Mi Otra Mitad

I Gala (primera parte)

—Dulce hogar —mi sonrisa forzada no puede ser más falsa porque ya no puedo tanto. Respiro profundo y comienzo a bajar las escaleras sosteniendo mi vestido bordó para evitar tropezar con la tela.

En la pista nos esperan mis padres y desafortunadamente la otra, es extraño no ver al otro pegado.

—Padre, madre —hago una reverencia una vez estoy delante de ellos para verlos con atención, parecen no haber cambiado nada, tampoco fue por mucho tiempo que me fui pero todo puede pasar.

—Ava, te aclaraste el cabello y tampoco tienes tu tiara —sonríe de lado antes de girar y volver al auto.

¡Qué gusto me da verte también, madre!

Ella y su típica mirada hacia el defecto.

Los pequeños detalles hacen la diferencia.

Eso siempre dice.

—Que bueno verlos —mi hermano aparece luego de unos segundos más, ambos asentimos en agradecimiento a mi padre el único que pronuncia buenas palabras, y lo vemos indicar con elegancia al otro auto—. Hablaremos luego, deben descansar y luego prepararse para esta noche —nos regala una sonrisa torcida antes de retirarse donde mi madre espera.

La otra no dice nada, también entra, pero su mirada asesina está a punto de explotar por la rabia. ¿No le gusta? No me importa. ¿Le molesto? Eso sí me importa.

Ambos nos dirigimos a nuestro auto en silencio, hay tensión entre nosotros luego de la discusión que hubo horas atrás. Solo pienso en todo lo que pasamos y a la vez pasé, es tan extraño porque parece otra vida como si no me perteneciera pero... siento que tampoco a esta. Al cambiarme durante el viaje y ver a uno de mis vestidos no voy a mentir que lo extrañé pero tuve esa sensación de indiferencia que no me gustó nada.

No, no me olvido de quién soy pero parece que inconscientemente sí lo hago.

—¿El gato te cortó la lengua o tu amante no la devolvió? —en medio del silencio escucho sus palabras que me dejan helada y el cuerpo ligeramente temblando por los nervios.

¿Amante?

No. Entre...

—¿Cómo serán las reacciones de nuestros padres cuando sepan que andas con un simple pueblerino? —su sonrisa socarrona hace que no pueda aguantar más y estalle a carcajadas—. ¿Te parece bonito?

—Como dices los hechos sí —me retuerzo en el asiento por la risa, hacía mucho que nadie provocaba que riera de esta manera—. Scusi, scusi —tardo un poco de tiempo pero logro calmarme y recostarme más relajada—. No soy una cualquiera, tampoco es que me meteré con el primero que vea y lamento informarte que Chad solo es un amigo, a parte de que su atención está en otra chica que curiosamente ella igual en él y ambos no quieren admitirlo.

No es mentira, los comentarios mordaces, las indirectas, miradas indiscretas y las pequeñas acciones apreciativas han llevado que Lucy y Chad comiencen acercarse más de lo que ambos quisieron e imaginaron. Sino hay que pensar el día de la biblioteca que se nos unió, perder tiempo cuando ninguno quería entrar a clases, reunirnos y estar los tres como si no hubiera más que hacer. Hasta él ya está más alejado de su grupo, puede que sea uno de los motivos del humor de Dante, no soporta que se haya ido a otro grupo y sea yo una de las integrantes.

—Lo dices para que no te delate —siento su mirada profundamente enojada y aún así no volteo a verlo.

—O lo digo porque le gustará a papá saber con todas las que te has estado revolcando y ni hablar de las fiestas a las que has asistido —por suerte yo no fui a ninguna aún, la que estábamos por asistir fue cancelada a último momento—. No lo sé, una mentira por una verdad, ¿qué dices?

—Que la mentirosa eres tú —giro mi cabeza viéndolo enojada a lo que él niega serio desviando la mirada.

Bien, nuestro código sigue intacto: está enojado por mi diversión, sabe que digo la verdad.

Ver el lugar que conozco desde hace mucho me trae más recuerdos amargos que buenos. El camino rodeado de arbustos prolijamente podados ahora parecen llevar a la entrada de un mal lugar, un lugar frío y solitario. Después de rodear la fuente principal, bajamos y el gran equipo de empleados y seguridad nos reciben con una reverencia que como siempre inclino la cabeza como agradecimiento sin importarme las miradas desaprobatorias de mi familia que me acompañan el recorrido al piso de las habitaciones.

Como veo está todo exactamente igual y mi habitación no es la diferencia, hay pocas cosas, el frío de esta es desagradable que sonará exagerado pero tuve que prender la calefacción. Estoy sola, la temperatura provendrá por la soledad supongo. Ya no me gusta estar como al principio, quiero a mis amigos, quiero sentir realmente que estoy en casa y no en un gran lugar que tiene poder.

Quiero ser una persona normal y común.

👑👑👑

Sé que son solo cinco días pero debía instalar mis pocas cosas que había traído, una foto con mis amigos, una pequeña pulsera sencilla que Lucy me regaló y un adorno de una luna brillante que gané la primera vez que fuimos con Chad al parque de diversiones. Pensar en que ese día estaba tan mal por como fui señalada duele, no es fácil olvidarlo porque veo todavía sonrisas en los pasillos, escucho burlas que tal vez no son para mí. Cada espina que incrustaron todavía hay algunas, lastiman y sangran por más que otras salieron.

Sacudo mi cabeza alejando esos recuerdos, ni las pocas horas que pude descansar a penas llegué ni el baño de hace un instante ayudaron a que olvidara ciertos sentimientos. ¡Agh!

—Princesa —unos pequeños golpes se escucha para ver a una de las mucamas que suele traer mis vestidos—, aquí está y esta vez es diferente.

—Grazie, Azucena —frunzo leve el ceño ante lo que dice—. ¿No es rosa? ¿Rojo? ¿Amarillo? ¿Blanco?

Sí, para las galas mis padres siempre eligen un vestido de colores llamativos ya que, por más que suene arrogante, soy el centro de atención.

—No, véalo por usted —su cabello ahora es corto lo que puedo notar y le queda perfecto. Mis ojos se desvían a la funda que deja en mi cama, bajo el cierre para abrir y sacar este dejándome con la boca abierta—. Por fin podrá lucir otro.




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