Mi odio deseado

10.

Las palabras de su amiga resonaron profundamente en su interior, provocándole mariposas en el estómago. Sin embargo, Mía mantuvo la expresión más indiferente que pudo.

—¿Hablamos de otra cosa? —preguntó—. Por ejemplo, ¿dónde estabas cuando mi peligroso vecino irrumpió en mi habitación?

—Escucha —los ojos de Rayna se iluminaron—. ¡Me olvidé por completo! ¿Sabes que hay una pequeña piscina aquí? Hoy la abrieron para la nueva temporada.

—¿Quééé? —Mía abrió los ojos como platos, mirando a su amiga como si tuviera fiebre—. ¿En el territorio de la universidad, supongo?

—Que no, te digo que está en la residencia. En el sótano. Dicen que el antiguo rector desvió bastante presupuesto durante su construcción.

—Interesante cómo no le cortaron la cabeza por algo así... ¿Y cuánto cuesta la entrada?

—¡Completamente gratis! Los chicos mencionaron que también hay una zona para fotos. ¿Vienes?

—No, prefiero quedarme —Mía levantó las manos en señal de rechazo—. No sé nadar. Y ya tengo suficientes fotos.

—¡No puedo creerlo! —exclamó Rayna mirándola asombrada—. ¿De verdad no entiendes nada? ¿Quién va a una piscina para nadar?

—Emmm... ¿Todas las personas que van a una piscina? —respondió Mía, ahora ella sorprendida.

—¡En una residencia universitaria no! —su amiga suspiró y comenzó a explicarle como si hablara con una niña—. Mira, hemos empezado a estudiar en la universidad, ¿cierto?

—Bueno —Mía se encogió de hombros, fingiendo no comprender.

—No alquilamos un apartamento, sino que vivimos en una de las mejores residencias de la ciudad.

—Supongo, no conozco otras.

—No me interrumpas —Rayna se tocó la cara con los dedos, intentando mantener su línea de pensamiento—. Entonces, ¿qué más? Aquí hay muchos chicos guapos y atléticos. Y para conocerlos, hay que hacer un pequeño esfuerzo. ¿Y dónde se encuentran los chicos más atractivos?

—¿En la piscina? —sugirió Mía tímidamente.

—¡Bravo! —exclamó Rayna, como si estuviera a punto de aplaudir—. Dos en uno: encontrar al chico más guapo y mostrar todos tus atributos.

Con esta última frase, le guiñó un ojo cómplice a su amiga.

—A mí, por ejemplo, me vuelven loca los tatuajes —añadió.

—Yo prefiero conocer a la gente de manera más formal —comentó Mía con escepticismo.

—No seas aburrida, Mía. Vamos, será divertido. Podrás liberar estrés antes de tu viaje a casa. De todos modos tendrás que ir, ¿verdad?

—En eso tienes razón. Pero ni siquiera tengo traje de baño.

—¡Entonces vamos a elegir uno!

Dicho y hecho. Media hora después, las amigas estaban en el centro comercial. Rayna se detuvo frente a una boutique, examinando los escaparates con mirada evaluadora.

A pesar de la leve resistencia de Mía, Rayna consiguió arrastrarla a la tienda. Inmediatamente se les acercó una dependienta.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? —preguntó la mujer con una amable sonrisa.

—Buenas tardes —respondió Rayna—. Estamos buscando un bañador genial. No para la playa, sino uno que resalte todo lo que debe resaltar.

—Entiendo. ¿Y qué talla?

La chica se quedó pensativa por un segundo antes de indicar dos tallas diferentes. Mía, por su parte, parecía haberse quedado paralizada, con los ojos clavados en la etiqueta de precio más cercana. La empleada de la tienda la devolvió a la realidad.

—Les propongo estos dos modelos. Son muy cómodos y se ajustan al cuerpo como una segunda piel —dijo.

—¡Perfecto! —exclamó Rayna con entusiasmo—. Oye, Mía, despierta. Vamos a los probadores.

Caminó con paso decidido hacia los probadores, arrastrando a su amiga consigo. Mía la seguía obedientemente, observando la mercancía mientras avanzaban. Se sentía tan incómoda en aquel lugar que solo deseaba salir cuanto antes.

—Toma, este te quedará perfecto —Rayna le extendió un traje de baño naranja de una pieza con un diseño asimétrico: un solo tirante y un seductor corte que dejaba al descubierto la cintura por el lado opuesto.

Mía, como hipnotizada, lo tomó y entró en el probador. Solo entonces se le ocurrió mirar la talla.

—¿Cómo supiste mi talla? —preguntó sorprendida.

—Mi madre cose ropa. Es su hobby —respondió Rayna con naturalidad—. ¿A que es genial?

—Ajá.

La suave luz del probador resultaba relajante para cualquiera, pero no para ella. Mía se puso el traje de baño con sumo cuidado, temiendo dañarlo. La dependienta tenía razón: le quedaba como un guante.

—¿Lista? —preguntó Rayna.

—Sí.

—Entonces, salgamos.

Las chicas salieron de los probadores casi al mismo tiempo. Rayna llevaba un bañador fucsia de un estilo ligeramente diferente. Tenía ambos tirantes y más recortes en los laterales.

—¡Vaya! —exclamó Mía con admiración—. Pero, ¿no es demasiado revelador?

—Puede ser. Por eso no te lo ofrecí —se rió su amiga—. ¿Y qué te parece el tuyo?

—Es muy bonito —respondió Mía tras una pequeña pausa—. Y caro.

—Ya te dije que te lo compraré yo.

—Pero Rayna, esto es incómodo...

—Lo incómodo sería ir a la piscina sin bañador —replicó Rayna—. Mira, fue mi idea arrastrarte allí. Yo sola no iré y no tengo otras amigas. Así que es mi problema.

—Pero...

—Nada de peros. Cámbiate, vamos a la caja.

Poco después, las amigas salieron de la tienda con dos elegantes bolsas de marca en sus manos.

—Vaya, mira quién está aquí —Rayna señaló discretamente hacia la izquierda.

Mía giró la cabeza y se encontró con la mirada de Aril. Él estaba a unos cinco metros de distancia, observándolas sin disimulo. Ella se mordió el labio: la camiseta blanca realzaba su torso musculoso, mientras que las mangas cortas dejaban ver sus fornidos brazos decorados con varios tatuajes.

—Oooh, y a la luz del día se ve aún mejor —sonrió Rayna.

—Oye, Rayna, hay algo que no entiendo —Mía bajó la mirada cuando Aril le guiñó un ojo al notar que lo observaba—. ¿Ya no lo consideras peligroso?



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.08.2025

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