Un día no sabes si vas a tener para comer y al otro tampoco.
Hace unos diez años empezamos con esta aventura en la vida. Diez años es una frase y se dice fácil y rápido, pero el tiempo fue eterno.
Todos en casa tomamos la decisión de jamás volver a trabajar para alguien. Gracias a los maravillosos libros nos dimos cuenta que la vida se goza, no se sufre, y la verdad, la rutina laboral era una pesadilla.
Nacer, estudiar y trabajar hasta la jubilación no era nuestro plan.
Pero para lograr la tan ansiada libertad, era necesario: perseverar, ser pacientes y creer, sobre todo creer en nosotros mismos.
Aún no olvido todas las veces que la propia familia se burlaba de nuestras ideas. De las veces que nos declararon los más pobres, los más necesitados y los más jodidos y sí, era cierto, pero no se sentía nada bien escucharlo. De las veces que dijeron: "Ahí vienen estos locos otra vez con el mismo cuento". "No pueden predicar algo que no han logrado demostrar".
Caray parece que fue ayer que no teníamos para comer, que no salíamos ni a la esquina, que no comprábamos nada que no fuera esencial, que no podíamos darnos ningún tipo de lujo.
Llorábamos porque estábamos desesperados. Pensamos en rendirnos. Le preguntábamos tantas veces a Dios: "¿Por qué?". "¿Cuánto más?". Teníamos que aparentar que todo estaba bien.
Aún recuerdo las veces que mis conocidos me preguntaban: "¿A qué te dedicas?". Y yo respondía: "A nada".
Diez años así. Diez largos años viviendo en la pobreza. Desesperados y angustiados, pero fingiendo ante el mundo que todo estaba bien.
Veíamos a tantos conocidos viajar, disfrutar, salir, comprar, y nosotros simplemente no podíamos, pero teníamos una meta y estaba muy clara: LIBERTAD.
Así que aguantamos toda clase de golpes. Ya no recuerdo cuántos años vivimos sin gas, sin boiler, sin agua, colgados de la luz del vecino, con una buena parte de la casa sin piso, con todas las ventanas quebradas, con la sala rota, con las llaves de agua descompuestas, con muebles viejos y maltratados, con muchas goteras, con la fachada de la casa despintada, con un Volkswagen sedan que siempre nos dejaba botados en la carretera, cocinando en una parrilla eléctrica y comiendo una vez al día.
Mucha gente lo sabe. Mucha familia y amigos nos visitaron en esas condiciones, cosa que era vergonzosa, pero había que ser fuertes. Nos decíamos una y otra vez que la recompensa llegaría.
Ahora sé por qué hay tan pocos exitosos en el mundo porque pocos están dispuestos a aguantar durante tanto tiempo circunstancias como esas. Es más fácil y cómodo renunciar a los sueños y ser empleado. Sentirse seguro de que cada semana, quincena o mes va a caer dinero a tu cuenta bancaria y que así será toda la vida, disfrutando sólo unos días de vacaciones al año y alguno que otro fin de semana.
Nosotros no teníamos dinero seguro. Sabíamos que aunque llegara la quincena seguiríamos igual: sin dinero, pero que eso sería temporal. Así que seguimos firmes en nuestra decisión. Cada día más seguros de a dónde íbamos y, como todo lo que se da a largo plazo, finalmente terminamos siendo muuuuy bendecidos.
Yo decidí dedicarme a hacer lo que amaba de verdad y estaba segura que algún día me pagarían por ello: modelar, escribir y marketing. Hoy ya me pagan.
Muchas veces dudé, sufrí y fui criticada, pero seguí adelante creyendo en mis proyectos. Además, sabía que cuando uno es feliz haciendo lo que le apasiona recibe recompensa por añadidura y así sucedió.
Ahora tengo tres libros publicados y orgullosamente puedo decir que inicié desde cero, sólo con los recursos con los que contaba en aquel momento.
Mis padres y el amor de mi vida ꟷquien sufrió a mi lado gran parte de lo anteriorꟷ, son unos empresarios exitosos, dueños de una compañía de seguridad que factura millones de pesos al año.
Ahora nosotros podemos viajar a cualquier parte del mundo, comprar lo que sea, conducir autos lujosos y comprar ropa hasta el cansancio. Si yo quiero, hoy, me compro una mansión o un Ferrari. Si quiero, hoy, puedo volar al otro lado del mundo y volver mañana.
El dinero nunca fue ni jamás será la meta, la libertad sí.
Ahora, los que no creyeron nos piden ayuda. Los que se alejaron quieren ser nuestros amigos. Los que se burlaron nos piden dinero prestado. Los empleados que tanto defendían su postura se están volviendo emprendedores.
¿Y sabes qué? Cuando estás abajo todo el mundo desaparece, hasta la familia.
Por eso a los que van a comenzar les digo que van a sufrir, van a llorar, van a querer renunciar mil veces, van a ser criticados, heridos y lastimados, pero valdrá todo eso la pena.
No importa qué edad tengas ahora, ni tus sueños, ni si tienes estudios o no, sólo importa que jamás te rindas, el que persevera alcanza. Te lo dice alguien que sabe de lo que habla.