Silencio. Desde hace dos días que hay silencio para mí donde me mantengo en mi habitación, solo duermo, despierto, me ayuda Azucena a bañarme y vestirme como también arreglarme, como, curo mis heridas y vuelvo a dormir. Es deprimente. Me he acostumbrado este tiempo el estar activa que ayer mi teléfono sonó avisando la hora para prepararme e irme a la escuela, no pudo ser así, estaba en mi cama, mi habitación, en el castillo.
En el infierno Ivanovski.
Azucena me aseguró que me trajeron luego de que me encontraran inconsciente en uno de los pasillos que conducía a la sala principal del castillo.
—¿Quiénes me trajeron?
—Pues... —no me dirigía la palabra, su entusiasmo había desaparecido, no sé lo que le sucedía—. El prín... príncipe Dante.
Sigo sin creerme que él me haya traído, es más, tampoco me creo que mis padres hayan dejado que me trajeran directamente sin llevarme a la clínica privada que nos atienden especialmente.
¡Mis padres! ¿Qué habrán pensado?
Ya me imagino el sermón de ambos y su pregunta sobre mis manos. Estoy en problemas.
—¿Ava? —la voz de mi padre resuena en la habitación, la puerta se cierra y camina hacia mi cama sentándose a una orilla de esta—. ¿Cómo te encuentras?
Por unos segundos breves tengo un deja vù de cuando llegaba a resfriarme o algún problema de salud que me obligaba a estar en cama, él llegaba a preguntar cómo estaba y hacerme compañía en el medio de la soledad de mi lugar porque nadie más que mis padres pueden acercarse a mí.
—Cansada —contesto sincera, lo miro rápidamente que se lo notaba preocupado.
De verdad estoy agotada tanto física como mentalmente, no me puedo un músculo casi.
—Es entendible, mucho estrés —su mano se posa sobre mi brazo, haciéndome pequeñas caricias de lado a lado.
—Sí.
Nos sumimos en un silencio casi total, nuestras respiraciones son las únicas que se oyen. Desde aquella vez, no volvimos a interactuar tanto como cuando era niña, escuchaba a mi madre decir "es propio de la adolescencia" cuando eso es la vil mentira más grande que puede existir y mi padre lo sabía, sabía de mi motivo de distanciamiento y que por más que lo intentara no volvería a ser lo mismo. Está hecho el daño.
—¿Tus manos cómo están?
—Adoloridas todavía.
—¿Quién te hizo eso? —frunzo el ceño ante su pregunta, creí que me regañaría por el hecho de haberme encontrado mal y con esto, es lógico—. Dime, hija.
—Papá —cierro los ojos soltando un suspiro—. No fue grave.
—Dime quién fue.
—Pero papá...
—Dime.
—No lo haré.
—Estaremos así el resto del día hasta que hables.
—No llegará mi respuesta.
—Ava —no contesto, siento movimientos a mi lado y al abrir los ojos lo veo recostado a mi lado—. No me moveré de aquí.
—Claro, es mi espacio personal —digo irónica pero ni le afecta.
—Eres mi hija, soy tu padre —gira la cabeza para verme, habían diversión en sus ojos.
—Si no me dices no me doy cuenta —pongo los ojos en blanco dejando con cuidado mis manos sobre mi vientre.
—Tan testaruda como siempre.
—Grazie.
Volvemos a quedarnos en silencio, cada uno en sus pensamientos, yo tratando de entender ese cosquilleo en mi pecho y mi cuerpo el querer reaccionar a mi padre y abrazarlo, esconderme y refugiarme en sus brazos. Eso hace que mis ojos se cristalicen nuevamente por las lágrimas. Lo extraño tanto.
Cierro los ojos concentrándome en mi respiración para calmarme, pero es inútil, nuevamente hay movimientos a mi lado y soy acomodada entre sus brazos.
—Mi niña —susurra a la vez que junto mis brazos a mi pecho y me dejo abrazar por él—, recuerda que siempre estaré para ti, sea en donde estés.
Y sí, no sé si fue manipulación o realmente lo sentía de verdad, que toca mi fibra más sensible.
—Tu dolor es mi dolor, tus alegrías son las mías —sostiene mi mentón con sus dedos haciéndome abrir los ojos, fijando mi mirada en sus azules tan profundos como el mar—, te quiero tanto.
—¿Entonces por qué permites que me vendan? —susurro formulando la pregunta que jamás en mi vida se me permitió hacerla.
—Es tradición, eso se respeta.
—Si tanto quieres a tu hija, no harías eso.
Hay algo en sus ojos que cambia, parece culpa.
—Lo siento —deja un beso en mi frente que se siente diferente, verdadero.
Lo miro sin entender pero bajo la mirada rápido quedándome atrapada en sus cálidos brazos, en mi refugio de niña. Vuelvo a ser feliz por un microsegundo.
—No te diré de igual manera.
—Ava —su pecho se infla y su suspiro de resignación se escucha luego.
—¿Qué sucedió con la gala?
—Tu hermano abrió la pista por primera vez, eligió a una doncella, es toda la atención que presté.
¿Mi padre ignorar las galas? Eso es demasiado extraño.
—¿Cuándo volveremos a América?
—¿Tan rápido te quieres ir? —su tono de voz se decae, parece decepcionado—. Tenemos una reunión importante y de ahí podrán irse.
—Bene. Y con respecto a tu pregunta, hay actividades que requieren de mi persona, no puedo ausentarme mucho y más cuando nos buscaron de sorpresa y nos fuimos de madrugada, a nadie le pude decir algo —levemente me separo de él para verlo.
—¿Cómo han estado?
—Se supone que todo eso y más lo saben por los informes que envían.
—Nunca enviaron un uniforme y llevan allá casi cuatro meses.
¡Cuatro meses! No puede ser, es mucho tiempo si lo veo de lejos pero lo sentí como si fuese un mes interminable.
—¿No se supone que ese era el trato? —arqueo una ceja sin dejar de verlo.
—Lo era, sí —se pasa una mano por su fina capa de barba en el rostro—, se supone que tu escolta debía hacerlo.
—Con razón —niego soltando un chasquido con mi lengua—, ni siquiera ha estado para nosotros, o bueno tal vez con Dante ya que Neel estuvo conmigo pero aún así hace varias cosas pero no cuidar.
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Editado: 07.12.2024