— ¿Aril? — susurró Mía con voz temblorosa, sus ojos se ensancharon de sorpresa e incredulidad.
Al principio no creyó lo que veían sus ojos. Pensó que podría ser simplemente la continuación de un sueño.
— Ajá —el chico sonrió con esa sonrisa especial y cálida que Mía recordaba tan bien—. ¿Me llamabas?
— ¿Pero cómo?... ¿Dónde?... —por la conmoción, Mía perdió la capacidad de pensar con claridad.
Sus pensamientos se confundían y la cabeza le daba vueltas.
— Hablaremos después, tenemos que huir de aquí lo más rápido posible —Aril se acercó y le tomó la mano.
Su contacto era cálido y reconfortante, como un islote de seguridad en medio de un turbulento mar de miedo.
La chica se levantó y se tambaleó, pero Aril la sostuvo, sujetándola firmemente por la cintura. El aroma a mentol le hacía cosquillas agradables en la nariz.
— ¿Qué te pasa? —preguntó el chico preocupado, sus ojos llenos de inquietud.
— Ayer me pusieron algo en el té. Creo que era un somnífero —explicó Mía, tratando de ocultar el temblor en su voz.
— ¡¿Qué?! —en los ojos de Aril se encendió un fuego peligroso, y sus mandíbulas se tensaron.
Nunca antes Mía lo había visto tan furioso.
El chico sintió un intenso deseo de "hablar" con toda la familia, pero comprendía perfectamente que hacerlo pondría a Mía en peligro. Nada en el mundo era más importante que su seguridad.
—¿Cómo saldremos de aquí? —preguntó la chica señalando hacia la ventana, mientras se apoyaba involuntariamente en su hombro—. Está muy alto.
—Bueno, lo tengo todo planeado —Aril sonrió con la comisura de los labios, luego se acercó a la puerta y llamó suavemente.
En ese mismo instante la cerradura hizo clic, y en la abertura apareció la cabeza de Nila.
—Hola —susurró ella, mirando nerviosamente por encima del hombro.
—¡¿Nila?! —exclamó Mía sorprendida, sintiendo cómo la realidad volvía a escaparse bajo sus pies.
—Shhh —Aril y la hermana se llevaron los dedos a los labios simultáneamente—, no hagas ruido.
Nila los guió cuidadosamente por el pasillo. De vez en cuando miraba tras la esquina para asegurarse de que el camino estaba despejado.
—A partir de aquí sin mí —dijo la chica, jugando nerviosamente con los dedos en el borde de su vestido—. Si mamá o papá me atrapan, me van a caer palos.
—Gracias, Nila —Mía miró a su hermana con calidez y gratitud, sintiendo cómo su corazón se llenaba de ternura por esta valiente chica.
Ahora sentía vergüenza por no haber esperado de Neonila un acto tan noble.
—Emil es genial, por supuesto —respondió Nila, sonriendo con picardía—. Pero Aril te queda mejor a ti. Seguiré tu consejo y me quedaré con Emil para mí.
Aril resopló suavemente—claramente no compartía la opinión de que Emil fuera genial. Su mano apretó instintivamente con más fuerza la de Mía, mientras en sus ojos destellaba una chispa de celos que intentaba disimular.
—Piénsalo bien, Nila —respondió Mía con voz temblorosa, sintiendo cómo el calor recorría su cuerpo por la cercanía de Aril.
Comprendía que este no era momento para largas conversaciones ni consejos. Las hermanas podrían hablar más tarde, cuando estuvieran a salvo, lejos de aquel lugar aterrador.
Nila se dio la vuelta y se marchó con pasos ligeros, casi imperceptibles. Aril tiró suavemente de la mano de Mía para continuar avanzando. Su contacto enviaba descargas eléctricas por todo su cuerpo, acelerando los latidos de su corazón.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Mía, pisando con cautela por el pasillo.
Su cabeza daba vueltas con tantos giros, habitaciones y bifurcaciones, pero la cercanía de Aril hacía que todo pareciera menos amenazante, como si su presencia fuera un escudo contra el peligro.
—¿Te refieres a este edificio en particular? —susurró Aril, manteniendo su voz lo más baja posible, aunque incluso así se percibía una profundidad y notas aterciopeladas que erizaban la piel de la chica.
—No, a Arks —dijo Mía, admirando sin querer los rasgos afilados de su rostro en la penumbra.
—Es una larga historia. Tengo algunos contactos —respondió el chico brevemente.
En el fondo de sus ojos, Mía podía ver un fuego que ardía solo para ella.
De repente, Aril se detuvo en seco. Mía casi chocó contra su torso. En algún lugar delante de ellos se escuchaban pasos.
—Alguien viene —susurró el chico.
Miró rápidamente a su alrededor. Sus ojos se posaron en una puerta con un letrero: "Cuarto de limpieza". Sin pensarlo, Aril se lanzó hacia ella, arrastrando a Mía consigo.
—Querido, ¿estás seguro de que esto será bueno para Mía? —la chica reconoció la voz de su madre y se quedó boquiabierta.
—Sí, y ya hemos hablado de esto —este era su padre.
En el cuarto de limpieza había poco espacio; el aire estaba impregnado con olor a polvo y madera. Estaban de pie junto a la pared, apretados uno contra el otro, rodeados de cajas, fregonas, cubos y otros trastos. El cuerpo de Aril irradiaba un calor que envolvía a Mía, y sus latidos resonaban en el pecho de ella.
Aril volvió a presionar un dedo contra sus labios, indicando que era mejor no hacer ruido. Mía simplemente apoyó la cabeza en su pecho, perdiéndose en su abrazo e inhalando el familiar aroma a mentol. El chico apretó los dientes; estaban demasiado cerca.
Tan pronto como las voces y los pasos se desvanecieron, abrió cuidadosamente la puerta y se asomó al pasillo. No había nadie. Los dos fugitivos continuaron su camino.
Finalmente llegaron a la calle y corrieron hacia el coche estacionado.
—¡Alto ahí! —resonó la voz de Emil a sus espaldas.
Mía se quedó paralizada. La voz de Emil retumbaba en su cabeza como una sentencia. Le parecía que era el final—habían perdido.
—Rápido al coche —Aril apretó su mano con más fuerza—. ¿No pensarás que voy a entregarte a él?
Ella no respondió. La capacidad de actuar finalmente regresó, y Mía saltó como un rayo al interior del vehículo. El chico se sentó al volante, y el automóvil arrancó al instante.