Capítulo 38
Sabine
El aire en la habitación donde nos tenían era repugnante, y podía sentir como estaba cargado de tensión y miedo de parte mía y de Leslie. Las paredes parecían cerrarse poco a poco, como si quisieran aplastarme junto con el silencio incómodo que reinaba en el lugar. Cada segundo que pasaba sentía que el oxígeno era menos. Omar se mantenía frente a mí a una distancia como de dos metros, estaba sereno, cruzado de piernas como si estuviéramos en una situación normal. Pero sus ojos… sus ojos eran otra cosa. Fríos, crueles, disfrutando de ver mi miseria.
Los otros hombres de su grupo estaban cerca, armados y atentos, como perros listos para atacar.
Intenté mantenerme serena, esconder mi miedo, no solo por mí, sino por mi bebé. Sabía que si mostraba debilidad, ellos la usarían contra mí. Y no podía darles ese poder. No cuando llevaba una pequeña vida dentro de mí. Una parte de Dorian… una parte de nosotros. Que necesitaba proteger a toda costa.
—¿Cuánto tiempo más vamos a esperar? —gruñó uno de los hombres mientras revisaba el cargador de su arma.
—No desesperen, Dorian vendrá. —respondió Omar con una sonrisa torcida. —Lo conozco. No dejaría a su mujercita y a su bebé. Correrá sin pensar y luego lo tendremos a nuestra merced.
Sus palabras me hicieron tragar saliva con dificultad. Sabía que Dorian vendría. Que haría hasta lo imposible por encontrarme. Pero ¿y si algo le pasaba? ¿Y si este hombre lograba su cometido?
……………………….
……………………….
………………………
Dorian
Walter me esperaba a unas cuadras del lugar. Vestido de negro, con su equipo táctico preparado y su rostro endurecido por la concentración.
—¿Qué tenemos? —pregunté al bajar del auto.
—Dos entradas al almacén. Una principal y una trasera. Siete cámaras de seguridad, posiblemente desconectadas, el lugar a estado abandonado por más de tres años. Hemos visto movimientos, hay mínimo cuatro hombres a dentro. No sabemos dónde tienen a Sabine, pero creemos que es en el área central.
—Necesito entrar primero. Me quieren solo.
Walter asintió con la mandíbula apretada.
—Lo sé. Pero cuando demos la señal, entramos todos. En cuanto te empieces a mover, nosotros lo aremos.
Nos preparamos. Me puse un chaleco antibalas que Finch me entregó y escondí un arma corta bajo mi chaqueta. Sabía que probablemente me revisarían, pero no iba a ir desarmado.
Tenía más de una hora para completar el tiempo límite, pero no iba a esperar ni un segundo más.
—Voy a recuperarla. —dije, más para mí que para él.
—Y nosotros te cubrimos.
Me dirigí al almacén con la sangre hirviendo. Cada paso era una promesa de venganza y de darle dolor.
………………………………
………………………………
………………………………
Sabine
De repente la puerta se abrió de golpe. Poniendo en alerta a los Omar y sus hombre. Mi corazón se detuvo por un segundo… y luego volvió a latir con más fuerza.
Era él… Mi Dorian.
Solo. Sin armas y con el ceño fruncido y los ojos como fuego por la furia.
—¡Dorian! —grité y traté de levantarme y de ir con él, pero Omar levantó una mano y me apuntó con el arma haciendo que me quedara en mi lugar.
—Ni un paso más zorrita. —dijo. —Qué romántico. Le dijes que vendría. Y nos sorprendió a todos con su entrada magistral, como siempre coronel. —añadió mirando a sus hombres.
Dorian no respondió. Solo me miró. Sus ojos se clavaron en mí como si nada más existiera. Como una promesa silenciosa de que todo estaría bien. Que había llegado.
—Déjala ir, Omar. Esto no tiene nada que ver con ella o su amiga.
—¿De verdad? Yo no lo creo, porque esto es venganza, Hayes. Tú le quitaste la vida a mi hermano y arruinaste la mía. Ahora, yo te quitaré la tuya… lentamente y no hablo de matarte sino a ella.
Dorian dio un paso adelante, con las manos a los costados, calmado, calculador, pero dispuesto a todo.
—Tu hermano era un asesino, igual que tú. Pero si, cometí un error al dejarte vivo a ti. Pero eso lo puedo solucionar, hoy y aquí.
Omar se rio, pero había rabia en sus ojos.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre él y yo? Que yo sé cómo hacerte sufrir de verdad.
Se giró hacia mí y volvió a apuntarme.
—¡No! —gritó Dorian, alzando las manos. — ¡No lo hagas! Te daré lo que quieras pero déjala ir.
—Que rápido se te quito lo fanfarrón, pero para tu desgracia no quiero nada y no me importa morir, solo quiero que te pudras en sufrimiento antes de irme. —
Entonces Omar apretó el gatillo.
El aire se cortó.
Pero en ese momento…
—¡No! —gritó otra voz.