Prolongo
Dorian
Mis padres murieron cuando era niño. Mi tío paterno me crio, la verdad, no tuvo muchos problemas. Siempre me dio lo que necesitaba y más. Mi familia proviene de una larga generación de personas trabajadoras y con poder.
Mi padre y mi tío tenían una empresa de marketing empresarial, que con el tiempo, se convirtió en uno de los negocios más reconocidos de la ciudad, podría haber seguido sus pasos, pero no lo hice, yo quería otra cosa.
Cuando me enlisté en el ejército, era un adolescente recién convertido en adulto, al menos legalmente. Mi tío no entendió por qué tomé esa decisión, pero la verdad, tenía el sueño tonto de convertirme en un héroe para mi nación. Al principio, todo parecía noble, pero con el tiempo me di cuenta de que se transformó en algo mucho más pesado, un deber que luego se convirtió en una obligación, hasta que llegué a un punto en el que ya no pude más.
Todo se empezó a desmoronar cuando mi tío murió de un ataque repentino al corazón cuando yo tenía treinta años. No alcancé a llegar a su velorio, solo pude asistir al sepelio. Lloré mucho por su pérdida, pero creo que no lo suficiente.
Hubiera querido estar más tiempo con él, poder haberle dicho tantas cosas que nunca dije o hice, como haberlo abrazado más o haberle agradecido por todo lo que hizo por mí. Pero la vida no espera, y hay momentos que pasan sin que podamos hacer nada.
Mi tío era toda la familia que me quedaba, y no estuve lo suficiente con él. Después de su muerte, heredé todo lo que él había dejado. Contraté a alguien que dirigiera el negocio familiar, mientras yo me ocupaba de evaluar las cosas una vez al mes, mientras seguía en el ejército.
No me interesaba demasiado en los detalles, con el sueldo que recibía por estar en el ejercito lo decidí invertir en la empresa. Lo expandí, lo que lo multiplico, y mi capital creció exponencialmente. Podría decir que soy millonario, no lo hago por el dinero, pero ciertamente, después de todo, podría dejar de trabajar si quisiera y pasarme el resto de mis días cómodamente sin hacer nada.
Aunque no me interesa el lujo y las cosas banales de la vida, algo dentro de mí me pide encontrar un propósito que me llene por completo.
La guerra, el deber, las responsabilidades, todo eso ha desaparecido para mí ahora y no sé si es por la edad, o por las experiencias vividas, pero lo que una vez sentí como un llamado a la acción ya no existe.
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Escucho pasos apresurados acercándose hacia mí. Me detengo y miro hacia atrás.
—Coronel Hayes, ¿está seguro de su decisión? — La voz del Capitán McConaughey resuena a mis espaldas, mientras se acerca rápidamente, el ruido de sus botas al golpear el suelo se mezcla con el sonido de los míos, que ya no son tan firmes como antes.
— Sí, ya tomé mi decisión. Puedo solicitar mi jubilación anticipada. Me enlisté a los 18 años, tuve un ascenso acelerado por mi servicio presentado, y el mes que viene cumplo 38. Según la ley, ya puedo retirarme. Además, ¿no has escuchado al doctor? Mi brazo no quedó del todo bien, aunque se recuperó y pueda cargar algo de peso, ya no podré hacer las maniobras que se necesitan con el equipo táctico. — Respondo sin mirarlo, sabiendo que la decisión está tomada y que no hay vuelta atrás.
— Coronel, usted es excelente en lo que hace. Tiene un historial impecable, y no debe dejarse influir por la opinión de un solo médico. Si lo prefiere, puede consultar a otro, alguien más especializado en su tipo de lesión. — McConaughey sigue insistiendo, preocupado.
— Ya lo he decidido. No quiero escuchar más sobre eso. La decisión está tomada y ya fue aprobada. — Digo con firmeza, acelerando el paso. El sonido de mis botas golpeando el pavimento se vuelve más fuerte a medida que me alejo. Mi respiración es más rápida, aunque no por la caminata, sino por el peso que siento en el pecho.
Me siento agotado. Y no es solo por la lesión o porque quiera retirarme. Estoy jodido, muy jodido. La guerra me ha dejado marcas que no se ven a simple vista, pero que pesan más que cualquier herida física. Y no puedo seguir así.
McConaughey se queda atrás, mudo por unos segundos. Lo escucho susurrar algo que no entiendo, pero no me detengo a averiguar que dice o a responder. He llegado al punto en el que ya no tengo fuerzas para seguir fingiendo que todo está bien.
La verdad es que la carga de los años me ha dejado vacío. El dinero, la fama, el respeto, nada de eso importa si no tienes paz interior. He estado corriendo toda mi vida, tratando de encontrar algo que me haga sentir vivo, pero ya no sé qué es. Lo que una vez creí que era mi camino, ya no lo es más.
Sigo caminando, mi mente en blanco, pero la sombra de mis pensamientos me persigue.
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