Mi escolta. Chad es mi escolta. Es una maldita pesadilla.
—Me gustaría saber qué dirían las autoridades cuando abra mi boca de que el nuevo escolta es quien puso un arma en mi cabeza —mi voz suena automática, no sé si presa del pánico o qué puede ser.
—Pero no lo harás, no te conviene —vuelve a enderezarse viéndome triunfante.
—No todavía, pero lo haré y sí me van a creer.
—¿Quién?
—La misma persona que sacó a Xuban de su lugar y estás tú ahora —su sonrisa pierde fuerza, carraspea para no demostrarlo pero es muy notorio.
—Eso se verá.
—Por supuesto —ahora soy yo la que sonríe triunfante y comienzo a bajar las escaleras, unos escalones atrás se escucha bajar también a mi nuevo escolta.
Agh, que pesadilla decirle así, a penas comenzaba a tolerarlo y ahora tenerlo como garrapata. ¿Cómo es que mi padre lo contrató? ¿Cómo consiguió entrar? La mejor seguridad la tenemos nosotros y aún así este chico loco que intentó matarme pero también se quedó conmigo, será mi sombra. Espero que Lucy no malinterprete esto... Un momento, ¿cómo será allá?
—Princesa —miro a los presentes que se mostraban extrañados—, ¿se siente bien?
—¿Sí? —contesto frunciendo el ceño, en mi campo de visión aparece la imagen de mí madre que sonríe algo forzada, indicándome que debo hacer eso—. Digo sí, por supuesto, emocionada por este encuentro.
Sonrío tranquila, mostrándome natural. La prensa comienza a tomar fotos a medida que saludo a la reina Lauder Van Doren y la princesa Primrose.
—Princesas, ustedes estarán en el salón del té —mi madre con su mejor sonrisa y voz angelical, nos indica—, nosotras el de reuniones.
—Está bien, nos vemos —camino junto con la rubia princesa por el pasillo que nos llevará al dichoso salón.
Ella tiene un conjunto algo parecido al mío sólo que con un blasier turquesa que resalta junto con su pantalón de vestir blanco y su gran cinto color marfil. Sus sandalias de plataforma parecen burlarse de mí.
—Por fin a solas, así te conoceré mejor —la miro con una leve sonrisa—, escuché por ahí que tienes una fundación para pequeños artistas. ¿Es verdad?
—Lo es —sonrío más al recordarla—. En cada encuentro con el pueblo, me daba dolor al ver niños o tal vez adolescentes que no pueden cumplir sus sueños con sus increíbles talentos. Algunos pintan, otros construyen, tocan música, escriben o actúan.
—¿Aquí todavía no tienen institutos superiores para que puedan dedicarse a eso? —mi cuerpo se tensa ligeramente, noté cierto sarcasmo en su pregunta—. No será un pueblo tan antiguo como nuestro reino, pero lo básico debe tener.
—Y lo tendrá, por supuesto —recuerdo las palabras que con tanta malicia mi madre me enseñó, y ahora es momento de ponerlo en práctica—, hay pocas cosas que a lo mejor no tenemos porque no se adaptan a nuestras políticas, pero, de eso me encargo yo y la fundación es un buen punta pie para iniciar. Después de todo debemos dejar huellas y que no mejor que hacerlas a voluntad, sin presiones, sin peros, ni límites.
—Por supuesto —observo su sonrisa forzada, ha entendido.
—¿Y qué me dices de ti? ¿Alguna huella ya?
—Ah, bueno...
—Princesas —ambas giramos a ver el caballerizo de la desgraciada de mi tía—, periodistas vendrán con unas pocas preguntas, sean breves y puntuales.
—Claro, puedes retirarte —él hace una inclinación de cabeza y se retira.
—No podremos estar tranquilas.
—Al parecer no —suelto un suspiro, frustrada—. Sé que fue él, siempre quiere arruinarme mis momentos.
—¿Él? —dejamos de caminar, quedando a medio pasillo junto a los grandes ventanales rectangulares que dejan pasar la luz solar—. ¿A quién te refieres?
—¡A mi hermano! Es obvio —chasqueo con mi lengua y cruzo mis brazos—. No lo entiendo, al parecer es un mal de todos los herederos al trono.
—Eh...
—Hola, es un placer, soy quién mandaré aquí y hasta tal vez tendrás que respirar por oxígeno artificial porque todo me pertenece —hago un voz gruesa parecida a la de un hombre, doy unos pocos pasos al costado haciendo gestos y señas—. Si pones un pie en mi piso, tendrás que seguir mis reglas.
—Tal vez no sea tan así...
—¡Cómo que no! Se creen los dueños de todo, después salen en fotos con sonrisas de autosuficiencia tratándose de ver mejor que otro, total, los que somos de descarte nos utilizan a su antojo —pongo mis ojos en blanco—, me dan rabia cuando hacen eso. ¿Qué se creen? Todos son idiotas.
Sentencio girando mi cabeza a Primrose pero ella mira detrás de mí con las cejas arqueadas, no parece de impresión, sino de diversión.
—¿Así que le parece que todos somos idiotas?
Siento mi sangre huir de mi cuerpo junto con mi alma.
No. No puede ser.
"No pierdas la cordura. Piensa. Contraataca."
Trago saliva y respiro profundo girando sobre mis pies para verlo.
—No sabe de qué hablamos.
—De los herederos al trono —arquea una ceja, sus ojos azules se muestran enojados.
Bueno, merda, sí escuchó.
—¿A caso es mentira lo que dije? ¿Nunca se vió en alguna foto?
—¿Ha estado pendiente de mí, princesa Ivanovski?
Merda, merda, merda.
—Princesa Primrose —un hombre que no conozco nos interrumpe y hace una inclinación —, alteza real, princesa Ivanovski.
—¿Qué deseas, George? —la vemos de reojo y luego al hombre.
—Su majestad, la reina requiere de su presencia de inmediato.
—Mamá otra vez —suelta un suspiro asintiendo y se aleja sin decirnos nada.
Los pasos cada vez se van alejando más hasta que dejamos de escucharlos.
—¿Cuál es mi respuesta? —frunzo el ceño viéndolo algo enojada.
—Eso no es de su incumbencia.
—Como el también meterse en temas que no le corresponde. ¿A caso está celosa porque no fue la primera en llegar a su familia? No es mi problema —habla con sorna y eso...
...me hace pensar que son iguales, todos.
—No son celos, no hable de tonterías —le sostengo la mirada lo que más puedo pero mis ojos pican y rápidamente giro dándole la espalda.
#7328 en Thriller
#4044 en Misterio
#28144 en Novela romántica
#4640 en Chick lit
Editado: 28.12.2024