Mi Otra Realidad ~vida vacía~

Cap 26

Ambos nos separamos y cruzamos nuestras miradas, sus ojos con las pupilas dilatas y los míos probablemente llorosos.

— ¿Escudos? —dijo el mirando a su alrededor— todo esto para demostrar que somos escudos…

Él se puso de pie ofreciéndome una de sus manos para ponerme de pie. Mi corazón latía rápido y mis manos estaban temblando.

— ¡Es una estupidez! —grito Brais enojado.

— Hoy en día existen pocos escudos… —Tavia apareció desde las sombras— pero es más fuerte cuando ambos se protegen…

Esa vez mis sollozos eran más fuertes y el miedo que había sentido poco a poco iba desapareciendo.

— Dacia… —la mujer de cabellos blancos se acercó a mí.

Retrocedí hacia atrás para apartarme de ella, mire hacia mis piernas y por ella subían dos serpientes.

— ¡Ah! —Brais tomo mi mano.

Y como por arte de magia las serpientes desaparecieron.

— ¡Louis ya terminamos! —exclamo Itaro dirigiéndose hacia él.

— La debilidad de Dacia es muy evidente —dijo el moreno— pero les dije que ambos son escudos…

— ¡Nos vamos de aquí! —grito Brais dirigiéndonos hacia la salida.

— ¡No puedes depender de el Dacia! —grito alguien a nuestras espaldas.

Al salir varios estudiantes esperaban en el pasillo y las miradas fueron a nuestras manos que seguían juntas.

Solté su mano y avance entre la multitud evitando el roce con las personas presentes.

Quería estar sola para poder procesar toda la información reciente.

<< El peor momento que había vivido… >>

No solo la noche de las bestias habían quedado en mi memoria sino aquella estúpida prueba.

Me dirigí hacia el salón del elemento Tierra que era el lugar perfecto para sentirse en paz, las flores y plantas que rodeaban el lugar daban el aspecto tranquilo.

Al entrar me escondí detrás de la pequeña mesa donde habían herramientas, me senté allí abrazando mis piernas y observando los rayos de sol traspasaban los ventanales.

Limpie mis lágrimas, mire hacia afuera y el atardecer se hacía notar con el sol cayendo sobre el horizonte, el mar tan sereno. Una antigua vida en la que vivía tranquila, adolescente tímida e introvertida, que pasaba desapercibida por todos los lugares.

La melancolía que estaba sintiendo en ese momento no me dejaba en paz fue hasta que alguien llamo a la puerta.

— Dacia sé que estás ahí —la voz suave era la de Eider.

Me levanté de mi lugar y le abrí la puerta.

— Brais me dijo que estabas aquí… —me miró fijamente— desapareció otro estudiante…

Otra vez la presión en el pecho y las lágrimas.

— Odio ser tan cobarde —dije sentándome sobre uno de los sacos de tierra fértil.

— Tienes que estar segura de ti misma —ella se sentó a mi lado— el problema es que no aceptas que eres poderosa… siempre estuviste al último y hoy te toca estar primera…

Recordé lo que solía decirme mi abuela.

<< Puedes hacer todo menos impedir la muerte… tienes que enfrentar sin miedo las dificultades >>

—¿Y si no puedo hacerlo? —dije mirando a Eider.

—Claro que podrás… Has enfrentado muchas cosas ¿No? —la tierna mirada de ella me hacía sentir en un momento que podía confiar en alguien.

Pero había cosas que estaban fuera de mi alcance y eso era algo que lo sabía perfectamente.

—Necesito respuestas siento que estoy más confundida que cualquiera —dije calmando mi llanto.

—En los libros encontrarás respuestas incluso tu misma puedes averiguarlo —dijo Eider con una sonrisa.

Quizás tenía razón y la respuesta de muchas cosas estaban en los libros. Era lo único que tenía en mente para poder estar en paz.

Me puse de pie junto con Eider y salimos del salón del elemento tierra.

Caminamos por los pasillos hasta llegar al pasillo donde estaba mi lugar secreto para practicar.

—¿Y este sitio? —pregunto Eider mirando con curiosidad— se parece al jardín japones de mi abuela.

Solté una risita ante el comentario de Eider y cruzamos miradas para luego reír las dos.

—¡No te rías! ¡Es cierto! ¡Tiene de esos peces grandotes color anaranjado! —con sus manos hacia señas del tamaño de los peces.

Caminamos por el césped artificial y nos acercamos a la fuente donde estaba el pajarito de alas celestes.

En la fuente había agua y el pajarito emitía ese silbido que no era molesto para los oídos.

Observamos a nuestro alrededor los árboles de tamaño pequeño y la gran fuente que parecía que vertía agua de la pared.

—Que lugar tan agradable —comento Eider para luego tirarse sobre el césped.

Me recosté a su lado soltando el aire contenido.

—¿Piensas que es mi culpa todo lo que ocurre? —esa pregunta salió desde lo mas profundo del vacío de mi alma.

Eider giro su cabeza para observarme y frunció el ceño.

—¡Claro que no!... pienso que hay personas que solo sienten enojo—hizo una pausa—…celos o temor… pero tu no tienes la culpa pero no debes cerrarte en eso Dacie.

Sonreí al oír ese apodo que solo Einar solía llamarme de esa manera.

—¡Y lo que hiciste con Uxia! ¡Le proyectaste tu visión! —exclamo ella sentándose.

Sabia cual era su intención por la sonrisa que traía en el rostro. Me senté en mi lugar las dos estábamos cara a cara.

Extendió su mano hacia mi y yo la tome algo dudosa.

Eider corriendo… una multitud de personas… la calle… ella corría en una dirección… escapando de las personas…

Aparte mi mano y levante una ceja. Y dudosa lleve mi mano a su mejilla.

—No se que signifique —dije cerrando mis ojos.

Hice silencio otra vez la misma visión reproduciéndose en mi mente.

—Mmm —Eider abrió sus ojos— ¡Eso estuvo genial!

Exclamo contenta ignorando el hecho que la visión había sido demasiado confusa.

Estuvimos un momento más allí hasta que un extraño sonido se empezó a escuchar por todos lados.

—¿Qué es eso? —mire a Eider que lucía confundida.




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