—¿Listo? Ahora.
Concentro mi fuerza en las latas sobre el tronco que Talía corto. Nada, no se mueven. Doy un suspiro pesado. Ya llevamos tres horas y las latas aún no se mueven.
—Tal vez estés muy lejos —Dice Talía.
—Estoy a un metro y medio —Digo señalando la corta distancia entre el tronco y yo.
Me tumbo en el césped ya cansado de hacer esto. Ya no quiero seguir con esto.
—Tus manos.
Miro mis manos y veo que están prendidas. Otra vez. Sacudo mis manos apagándolas.
—Vamos, ya casi lo logras.
Doy un bufido.
—Ni siquiera puedo controlar mis llamas ¿Cómo quieres que use telequinesis? Tal vez ni siquiera la tengo.
—¿Y porque no?
—No lo sé —Digo con sarcasmo—¿Tal vez porque soy de Aster? —Respondo con obviedad.
—Tus flamas están conectadas a tus emociones, tan solo debes controlarte.
Miro mis manos. Intento prenderlas. Nada. Obol se me acerca y lame la palma de mi mano derecha.
—Ten, esto talvez ayude.
Atrapo la bolsa plástica con mi mano. La abro para mirar su contenido ¿Qué es esto?
Salgo de mi habitación y me dirijo a la sala donde esta Talía.
—¿Cómo te sientes?
Miro mi vestimenta nueva: unos zapatos deportivos, camisa de algodón y unos guates de cuero negro bastante gruesos.
—Me siento ligero —Digo. Es raro tener ropa normal, tan ligera.
—Será mejor que te vayas o se te hará tarde.
No necesito preguntar para saberlo. Tomo mi mochila y la miro esperando que vayamos hasta el Jeep.
Ella me mira con una sonrisa en la cara. —Adiós.
—¿No me llevaras?
—Creo que puedes correr hasta la escuela, te será más rápido por el bosque —Dice seguido que me arroja un GPS portátil con un camino ya marcado.
—Es broma, ¿no? —Pregunto esperando que lo sea.
—No, que te vaya bien —Dice con una sonrisa
—¿Y qué pasa si mis manos se prenden o me da un ataque?
—Estarás bien. Por cierto, comprare un nuevo celular, ¿te traigo uno también?
—No, lo recuperare.
—No quiero que me llamen —Me advierte.
Salgo de casa sin decir nada, después de todo fue su idea el que fuera a la escuela.
Llevamos caminando media hora. Shirunugue va a la delantera mientras Obol camina a mi lado. Faltan quince minutos para que empiecen las clases. Obol empieza a acelerar el paso y lo sigo. Pocos minutos después estamos trotando. Me mantengo calmado y acelero el paso, veo como mis dos acompañantes peludos empiezan a correr. Siento la necesidad de acelerar el paso, sentir el viento en mi cara más fuerte. Corro lo más rápido que puedo, la ropa ligera se pega a mi mientras los árboles a mi alrededor pasan junto a mí en un borrón. Me detengo en seco enterrando mis pies en la tierra al ver ya la parte trasera de la escuela. Un arbusto se sacude y de él salen Obol Y Shirunugue.
Miro a mis dos acompañantes y les acaricio detrás de sus orejas.
—Supongo que aquí nos separamos.
Ellos me miran y toman camino nuevamente por el bosque. Pienso en irme, vagar por el bosque todo el día no suena mala idea, pero entonces recuerdo que tengo asuntos pendientes por resolver con cierto atleta.
Me adentro en la escuela mezclándome entre los estudiantes. Me acerco al casillero que veo por primera vez; color azul con algo de oxido en la esquina izquierda. Introduzco la clave del casillero y jalo de la perilla. Nada, intento nuevamente pero el casillero no se cede. Jalo desesperadamente de la perilla teniendo cuidado de no arrancarla cuando siento un empujo a mis espaldas haciendo que mi frente choque contra el casillero. Sobo mi frente con mí mano. Veo al super atleta con su chaqueta de futbol alejándose mientras que él y sus amigos se ríen de mí. Aprieto la mandíbula y camino hasta él, pero un brazo se interpone en mi camino, miro de quien es el brazo y veo al chico del telescopio. Siento como mis manos sudan bajo mis guantes. Tengo que calmarme. El chico del telescopio golpea la perilla y el casillero se abre.
—Perilla oxidada —Me dice.
Miro el casillero y después el pasillo por la dirección en la que se fue el super atleta.
—Es mala idea —Dice mientras abre el casillero junto al mío—, su padre es el sheriff y su hermano mayor campeón de artes marciales, no queras meterte con él.
Doy un bufido molesto. Ya de nada me serviría seguirlo ahora.
Entro al salón de clase de astronomía y veo a María, ella simplemente pone los ojos en blanco al verme. Me siento en la parte de atrás. El chico del telescopio se sienta junto a mí. Al abrir su mochila se le cae un lápiz. Me agacho para recogerlo y se lo paso.
—Gracias por lo de antes —Digo pasándole el lápiz—, soy D.
—Daniel Oconer, lo sé, toda la escuela hablo de ti en la semana que no viniste —Me interrumpe—, Soy Sam.
La señora Harris entra dando inicio a la clase de astronomía.
El receso inicia. Sam y yo nos formamos en la fila del comedor. Una vez tengo mi plato Sam y yo caminamos hasta un comedor del fondo. Un montón de gente bloquea el paso y me las arreglo para abrirme paso entre la multitud llegando hasta el causante de la conmoción. Veo a María frente a la rubia que no me dejaba de coquetear en clase.
—Espera —Le digo. Sam me mira y luego a María.
—Tú no eres más que una enferma —Dice la rubia señalando a María—, Y tu—Señala a Vee—, solo eres una rara.
La rubia toma un pudin de su platón lleno de comida y se lo unta a María esparciéndolo por todo su Sweater color rojo.
Solo se escucha un “uhh” por parte de la multitud. Veo como Vee aprieta su puño, está a punto de golpearla.
Me acerco a la rubia con platón en mano y le esparzo mi comida en su uniforme de porrista. Abro la caja de Leche y lo riego en su cabeza. Todos se quedan boquiabiertos.
—Ups, perdona no te vi —Digo con la pena más falsa del mundo.
Ella me mira con una perfecta “o” en su boca. Me mira y luego a la multitud quien solo mantiene su atención sobre ella. Se quita lo que puede de la comida de su uniforme y se va abriéndose paso entre la multitud.