Abrí mis ojos e intente mover mis manos pero ellas estaban atadas. Mire a mi alrededor pero no había nada.
A pocos metros de mi había una pequeña mesa con una bandeja y sobre ella estaban las tres piedras brillantes.
Sentía un extraño ardor en mi pecho baje la mirada y mi pecho estaba descubierto y lastimado, la sangre corría por la herida, en frente mío una bola dorada y con varios orificios se encontraba a metros de mi sobre un cetro.
Mis manos atadas a la camilla con sogas pero a metros una vela. La mire fijamente atrayendo hacia mi mano la pequeña rama. Con apuro queme las sogas y mis manos quedaron libres.
Pero mi brazo tenia una aguja conectada a un pequeño frasco marrón.
— ¡Al fin podemos conocernos querida Dacia! —exclamo un hombre de cabellos algo largo entrando a la habitación.
— ¡Esta desgraciada! —grito el primer tipo con el que había estado.
Mire a mi alrededor y la mujer de cabellos cortos me miraba con enojo, me encontraba de pie al lado de la camilla.
— ¡Te traje la piedra! ¡Ya déjanos en paz! —grite enojada.
Los tres sujetos se miraron y empezaron a reír.
— Creo que nadie te explico… nadie te dijo la verdad… —tomo las piedras y las metió dentro de la bola dorada que estaba sobre el cetro.
Trataba de mantenerme de pie pero mis piernas temblaban.
— No podrás librarte de esta Dacia… te necesito para comprobar mi teoría —el se acerco hacia mi posando las piedras.
Lo mire extrañada y a la vez mirando hacia la mujer y el otro hombre. Mire mi brazo y la aguja que tenía conectada.
— Eso nos ayudara a potenciarlo —dijo entre risas.
— ¡La luna llena se aproxima Etaro! —grito la mujer.
La luz de la luna cruzo por el cetro y la mujer se abalanzo sobre mí, el reflejo de las piedras preciosas daba justo sobre mi pecho.
Mi corazón empezó a latir rápido y un extraño hormigueo se esparcía por todo mi cuerpo. Me hice hacia atrás y empujé con mi energía a la mujer quien se cayó inconsciente en el suelo.
— ¡Maldita! —el tipo de la cicatriz fue directo con sus manos a mi cuello.
Levante la pierna y lo golpee en su entre piernas. Me arranque la aguja y se la clave en cuello, dándole un golpe provocando que cayera hacia atrás. Mire la vela nuevamente y le tire la llama prendiendo fuego su ropa.
— ¡Eres una desgraciada Dacia! —Etaro se abalanzó sobre mí.
Pero el me detuvo, la luz de la luna era mas fuerte y el brillo se proyectaba sobre mi. Mi cuerpo empezaba a pesar.
— ¡Aléjate! —grite mirando hacia el hombre.
— ¡Tu no eres la única poderosa aquí! —grito el frunciendo su ceño— si sobrevives nada será igual… pero dudo que lo hagas.
El se rio al ver como tropecé, tome fuerza y me avance hacia la ventana. Una última mirada hacia Etaro quien extendía sus manos hacia mí.
Con la poca fuerza hice lo mismo y una luz intensa salió de mis manos chocando con él.
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Editado: 16.08.2022