Mi Otra Mitad

Capítulo 11

Siento que me sacuden y de inmediato abro los ojos, me cuesta un poco recobrar el sentido pero lo hago cuando me doy cuenta que Neel me está mirando extraño. ¿Qué? ¿Alguien no puede haber dormido bien y estar cansado así al día siguiente?

—Llegamos, Ava —me señala con la barbilla, noto primero que se ha dejado crecer un poco más la barba haciéndolo ver más serio, lo que no es del todo, luego sigo su mirada y veo la escuela donde muchos alumnos estaban entrando—. Te veo más tarde.

—Te avisaré cualquier cosa —contesto estirándome antes de tomar mi mochila y teléfono para así salir— Addio.

No vuelvo a verlo, no gasto más tiempo en esperar algo como antes.
Venir me ha traído posibilidades como oportunidades nuevas pero también me ha quitado cosas y aunque no lo hemos hablado con Neel, lo nuestro parece haber terminado.

"¡Ay que dramática, Ava!"

Eso es lo que seguro están pensando, puede que sí, pero también puede que tengan razón. Ya no es tan cercano como lo era, no es tan atento a cosas mínimas. Ya no es lo mismo de antes. Me siento ridícula porque por un momento creí tener la posibilidad de que fuéramos algo más que solo princesa y guardaespalda, en las historias siempre el amor se da en donde menos te lo esperes, en donde menos piensas, yo parece que lo pensé demasiado y perdí ahora.

No, voy a intentarlo una vez más. Miro hacia atrás con mi última gota de esperanza que Neel siguiera viéndome, esperando algo más pero... no está.

Oh Neel, de verdad lo desee pero al final creo que fue un poco tarde todo, igual una vez más la vida me recalca que solo soy un objeto que será vendido muy pronto.

Siento una lágrima caer y rápidamente la limpio. ¡Soy patética! No debería de estar sintiendo esta molestia en el pecho pero es inevitable, es... él fue... mi primera ilusión. La única persona que era capaz de protegerme, entenderme, quererme y estar para mí cuando más lo necesitaba y no solo en eso sino en los momentos buenos también. A lo mejor me estoy precipitando pero si no hay mejora, no puedo rogar por algo que ya no hay otra oportunidad.

Unos golpes en mi cabeza y brazos siento, al girar veo que son hojas de papel arrugadas. No quería amargarme más el día pero no debo de olvidar que aún soy el hazme reír de la escuela. Muy bonito.

Espero un poco para así entrar al establecimiento, escuchaba murmullos y risas. Me importa poco lo que digan de mi vestimenta pero siento que los colores morados, lilas, violetas, bordó y negro me han acompañado a lo largo de toda mi vida como princesa, y si mi madre dijo que no hay que olvidar nuestras costumbres y quienes somos, pues es lo que estoy haciendo.

Al entrar al aula, habían pocos alumnos que recién iban llegando también, mis ojos se posaron en cierto pelinegro con ojos avellanas claros que me veía pensativo. No supe que mirada dirigirle porque no sé si cambiará de parecer, lo terrible de este asunto es que él sabe mi verdad como yo la suya, bueno no estoy tan segura de lo que es pero no debe de ser ordinario si apareció en el castillo.
Tuve muchas dudas cuando llegué, no sabía si alguien más me conocía, si me ha visto en más partes o por suerte no luzco como la princesa que soy.

Al sentarme en mi lugar dejé mis cosas y sostuve mi cabello largo, creo que debo aceptar el cambio de look.

—Ni lo sueñes —doy un pequeño salto en mi lugar cuando escucho su voz, levanto mi cabeza con los ojos muy abiertos—. ¿Viste un fantasma?

—Eh... ¿Cómo...? —observo a mi alrededor, miradas curiosas estaban asombradas como yo.

—Ya te lo dije, eres como un libro abierto —su voz era baja y moderada, una conversación íntima como si fuéramos cercanos desde siempre.

—Es que, si lo que estamos hablando es de lo mismo... alguien más puede reconocerme —lo último prácticamente lo susurro y veo sus ojos, en microsegundos el entendimiento pasa por estos y da un leve asentimiento de cabeza— sino no lo haría.

—Algo muy pequeño, no lo hagas tan brusco o puedes llamar la atención, la que no quieres —se sienta a la orilla de mi escritorio cruzado de brazos, muy seguro y tranquilo de sí.

—Ya veré —por unos segundos un chillido se escucha por el aula hasta hacerse más cercano y de la nada y por poco no me deja sorda—. ¿Qué carajos?

—¡Hola! También te extrañé sabes —esa voz es mi salvación. Su abrazo no se hace de esperar dejándome casi sin oxígeno—. Disculpa, disculpa Agatha.

—Lucy por fin apareces —una vez me suelta respiro mejor—. ¿Por qué desapareciste? Casi te reemplazo —digo mirando rápidamente a Chad.

—Te contaré en el recreo —sonrió apenada y es cuando ella se da cuenta por lo que mira sorprendida también—. ¿Qué haces aquí? Ya puedes irte, a mi nadie me reemplaza.

—¿Y esta loca quién es? —arquea una ceja con indiferencia, se veía que no iba a moverse—. Ve a buscar otro conejillo de indias a otra parte.

—¿Perdón? —observo que ambos se miran fijamente queriendo asesinarse con la mirada—. Es mí amiga, tú debes irte.

—Lamento informarte que es mí amiga, tú sobras, tres son multitud —señala con su pulgar detrás de él en un claro gesto que debe irse realmente.

—No, estás muy equivocado, no me muevo de aquí —agilmente estira la pierna atrás enganchando su pie a un banco, tira de este y se sienta–. Vete.

—Que terca eres mujer, no te comparo con una mula porque pobres de ellas, sería una ofensa —se levanta de mi escritorio y se va algo molesto.

—Por fin entendió —soltó un suspiro de alivio mirándome con su típica sonrisa sin importarle que la ofendió realmente —. ¿Qué sucedió? ¿Desde cuándo ese te habla? ¿Te han molestado?

Si supieras...

Estaba por contarle todo cuando escucho un banco arrastrarse también a mi otro lado, ambas miramos y quedamos con la boca abierta.

—Hablen, hablen, yo escucho —dice tras dejar su mochila y sentarse. Chad está ahí con nosotras.

No entiendo que está pasando. ¿Realmente tengo ahora... amigos? ¿O solo también están jugando conmigo? Sea lo que sea, me están dejando mareada.




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