Mi Obsesión... Mi Salvación

Capítulo 3

Capítulo 3

Sabine

Las Vegas… La ciudad del pecado, el brillo, el juego y la tentación. La primera vez que vine había escuchado tanto sobre este lugar que, al final, no pude evitar la emoción al llegar, pero no me gustó tanto, como pensaba, por eso esta vez no estaba tan emocionada. Por el contrario Leslie estaba tan emocionada como siempre.

El hotel donde nos hospedábamos era todo lo que esperaba de Las Vegas, lujoso, grande y lleno de luces brillantes. La recepción estaba decorada con cristales posiblemente swarovski que destellaban bajo la luz suave, y el ambiente era el tipo de opulencia que solo esta ciudad puede ofrecer.

El edificio tenía una arquitectura moderna, con un estilo que mezclaba lo clásico y lo contemporáneo. El lobby estaba lleno de gente con atuendos de gala, algunos con trajes brillantes y otros con vestidos de noche que parecían haber salido directamente de una pasarela, pero solo iban a casinos.

Después de instalarnos en nuestras habitaciones fuimos a un casino famoso que también es un antro o algo así, pero que es perfecto para conocer a alguien, divertiré y perder el dinero.

……………….

Leslie, como siempre, ya había encontrado un tipo con el que quería pasar la noche al poco tiempo de llegar, y no dije nada a pesar que su novio estaba en Los Ángeles esperándola, pero claro, se habían peleado antes del viaje, creo que es su estrategia para no sentir culpabilidad por engañarlo.

No la juzgo, yo estoy soltera desde la preparatoria y no me llama la atención ni un poco tener una relacion, la vi coqueteando y me giño el ojo y no puede evitar reírme, se la iba a pasar estupendamente esta noche pero eso significaría que se iría, dejándome sola.

Con las luces del casino parpadeando a mi alrededor. Me quedé mirando el mar de mesas de juego, las máquinas tragamonedas y el bullicio general que llenaba el aire, pero la verdad, no tenía ganas de eso.

Decidí ir la barra por un trago. Era un lugar elegante, con una atmósfera más tranquila que el resto del lugar. El sonido de los cubos de hielo al caer en los vasos mezclado con risas lejanas y conversaciones en voz baja me dio un respiro. Me senté en uno de los taburetes frente a la barra, y pedí un cóctel. Mi mente comenzaba a relajarse, disfrutando de un pequeño respiro en medio de tanta agitación.

Unos minutos después, al girarme para dar una vuelta por el casino, algo inesperado ocurrió. Mientras giraba sobre mis tacones, mi cóctel se deslizó de mis manos y, en un acto torpe, el líquido derrapó y se derramó sobre la camisa de un hombre que se dirigía a la barra.

—¡Oh, Dios! —exclamé, horrorizada, viendo cómo el trago se esparcía por su camisa.

Al levantar la vista, lo primero que noté fueron sus ojos. Eran de un color miel tan claro, tan intensos, que casi me sentí como una presa a la que un león estaba observando con atención. Su mirada era penetrante, y pude ver la ligera sonrisa que comenzaba a formarse en su rostro.

—Vaya, parece que me debes una camisa —dijo con una voz profunda que me hizo estremecer ligeramente.

Me quedé allí por un momento, sin saber si debía disculparme o simplemente reírme de la torpeza. Finalmente, solté una pequeña carcajada nerviosa.

—Lo siento mucho —dije, con una sonrisa que intentaba ser inocente—. Si quieres, puedo pagártela. Aunque, ¿por qué no te invito a un trago?, para disculparme primero. — trate que mi voz sonara sensual, para provocar a este pelinegro sexi.

Él me miró, su sonrisa se volvió más pícara, y con un leve movimiento de cabeza, aceptó.

—Claro, acepto un trago —dijo él, sin quitarme la vista de encima.

Caminé hacia la barra y pedí dos copas de vino blanco. Volví hacia él y se las entregué, sintiendo la tensión en el aire entre los dos. Su altura era impresionante, al menos unos 190 centímetros, y yo, con mis 165 cm de altura y tacones de doce centímetros, me sentía pequeña frente a él.

Era el tipo de hombre que dominaba el espacio simplemente por su presencia, pero no era solo su físico lo que me atraía. Había algo en su mirada que me mantenía hipnotizada. Algo peligroso, algo que me provocaba a la vez.

—No pensaba que este lugar fuera tan… impredecible —dije, sonriendo mientras me acomodaba nuevamente en la barra, girándome hacia él.

—Las Vegas es famosa por eso. Aquí todo es posible —respondió él, su tono de voz bajo, casi ronco. Su mirada se mantenía fija en mí, y no podía evitar el calor que comenzaba a subir por mi cuello.

—Y ¿Cuál es tú nombre? — le dique una sonrisa, mientras tomaba un poco de mi vino.

—Dorian Hayes, a tu servicio… —

—Sabine. —

—Un nombre lindo, pa… —

—Para una mujer linda… lo se. — lo interrumpí. —Y de ¿Donde eres? —

—Los Ángeles. — me dijo mientras tomaba su copa, dios… el pasar su trago no debería de ser algo sexi.

—¿Estas bromeando?, yo también soy de Los Ángeles. — dije tratando de no ver de mas su cuello.

—Quizá es el destino. — dijo mientras me daba una pequeña sonrisa, que me hizo soltar un suspiro.




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