En la noche nos reunimos los cuatro en mi habitación haciendo la última juntada. Vemos alguna película, luego comemos y cada uno duerme en la parte que más le parezca cómoda. A veces nos turnamos, o es en la habitación de mi hermano o la mía.
—¿Qué quieren ver? —pregunta Dante con falsa emoción.
También está afectado, no lo dirá pero sí.
—Algo de acción —responde mi escolta antes de ir con la comida al balcón.
No tengo hambre pero no puedo ser descortés con ellos que preparan todo con buenas intenciones.
—¿Y si vemos de terror? —prende la tele buscando las películas.
—Una de romance —dice Neel guiñandome un ojo con complicidad.
Tonto.
—Una divertida —digo con la voz rasposa por lo que lloré mucho.
—Concuerdo —levanta el pulgar mi escolta aprobando mi opción.
—Mejor esa —contesta su hermano.
—Yo quería la de terror, pero bueno.
Dante se sienta en la silla de mi escritorio, Xuban y Neel frente a mi cama en el piso y yo en mi cama.
La verdad ni sé de qué va la película, solo pienso, vuelvo a recordar el pasado, lo sucedido hace unas horas, y tratando de pensar lo que sucederá en el futuro, en mañana.
Siempre quise alejarme un poco de mi familia pero no demasiado, irnos a otra parte que quedará muy lejos... No hablaré precisamente el mismo idioma del pueblo como supuestamente debería ser, pero sí inglés, español e italiano. Pero nuestro reino está lleno de inmigrantes de todas partes así que te encontrarás con muchos, pero más de los que limitan.
Las risas de ellos me sacan de mis pensamientos, sonrío forzada y como ninguno me presta atención, salgo al balcón en silencio. Observo el cielo nocturno un poco nublado, una ligera brisa de primavera, algo fría de más para mi gusto, hace que cruce mis brazos tratando darme calor.
Siento los ojos picar por las lágrimas que quieren volver a salir.
Última noche aquí.
—Ava, el rey requiere ahora de tu presencia en su estudio.
No me quedará de otra.
Me devuelvo pasando por al lado de mi escolta que ya está con su típica ropa negra y saco ocultando su pijama.
—Habla tranquila —escucho que dice mi hermano mientras me coloco el tapado largo lila.
Por más que sea mi padre y esté en mi... ¿casa?, tengo que estar presentable. Solo tengo puesto el camisón morado claro, que parece más un vestido que ropa de dormir.
—Me pides mucho —carraspeo cuando escucho mi voz temblar.
¿Qué querrá ahora?
En silencio vamos caminando hacia el lugar de encuentro que pidió.
Todo está en penumbras, algunos guardias pasan controlando como siempre. La única luz que alumbra es la de la luna que entra por los grandes ventanales rectangulares que hay en el pasillo en frente de las escaleras.
Subimos rápido las escaleras dos veces, caminamos derecho al final del pasillo observando las dos grandes puertas oscuras de roble. Estas se abren dejándome ver a...
—Alessandro.
—Ava —dice con desprecio mirándome de arriba abajo—. Te está esperando adentro.
—La espero por aquí, princesa —me avisa Xuban a lo que yo asiento.
—Vamos Nicolai.
Siento que tiran de mi tapado pisándolo, miro atrás dándome cuenta que el nombrado lo hizo apropósito solo para sonreír de lado mirándome de arriba abajo. Su típica mirada que me repugna.
Antes de entrar respiro ondo y entro cerrando las puertas a mis espaldas.
Su estudio es muy grande, dos o tres habitaciones juntas son más o menos, ya lo podrán creer. Camino un pequeño largo tramo hasta estar en frente del escritorio. Hago la reverencia y espero a que hable.
—Ava —suspira audible antes de continuar—. Solo quería informarte lo que debes saber ya que el numerito que hiciste en la tarde no dejaste que continuara. Toma asiento.
Hago caso sentándome en el sillón individual verde oscuro.
—Como sabes, al aparecer el alba se marcharán. Ten mucho cuidado, por más que estés afuera no quiere decir que no sigas comportándote como ahora, pero menos rebelde —asiento mirando a otra parte, aún no puedo mirarlo y si lo hago son milisegundos nada más—. Estudiarán en una escuela pública, tememos a que si van a una privada puedan saber de ustedes, mejor no correr el riesgo. Por último, sus escoltas me mandarán cada fin de semana el estado de ustedes, y más le vale que esté todo bien porque tendrán problemas.
Sigo asintiendo.
—Ava... —frunzo el ceño al escuchar el cambio repentino de voz, es suave ahora—. Lo lamento. Esta tarde... lo de años sucedidos...
Mis ojos se llenan de lágrimas nuevamente, levanto la mirada y por primera vez después de muchos años, puedo verlo a los ojos por más tiempo. Me duele y desconcierta su mirada, parece dolido también.
¿Dolido? ¿Viktor Ivanovski, Rey de la serenidad y la dureza?
Debo de estar delirando.
—Ya está olvidado.
—No lo está, Ava —se levanta de un elegante salto de su gran sillón parecido a su trono.
—Sí, y listo. Con su permiso, me retiro —me levanto también haciendo una vez más la reverencia y yendo rápido a las puertas.
Escuché demasiado. No puedo seguir aquí si solo su propósito es lastimarme.
Bah, siempre lo fue, esta vez no fue la excepción...
—Ava... ¡Mi niña!
...o tal vez sí.
Dejo de caminar.
En todo el lugar se queda en silencio, mudo.
Mi respiración se agita.
Escucho agitada también la de él rompiendo el silencio.
Mi corazón late desenfrenado.
La melancolía se crea en el ambiente, pero se disuelve rápido creando una nueva: pena.
Nunca más escuché esas palabras, nunca más. Ahora las vuelve a mencionar.
—¡Mi niña!
—¡Papi! —corro a abrazarlo y el me recibe con los brazos abiertos.
—¡Mi niña! Mi princesita perfecta.
—Volviste —una vez que estoy en sus brazos, me hace girar en el aire.
Podemos escuchar a mamá regañarnos desde lejos porque siempre cree que se puede caer mi tiara.
Papi no le hace caso, la acomoda al igual que mis dos trenzas algo despeinadas por haber jugado con mi hermano favorito, y por último acomoda mi vestido morado.
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Editado: 05.11.2024