Mi Otra Realidad ~corazón vacío~

Cap 17

Abri mis ojos y Eider se encontraba sentada en una silla a un lado y entre sus manos tenía un libro.

— ¡Dacia! —Eider dejo el libro a un lado— ¡Mira encontré el libro de lo que estabas buscando!

Señalo el libro sobre la mesita.

— ¿De dónde lo sacaste? —pregunte tosiendo.

— Despertaste… —Brais entro a la enfermería.

Se acerco hacia mi depositando un beso sobre mi frente.

— No creerás quien lo tenía —dijo Eider.

Mire a Brais y su mejilla estaba hinchada.

— ¿Qué te paso? —pregunte tocando el lugar.

— ¡De ahí fue donde lo encontré! Cuando Ezio y Brais se agarraron a los golpes —agarro el libro y me lo dio.

Intente levantarme, pero Brais se abalanzó sobre mi deteniéndome con sus manos. Lo mire extrañada pero el me sonrío.

Tome el libro entre mis manos, era antiguo y dentro de el contenía la información sobre las piedras.

Pasaron minutos para que me mandaran de la enfermería a la habitación. Sentía la debilidad y con cada paso que daba era acompañado de una tos.

Me senté sobre la cama y empecé a leer el libro, cada pagina relataba la historia de las piedras mágicas preciosas.

Eran siete piedras y cada una poseía un poder especial. Al utilizarlas todas juntas podías potenciar la habilidad que tenías. Eran mágicas y muy poderosas, pero en las manos equivocadas podría ser fatal.

El destino de las piedras estaba en las manos de las familias mas poderosas e importante quienes las heredaban de generación en generación.

La historia contaba que las piedras preciosas provenían de una familia que había encontrado las piedras preciosas encantándolas y proveyéndole el mágico poder, que las haría especial.

— ¡Quiero conocer el pueblo! —exclamo Eider tirándose en su cama.

— El próximo año lo haremos —contesto Cloe— aunque si continúan los asesinatos dudo… ahí viene Brais.

Mire hacia la puerta y la sobre de Brais estaba del otro lado.

— ¡Voy a entrar! —dijo Brais cruzando por la puerta con la bandeja de comida.

Se sentó a los pies de la cama y poso la bandeja.

— No tienes que hacer esto —dije sonriendo— puedo ir al comedor.

— No es seguro —respondió el seriamente.

— Nada está seguro aquí dentro —comento Eider tomando un panecillo de la bandeja.

Volví a mirar el libro y mire a Brais fijamente mi mirada quedo sobre sus labios. Me transporte al momento y la hoja.

Un mapa… era un salón… y un hechizo…

Abrí mis ojos en grande y me levanté de la cama. Brais y Eider salieron detrás mío, el pasillo estaba vacío.

— ¿Adonde vas Dacia? —pregunto Eider.

 Pero el profesor Seth salió de repente apareciendo en frente mío.

— Dacia… —el me miro de arriba abajo.

Mi cara de disgusto al verlo era evidente pero el sonrío de la manera burlona en la que lo solía hacer.

— ¿Vas a atacar a otro compañero? —pregunto levantando una ceja y mirando hacia mis espaldas.

— Yo no ataque a nadie —dije frunciendo el ceño.

— Quisiste atacarme a mi y todos tus compañeros lo saben —él sonreía con cada palabra que decía.

Aprete mis puños y suspire recordando el llamado de atención que me había hecho Tavia.

—Usted me provoco diciéndome cosas —relaje la mirada y me cruce de brazos.

— ¿Tus amigos saben lo que eres de verdad?... ¿saben lo que que hiciste en tu pasado? —mire hacia atrás y Brais miraba con el ceño fruncido, y Eider confundida.

Hice silencio y pasé por su lado.

— Capaz que tu eres la que trae mala suerte a este lugar y a todos los que vas —termino de decir el.

Sin decir ni una palabra tratando de ignorar lo que había dicho continué mi camino.

Ese señor me causaba demasiada desconfianza y era una de las pocas personas que parecía molestarle mi presencia ahí.

— ¿De que habla ese tipo? —trate de ignorar la pregunta de Brais pero el me tomo del brazo.

— Son cosas que no tienen importancia en este momento —respondí tratando de fingir una sonrisa.

— ¿Y que es lo que importa en este momento? —pregunto el mirando seriamente.

— Descubrir que es lo que esta pasando —mire a Eider que seguía aun confundida.

Sentía que alguien me observaba fijamente mire hacia arriba y el piso de arriba Tavia se encontraba junto a Itaro. Ambos me miraban sus rostros serios y a la vez tristes.




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