Una calle a las sombras de la oscuridad de la noche… un hombre desconocido… el sonido de fuertes pisadas… empieza a correr como si huyera de algo o de alguien… encerrado en un callejón sin salida… el rostro horrorizado de aquel sujeto… y finalmente el sonido de un disparo…
Abrí mis ojos sintiendo como mi respiración estaba agitada mi pecho subía y bajaba haciéndome sentir ahogada.
Tome aire tratando de tranquilizarme, no era nada nuevo aquel sueño que no parecía tener sentido. Mire directo al escritorio en la otra punta de mi cuarto el pequeño rombo dentro de un cristal no paraba de girar.
Los rayos de sol apuntaban justo a los pies de la cama, me puse de pie y fui directo al baño. Mi reflejo mostraba el sudor que empapaba mi frente y las oscuras ojeras que adornaban debajo de mis ojos.
El mundo normal… nada cambiara y solo debes sobrevivir.
Era una pesadilla mas de las tantas y que había aprendido a convivir con ellas desde hacía años.
Las pesadillas que siempre tenía aparecían personas que nunca había visto en mi vida y que en mi imaginación tenían trágicos finales.
La extraña pesadez que sentía en ese momento iba a acompañarme lo que quedara del día.
¿Qué podía cambiar?
Sali de mi cuarto ya lista para ir al instituto, baje las escaleras como si cada una de mis piernas pesara mas de lo normal. Las voces de mis padres llegaron a mis oídos.
Entre a la cocina oliendo el rico aroma del pan tostado.
—¡Buenos días, cariño! ¿Dormiste bien? —preguntó mama acercándose a mi y mostrándome una gran sonrisa.
Como todos los días quería decirle en ese instante de mis pesadillas de cada día parecían ser peores.
Mire a mama a los ojos como era de costumbre.
<< Abrázame >>
Me sentía tan estúpida por pensar que podía ser normal por un momento.
Mostré una tímida sonrisa y bajé mi cabeza dirigiéndome a mi lugar.
—Hoy tengo que reunirme con el jefe de servicio y seguramente la próxima semana cambiaran los horarios —comentó papá con la taza de café en sus manos.
El levanto su cabeza y me miro sonriente.
—¿Quieres hablar de algo? —pregunto el de repente.
Negue con mi cabeza y papá miro a mamá, se puso de pie y se acercó a ella.
Otra vez murmuraban por lo bajo mientras papá abrazaba a mamá.
No decir nada me hacía sentir menos culpable y triste, mirar a mamá con sus brazos abiertos esperando depositar un beso en mi frente.
<<Firmeza y no dejes que tus emociones te dominen >>
Una frase que repetía en mi mente, otra vez volvía a mi fría y vacía, una vida vacía, no había esperanzas de que algo cambiara así que debía aprender a convivir con ello.
Debía mentalizar lo que quería para el futuro si es que en algún momento la idea feliz de seguir disfrutando de la vida aparecía.
El tazón con yogurt con bolitas de chocolates se encontraba en frente mío, la sonrisa apareció en mi rostro.
Mi desayuno favorito.
Busqué con mi mirada la cuchara hasta que vi que estaba sobre la mesa a metros de mi.
No todo lo malo tiene que estar allí como siempre la abuela decía “todo lo malo tiene siempre algo bueno por más minúsculo que sea”
<< No se darán cuenta >>
Les di una rápida mirada a mis padres que se encontraban de espaldas.
Y fije mi mirada sobre la cuchara de metal solo una orden en mi mente, la cuchara debía deslizarse hasta mi mano.
Sentí el hormigueo recorrer desde mi cuello, bajando por mi brazo hasta llegar a la palma de mi mano.
En segundos la cuchara estaba en mi poder sonreí disimuladamente.
—¡Vamos hija que no puedo llegar tarde el día de hoy! —dijo papá volteándose y haciéndome una seña.
Asentí rápidamente y dándole varias cucharadas al yogurt dejé el tazón con el contenido a la mitad.
—¡Adiós mamá! —salude tomando mi mochila para luego salir de la casa detrás de papá.
Me acerque al auto que estaba estacionado en el garaje y pase mi mano por el cuadrado que se ilumino al detectar la cercanía y la puerta se abrió.
El auto empezó a andar mire a papá que iba metido en sus pensamientos.
A lo lejos podía ver el instituto, la fila de autos que se detenían esperando a que sus hijos bajaran. El auto se detuvo y tome aire pensando en que ese lugar era el mismísimo infierno para mí.
Me despedí de papa y bajé del coche caminando lo más rápido posible, mi mente y la mirada sobre el camino siempre evitando mirar a mi alrededor.
Mi plan de pasar desapercibida era fácil y desde que había iniciado la preparatoria había funcionado.
Era un fantasma en medio de muchos idiotas, pero era la única manera para evitar intercambiar palabras.
Acomodé mi falda que era de un horroroso color bordo y aferrándome a mi mochila que colgaba sobre mis dos hombros continué mi paso.
Una presencia se hizo presente a mi lado mire rápidamente de reojo y relaje mis músculos al reconocer a la persona.
—¡Dacia! —saludo enérgico el chico de cabello corto y ondulado.
—Buen día para ti también —hable sin intención de darle más conversación.
Einar borro su sonrisa y continúo caminando a mi lado, no se quejó ni tampoco reprocho mi actitud.
El me conocía desde la infancia y era la única persona en el mundo que me conocía casi por completo, salvo por algunos secretos que nunca se lo había dicho a nadie.
Nuestra historia de como nos hicimos amigos fue bastante extraña.
Algo que debía rescatar de nuestra amistad es que jamás solíamos pelearnos excepto por una vez que me abrazo por accidente y no lo quise ver ni hablar por varios días.
Entramos al salón de matemáticas y nos sentamos en los últimos lugares.
—Mira tengo anotado todas las actividades que podemos hacer en las vacaciones —dijo Einar emocionado señalando su cuaderno.
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Editado: 17.07.2024