Mi Nombre Es D.

capitulo Once

 

vamos a toda velocidad en el Jeep. Siento el viento correr por mi cara y en mi cabellera. Miro al asiento de pasajeros donde Obol y Shirunugue sacan sus cabezas por la ventana para también sentir el viento en sus orejas. Después de unos kilómetros nos detenemos frente a la escuela, la cual está decorada con un panfleto en medio que con un mensaje; “GO MAPACHES GO.” Y junto a estos otros cartelones con dibujos de mapaches con uniformes y banderas. Mi cara se llena de amargura y exasperación.

—Parece que ahora eres un mapache—Dice Talía.

—Eso parece —Digo cortante.

—En tu mochila hay ropa de cambio, una brújula, un mapa y suficiente comida enlatada para seis días.

Solo miro la mochila que está en mi regazo y paso mi vista a la escuela frente a nosotros, no quiero tener que entrar ahí. Talía acaricia mi cabeza con suavidad moviendo mi cabello.

—Parece que necesitas un nuevo tinte.

Pongo mi mano en mi cabeza por un momento y miro a mis dos compañeros peludos mirándome. Sus miradas son tristes pero firmes como si supieran que nos veríamos más tarde.

Bajo del auto y camino de mala gana hasta la entrada principal.

—No pelees con nadie —Dice Talía fuertemente desde el auto.—, no quiero que se repita lo de la última vez. Y no llames la atención.

—Es una escuela —Reprocho dirigiéndome a esta, no es como si pudiera hacer gran cosa además de dormir.

 

 

El rector es el señor Ferguson. Es un anciano vestido de paño y con cabello totalmente canoso que salen incluso de sus orejas que hacen juego con les bellos blancos que se alcanzan a asomar por su nariz. Sus anteojos enormes sobresalen. Sus ojos son pequeños y demasiado juntos y los tirantes que usa lo hacen ver aún más viejo. Me sonríe sentado del otro lado del escritorio y pareciera que la dentadura se le fuera a salir en cualquier momento.

—¿Así que viene a cursar el segundo año y viene de… Canadá? —Pregunta.

—Sí, tuvimos que mudarnos por el trabajo de mi mamá.

—Las clases comenzaron hace dos semanas —Espeta sacudiendo las hojas frente a mí.

—Tuvimos problemas con la mudanza.

—¿De qué parte vienen?

—Vancouver

—Ya veo —Dice cambiando su expresión como si esperara que hubiera dicho otra cosa. Observa nuevamente las hojas y su expresión cambia nuevamente a una más alegre—, entonces le doy la bienvenida —Dice dándome una sonrisa mientras en mis adentros gritaba y maldecía de furor—. Por cierto, tenemos un equipo de futbol y nos hace falta buenos jugadores.

—Me gustaría mucho, pero tendré que pasar.

—¿Ah sí?

—Sufro de asma —Miento, no quiero tener que correr como idiota alrededor de una cancha de futbol.

El señor Ferguson levanta mi carta de aceptación probablemente viendo si lo que digo es cierto.

—Que mal —Dice con decepción—, nos hacen falta más super estrellas —Dice levantándose para dirigirse a un periódico en la pared que está enmarcado. Hay una foto de un jugador con su nombre debajo de la palabra “super estrella”—. Estaremos en primera página la próxima semana del “New York Times” por tercera vez consecutiva. Cinco veces campeón de los torneos con las escuelas más cercanas y muy pronto campeón en la NFL —Dice haciendo una pose de victoria con el puño arriba.

—Debe ser el orgullo del pueblo —Digo con sarcasmo y total desinterés.

—Ya lo creo.

Se acerca a un archivador junto a la ventana, se toma un momento para alimentar el pez que está en su acuario sobre este antes de sacar dos hojas del archivador para pasármelas. La primera hoja es un horario de clases con uno que otro espacio en blanco. La segunda es una lista de las clases electivas (pero obligatorias) disponibles. Escojo las clases de astronomía y cocina, si tengo suerte puedo escaparme o faltar sin que se den cuenta. Cuando le devuelvo la hoja al señor Ferguson este sonríe al ver mis elecciones. El señor Ferguson me da un recorrido por la escuela con uno que otro detalle durante lo que parecen siglos. No pongo mucha atención a sus detalles, en cambio intento tomar nota mental de los detalles que pueda ver y aprender de cada uno de los pasillos y salones para no perderme. Suena una campana, luego otra y el ruido me parece lo más ruidos dándome un pequeño dolor de cabeza. Cuando al fin termina el recorrido me pregunta si tengo alguna duda sobre el recorrido a lo cual respondo que no.

—Bien. Ya estamos a la mitad de la segunda hora. Le presentare a la señora Harris, su maestra de astronomía. Una de las mejores, graduada con honor de Harvard.

—Se oye emocionante —Digo sin emoción.

Avanzamos por el pasillo y el señor Ferguson abre una puerta. Una mujer de aproximadamente treinta años se levanta de su silla y se acerca a nosotros.

—Lamento interrumpir su clase señorita Harris, le traigo un nuevo explorador espacial.

Explorador espacial. Repito en mi mente.

—Ah, perfecto.

Entro al salón y todas las miradas se posan en mí. Es entonces que me doy cuenta de mi nerviosismo; me sudan las manos y siento insectos en la boca del estómago sin mencionar que me tiemblan las piernas. No es la primera vez que hago esto, pero si la primera vez que regreso a una escuela en años. La última escuela en la que estuve fue hace dos tres años donde descubrieron mis cicatrices después de que le rompiera la nariz y un par de brazos a cada uno de mis compañeros de escuela. Dos horas más tarde ya estábamos fuera del condado de Utah.

Paso mi mirada por los veinticinco estudiantes que hay y entre esos noto a María. Siento una corriente que sube por mi vertebra y mi estómago se vuelve un caos. Me concentro un momento el olor del salón intentando encontrar el de ella, pero solo me encuentro con el olor del piso recién encerado y el sudor de los jugadores de futbol que hay en el salón y los demás estudiantes. Aparto la mirada hasta que la señorita Harris habla.




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