Mi Nombre Es D.

Capitulo Catorce

Contemplo las estrellas. Eh estado acostado en el jardín todo el día, sé que Talía puede verme a través de las cámaras que están en la casa y sus alrededores. Me levanto con dificultad por el cuerpo peludo de Obol que esta acostado sobre mi estómago. Abro la puerta y me encuentro con Talía sentada en las escaleras con sus manos juntas y sus dedos entrelazados.

—Hola —Dice con una sonrisa forzada.

—Hola —Respondo amargamente.

Espero a que Talía diga algo, pero en vista de que no dice ni una sola palabra la paso de largo subiendo las escaleras.

—Sé que quieres saberlo, pero.

—No importa —La interrumpo—, si tiene algo que ver con ellos no me importa, estaré en mi habitación. Buenas noches.

Cierro la puerta de un portazo no sin antes dejar entrar a Obol y Shirunugue. Miro mi habitación de lado a lado. No quiero estar aquí, no en estos momentos ¿En qué estaba pensando al momento de entrar? Abro la ventana y saco una pierna. Obol da un pequeño ladrido.

—Shhh —Digo poniendo un dedo en mis labios—, necesito un respiro.

Salto por la ventana hasta el jardín trasero. Miro la ventana y veo a Obol y Shirunugue asomando sus cabezas.

—Volveré más tarde —Les digo alejándome de la casa.

Camino entre el oscuro bosque sin rumbo alguno hasta encontrarme con un claro del bosque. Camino hasta el centro de este y miro a mi alrededor. Veo una roca de no más de cinco kilos. Estiro mis brazos y me concentro en la roca tratando de levantarla con la telequinesis que Talía tanto dice que debo tener.

Nada.

Con rabia corro hasta la roca, la tomo con mi mano y la arrojo. Por un momento todo se vuelve cámara lenta; la forma de la roca, sus pequeñas manchas, agujero y rayones. Puedo ver detenidamente cada una de sus partes, hasta el más mínimo detalle hasta que se desaparece entre las nubes. Me rasco los ojos por la picazón de estos. Miro mi mano, no sorprendido por mi fuerza, sino por la forma en la que pude ver la piedra desde cada uno de sus ángulos mientras estaba en el aire.

Me rasco la cabeza con desespero. Aprieto mis manos por la frustración. Me gustaría rugir a los cuatro vientos, solo para liberar todo este estres, pero me abstengo de hacerlo. Me siento en el césped lleno de hojas y miro mi mano prendida. Nunca me sorprendió que pudiera usar el fuego. Me concentro levemente hasta que las llamas cambian de color a un azul albino. La respiración se me acorta y los ojos se me humedecen. No la merezco, nunca la merecí, ni siquiera debería tenerla en estos momentos. Apagado mi mano con la imagen mental de Dio presente. Aprieto mi mano mientras me abrazo a mí mismo.

Siento frío, un frio tenue que golpea mi espalda y recorre mis costillas.

Siento una mano en mi hombro la cual me sorprende. Me volteo lo más rápido posible y veo a Talía.

—Vamos a casa —Dice.

Me limpio rápidamente las lágrimas que apenas asomaban antes de que ella los vea.

—Si —Respondo hastiado tragándome el deseo de volver a casa, mi verdadera casa.

 

Miro el microondas esperando el pitido en señal de que la lasaña ya está descongelada. Muevo los dedos de mis pies impaciente. Hoy no tendremos entrenamiento matutino y no tengo planeado volver a la escuela, o al menos no por ahora.

—Listo —Dice Talía poniendo el plato de lasaña recién descongelada frente a mí.

Tomo un tenedor y empiezo a comer la lasaña de Pollo.

Juego con el medio plato de comida que queda. Simplemente hoy no estoy de humor, ni siquiera para comer.

—Me llamaron de la escuela —Dice Talía levantándose de su silla.

No respondo.

—Dijeron que dormías en clase.

Asiento en un pequeño “Mhmm” sin mucha importancia.

—También me contaron que te quejas cuando lo haces.

Dejo el plato a un lado de la mesa y me levanto dejando lo que me queda de lasaña en el plato de Obol y Shirunugue.

—¿Aun tienes pesadillas?

—Estaré en mi habitación —La interrumpo saliendo de la cocina para ir a mi habitación.

Me tiro en la cama. No quiero nada, simplemente preferiría que la tierra me tragase y no me escupiera hasta que quede hecho cenizas. Siento el celular vibrar en mi bolsillo. Lo saco y veo un mensaje de María preguntándome porque falte a clases. Pienso en responderle, pero detengo mi dedo a unos pocos milímetros de la pantalla táctil. Creo que me estoy juntando mucho con ella. Observo mi celular con la pantalla apagada mientras mi mente reflexionaba en lo que he hecho los últimos meses; ir a la escuela, hacer la tarea, ver la televisión… acaso ¿me he vuelto débil? Con enojo dejo mi celular a un lado y bajo las escaleras hasta la sala de estar.

—Vamos a entrenar —Le digo a Talía quien me mira con sorpresa mientras sostiene su taza de café.

 

—¿Listo? —Pregunta Talía.

Me lanzo hacia ella con mi mano encendida. Ella lo esquiva sin problemas al prever mi golpe. Me arroja una patada, pero me agacho rápidamente esquivándola. Lanzo una patada directo a su pie para hacerla caer, pero Talía da un salto esquivando mi patada y me empuja con su telequinesis. Su empuje es suave, solo con la intención de hacer distancia entre los dos.

—Deja de jugar conmigo —Digo rabiosos mostrándole mis colmillos—, quiero que uses toda tu fuerza.

Necesito sacar esta frustración, rabia y confusión de mi sistema. Necesito romper las reglas.

Enciendo mis manos en llamas. Talía usa su legado de agua sacando el agua de un balde cercano y apaga mi puño. Me acerco con mi mano encendida, apago mi mano derecha pero no la izquierda. Salto lanzando el golpe directo a su cara, ella lo esquiva y siento un rodillazo en mi estómago. Me recupero rápido, demasiado rápido. No está usando toda su fuerza. Necesito que saque su fuerza, necesito dejar de reprimirme. Talía recoge el agua del suelo y la que queda en el balde.

—¡¡DEJA DE JUGAR CONMIGO!!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.