Mi Obsesión... Mi Salvación

Capítulo 4

Capítulo 4

Sabine

Desperté con la cabeza hecha un desastre. Todo daba vueltas, y el maldito dolor de resaca me golpeaba como un tren. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado aquí. Mis ojos intentaron enfocarse, pero las luces del cuarto eran tan brillantes que me costó mucho procesar lo que veía. Me senté en la cama, con las manos en las sienes, sintiendo el mareo por un momento. Los recuerdos comenzaban a regresar lentamente. Las Vegas, Leslie dejándome, el bar, el baile sexi… Dorian.

De repente, me acordé de él. Su mirada intensa, los besos, la pasión que había sido tan repentina, tan… poderosa. Mi estómago se revolvió al recordar lo que había pasado anoche. Pero ¿qué había pasado exactamente?. Nada me dolía, apaste de la cabeza, si hubiera pasado algo más lo sabría definitivamente.

Me inspeccione y traía la misma ropa de ayer, me miré las manos, y fue entonces cuando los vi, dos anillos en mi dedo. Unos jodidos anillos. Uno tenia una gran piedra de corte esmeralda, que posiblemente era un diamante, uno genuino, con pequeñas piedras alrededor de la grande, era brillante y por mi experiencia en joyas caro, y el segundo era un anillo que parecía una alianza de oro liso, de las de matrimonio ¿Qué mierda…?

Mi mente estaba hecha un lío. Me toqué la cabeza, intentando comprender, intentando recordar lo que había sucedido. No había nada que indicara que algo estuviera fuera de lugar, pero estos anillos… ¿cómo los había conseguido? Y lo más aterrador, ¿por qué los llevaba puesto?

Antes de que pudiera procesar más, la puerta se abrió. Me giré rápidamente y vi a Dorian entrar con una bandeja en las manos. El aire fresco de la mañana entró con él, pero lo único que sentí fue una presión en el pecho.

—Buenos días —dijo con su voz tranquila, como si todo fuera normal.

Estaba vestido con ropa cómoda, una camiseta y unos pantalones oscuros, pero no era eso lo que me hizo detenerme. Fue el anillo que él llevaba en su dedo, idéntico a la alianza de oro que yo llevaba. Lleve mi mano a la mi boca para ahogar mi grito de sorpresa.

Dejo la bandeja aun lado de la cama y me quedé mirando el desayuno, un vaso de jugo, huevos revueltos y tostadas. Pero no era eso lo que me importaba y ni lo que estaba pensando.

—¿Qué pasó anoche? — fue lo único que pude decirle

—Nada. —respondió con un tono de voz tan calmado que me descolocó aún más.

Lo miré fijamente. No podía creer lo que estaba sucediendo. ¿Nada? ¿Era en serio? Algo en mis entrañas se revolvió, y la ansiedad comenzó a apoderarse de mí. Intenté levantarme de la cama, pero el dolor de cabeza no me lo permitió.

—¿Qué paso? —le pregunté, mi voz sonando más aguda de lo que pretendía—. ¿Qué demonios pasó anoche? — no quería llorar frente a este hombre.

Dorian se acercó a mí, su mirada fija en la mía, su presencia era tan fuerte, tan imponente, que me sentí pequeña ante él. Luego, con una sonrisa en sus labios, señaló los anillos en mi dedo.

—¿Te parece familiar? —dijo con sarcasmo.

El maldito hijo de puta estaba disfrutando todo esto. Me di cuenta de que él sabía exactamente lo que paso y por qué traía estos malditos anillos.

—¿Nos… nos casamos? —pregunté, mi voz temblando, aunque traté de mantenerla firme.

—Sí —respondió, como si fuera lo más natural del mundo—. Tú lo sugeriste y yo te llevé a la capilla. A las 2 de la mañana, la única abierta. —

Mi mente explotó, y mi corazón dio un vuelco. Mi estómago se contrajo y la sensación de pánico comenzó a subir por mi pecho.

—¡Eso es una locura! —exclamé, mi voz ahora quebrada— ¡Esto se puede anular, no es nada serio! — dije para tratar de calmarme.

Él levantó una ceja, su mirada tan calmada y fría que me hizo temblar.

—Oh, sí. Claro, se puede anular. Pero no lo vamos a hacer. Vamos a seguir casados, solecito. —Su tono era firme, decidido, y algo en su mirada me hizo entender que no iba a ceder.

Mi respiración se aceleró. ¿Qué carajo estaba pasando? ¿Cómo me metí en algo tan estúpido?

—¡Estás loco! —dije, mi voz llena de incredulidad.

Y él, como si nada, sonrió, la sonrisa tan jodidamente confiada que me hizo sentir aún más desesperada.

—Sí, lo estoy —respondió, sin perder ni un segundo su sonrisa.

Mi mente comenzó a correr, buscando algo para salir de este lío. Mi padre, mi santo padre. Si él se enteraba de esto, Dorian estaría muerto o eso pensaba. Me levanté de la cama, dispuesta a enfrentarlo, aunque mi cabeza me daba vueltas.

—Mi padre te va a acabar —le dije, el tono de mi voz tan seguro como pude hacerlo—. Si le cuento, te va a destruir. — lo señale con mi dedo, como si quisiera recalcar que era su fin.

Él no se inmutó. De hecho, su sonrisa se amplió aún más.

—Puede intentarlo, claro. Pero no lo va a lograr. Ya eres mi mujer, Sabine —me dijo con esa seguridad que me ponía de los nervios—. Y si no quieres que termine con el imperio de tu padre, mejor te quedas conmigo. Hoy en día se pueden hacer muchas pruebas falsas en contra de alguien. Yo tengo conexiones, soy un ex coronel del ejército y se podría decir que también un empresario millonario. Puedo hundirlo, no solo aquí, sino fuera del país también. —




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