Mi Otra Mitad

Capítulo 10

Un paseo a esta hora de la noche que no la sé porque dejé mi teléfono en mi habitación pero Chad quiere sacarme a pasear. No me quedó más que seguirlo y no solo porque lo dijo él o porque lo mencionó, solo que volver a mi miseria no es tan llamativo como ir a dar una vuelta y distraerse realmente con un desconocido con el cuál intentó matarme y vivo con él lamentablemente. Sí, estoy cuerda aún.

Nos fuimos caminando hasta llegar a un estacionamiento que no había visto y quedaba en las sombras de uno de los primeros edificios que disponía la escuela. Éramos muchos los que quedábamos en situación de nuestros padres nos mandaban lejos a estudiar mientras ellos "trabajan".

Tampoco aún sé por qué ellos me enviaron lejos, hay algo que se me escapó y nunca lo escuché o si lo hice lo olvidé pero es raro porque nunca olvido algo que me concierne. No creo que es por lo de Lionetta y Alessandro, algo más puede haber.

¿Y sí es por quién desposaré en un futuro por no haber elegido alguien?

No. No debo pensar en esas cosas, ellos no son capaces de eso.

Claro que no, como tampoco fueron capaces de lanzarte en cada gala a algún hombre que bailara y me analizara o yo lo eligiera.

—¿En qué piensas? Te has quedado paralizada —doy un leve salto al escucharlo, me mira confuso, me quedé a mitad de camino.

—En si debería matarte o no —contesto con indiferencia caminando lo que faltaba llegando a un auto negro de alta gama.

—Que graciosa —quita el seguro de las puertas y abre la del copiloto para mí.

Una vez más miro hacia atrás, tengo la posibilidad de volver y olvidar esto pero nuevamente esa sensación de familiaridad me vuelve a llamar me vuelve a empujar y mi cuerpo reacciona entrando al auto y dejando que él cierre la puerta. Bien, acepté, no hay vuelta atrás.
Mientras espero doy una rápida mirada al vehículo, todo es negro no hay otro color que no sea ese, el perfume de Chad es tan fuerte que hace cosquillas en mi nariz, una mezcla extraña que identifico como ácida y mentolada a la vez. Me gusta.

—¿A dónde iremos? —es lo que primero pregunto a penas entra.

—A divertirnos —solo contesta eso y decidido enciende el auto colocándonos en el camino en cuestión de segundos.

Se que no hablará, su mirada neutral y concentrada es como un aviso de "si me hablas te ignoro". Bah, no gastaré saliva.

Es un tramo largo que pasamos a pesar que estamos prácticamente en plena ciudad. De a poco los edificios se alejan y da paso a casas y lugares más... hogareños. Inevitablemente me abrazo a mi misma, odio ir alguna parte donde se siente eso y claramente no soy bienvenida porque ni siquiera donde he vivido en mis diecisiete años se ha sentido de esa manera, es algo extraño para mí.

—También me da escalofríos —escucho un murmuro a mi lado y eso me sorprende, su boca sellada se abrió—, muchas cosas extrañas, paso.

—Tal vez —vacilo un momento sus palabras, sonaron como si ocultaran algo más pero...—. ¿Cómo es que sabías lo que pensaba?

—Desde que empezamos a pasar por aquí tu mirada es de incomodidad, como si quisieras huir y no de mí —arqueo una ceja al escuchar esa parte, tan confiado—, y sé que no lo harás.

—Uno nunca debe estar seguro —una sonrisa ladina se dibuja en su rostro contagiándome también—. Ya, salgamos de aquí antes que me de arcadas.

—Como ordene su majestad —su tono burlesco me impulsa a que le pegue en el hombro pero agilmente lo evade haciendo que golpee el asiento—. Eres tan predecible, controla tus acciones y emociones que no sabes cuándo te pueden fallar.

—Lo que digas, pisa el acelerador quieres —masajeo mi mano y muñeca ya que se había doblado fuerte, y él sin dudar hace caso.

Minutos después llegamos a un lugar donde jamás pensé pisar, donde películas y series muestran que es algo cotidiano pero eso en mi diccionario no está. Una vez soñé con ir a uno pero estar ahora de pie en la entrada con mucha gente al rededor y mucho ruido...

—Me largo —doy vuelta lista para retirarme del parque de diversiones pero su mano atrapa mi ropa por la espalda impidiendo que de un paso más.

—Vamos no seas cobarde, ¿a caso nunca visitaste uno? —me mantengo callada y puedo notar de reojo que su sonrisa se desvanece—. Me estás mintiendo —muevo la cabeza a los lados negando–, increíble.

—Increíble o no... ¡Chad déjame! —intento dar pasos pero el simplemente me arrastra hasta casi el medio del lugar, la entrada se pierde en mi campo visual cuando muchas personas tapan este al igual que la distancia—. No debí aceptar venir.

—Tarde —se encoge de hombros soltándome, sabe que no me iré porque me perderé fácilmente como una aguja en un pajar—. Vayamos algún juego como tirar dardos o aros, ¿qué dices?

—Mientras no me metas a lugares así —señalo donde se veía la boca grande de un payaso a unos cuantos metros de nosotros— reconsideraré en no matarte.

Odio esos lugares, no es bonito cuando tu adorable tía te encierra en uno por varias horas... No, quiero mantener mi poca salud mental que pude recuperar.

—Se supone que son para que las personas se asusten pero es ridículo todo lo que hay dentro, no perdamos tiempo, ven —tiró de mi brazo como si de un títere me tratase para caminar del lado contrario.

Pasábamos por varios puestos de juegos, algunos habían muchas personas esperando, en otras eran parejas y también niños en los que eran más infantiles. Nosotros nos detuvimos en uno donde había una fila con dos chicas adelante y otras dos estaban jugando. El lugar era colorido, luces pequeñas rojas y amarillas colgaban y se enroscaban en algunas partes, se veían globos azules inflados del lado derecho y del lado izquierdo globos negros donde solo uno había sido reventado.

—¿A qué va el juego? —pregunto tratando de adivinar mientras avanzamos un poco más.

—Parece que algo te dan para hacer, no lo sé bien.

Esperamos nuestro turno para avanzar y pagar cada uno cinco dólares, vemos a un hombre alto con bigote y vestido como los demás que trabajaban ahí, una camisa roja y un pantalón gris, un sombrero plano amarillo y por último una nariz roja de payaso. Pobre, lo compadezco, me hace acordar cuando hicimos un juego con Dante, Neel y Xuban y el perdedor debía disfrazarse con lo que cada jugador encontrara y adivinen quién tuvo que vestir ridícula por no haber respondido bien unas preguntas.




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