—¿Tomaste tus pastillas? —Pregunto.

—Si.

—Porque no mejor te largas y nos dejas ver la película en paz —Gruñe Vee.

Estoy por discutirle, pero siento punzadas en mi cabeza. Quiero decir algo, pero siento como si mi garganta se estuviera cortando mis cuerdas bocales. El dolor es intenso haciéndome sujetar la garganta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.