Mi padre, William Jacob

Capítulo 7 | Evacuación.

Una bolsa en su ojo, otra en la mejilla y dos algodones en la nariz lo dejaron reposando en la cama, nada más que en ropa interior por si necesitaba ir al baño otra vez, considerando la dona del día anterior parecía más vencida que lote de alcohol del año pasado, por lo que la reacción de su cuerpo fue expulsarla con una flatulencia en plena consulta de la que también salió lastimado.

Su reputación anterior se estaba manchando después de haber estado intacta por tantos años, pensando que tal vez era la presencia de su padre en su vida lo que le daba buenos augurios, evitando así hasta tener que pisarle la cola a algún gato negro que se le cruzara, ser más cuidadoso e incluso especial ante las nuevas clientes.

Ahora nada de eso parecía funcionar. Por más que mirara, mágicamente iba a atravesársele algo que no iba a ver para caerse y eso, sin duda, le dejaba en claro que debía hacerse una limpia.

La verdad era que no creía en cosas como esas, no obstante, estaba demasiado maltratado como para negarse a una explicación que parecía ser concreta ante su condición.

Suspiró, cansado, apartando las bolsas de hielo de su rostro en lo que se incorporaba, con el estómago revuelto, corriendo a tropezones con sus propios pies hacia el baño, alzando la tapa para sentarse, acomodándose en el espacio en lo que sentía una mordida en su glúteo.

Liberó un grito que puso a sus amigos en alerta, acercándose a la habitación en la que se había instalado cuando fueron a buscarlo, pegando ambos las orejas en la madera.

—¿Crees que el mal de los intestinos hace que la gente grite así?—Jon la vio, negando.

—No, es algo más—indicó—. ¿William? ¿Qué pasó?—elevó, preocupado.

—¡Tengo una ardilla mordiendo mi glúteo!—Carlisse se carcajeó, apartándose de allí en lo que su esposo la veía—. Ya te oí, Carli—la mujer siguió riendo, sin poder evitarlo.

—¿Desde cuándo esa cosa está aquí?—Las risas seguían.

—Mi hermana se las prestó a los niños—volvió a soltar una risotada.

—Amor, sabes que ese animal va a todos lados y bebe hasta el agua de los sanitarios—posó una mano en su pecho—. ¿En serio no te has dado cuenta?

—Perdón, es que insistieron mucho—limpió sus mejillas—. Seguro estaba tomando del fondo y William se sentó—volvió a carcajearse.

—Eres mala—enunció.

—No tanto como tú—apuntó—. Estoy segura que no vas a ayudarlo—Jon se giró hacia ella, suspirando.

—Pues la verdad es que los dos vamos a tener la misma cicatriz en diferentes lugares—se burló, acercándose a ella—. Dejémoslo allí—murmulló, alzándola en sus brazos.

—En la habitación no se escucharán sus gritos—ambos rieron.

—¡Ayuda!—Los dos se carcajearon—. ¡Jon, Carlisse, por favor!—cerraron la puerta tras de sí y tal como habían dicho, no existió siquiera un poco de sus gritos ahí dentro—. ¿No les remuerde la consciencia? ¡Soy su amigo!—gritó el afectado en el baño, intentando tomar el animal con sus dedos, fallando en el intento.

Escogió la toalla de limpiarse las manos, atrapándolo en lo que lo tiraba al suelo para por fin sentarse, escuchando su chillido al salir de la tela, mirándolo con molestia.

—¿Crees que es lindo morderle el trasero a alguien?—El animal chilló—. Pues no. Y menos en mi condición—regañó—. Anoche dormí con la mujer más hermosa, la más dulce, aunque seria. de esta ciudad a la que supuestamente ayudé, pero con su madre—indicó—. La verdad es que sí le dije que se quedara conmigo, no que me picaba el glúteo—bajó la cabeza—. Ahora todos creen que me acosté con ella por un mal entendido de palabras—la ardilla lo miró, atenta—. No han pasado veinticuatro horas y ya tengo dos moretones, una mordida, además de mis problemas intestinales—sacudió su cabeza—. ¿Quieres ser mi amiga?—La ardilla emitió un sonido alarmante, saliendo de allí después de haberle extendido la mano, comprendiendo lo que sucedía.

Seguramente a su lado iba a morir sobre una parilla o atropellada, por lo que prefirió escapar antes que la tragedia la alcanzase primero que a él, sin poder culparla demasiado.

Pasó allí unos minutos, observando la pared en lo que tomaba aire, queriendo tan solo despertar al día siguiente con la vida igual de perfecta que siempre, sin tantos contratiempos de por medio.

Necesitaba tan solo un poco de paz, no caos en su avance. Toda esa búsqueda de las mujeres, del amor, tenía que echarlo a la basura, porque seguro eso le estaba dando la señal clara que algo como eso nunca iba a suceder, por lo que debía dejar en claro las cosas con Ivana.

Marta era otro caso aparte. Tendría que sentarla para hablarle como un robot, antes que pudiese decir algo más o mal interpretara sus palabras, deseando la noticia falsa que estaba corriendo ni siquiera llegara a los medios o a alguna otra parte innecesaria.

Era suficiente con la fama de las empresas de su padre, todo lo que hacía, las mujeres que había ayudado y las que terminaron insinuándoseles, dejándole más que un trauma. Había tomado desde hace tiempo una decisión y con Ivana en su alrededor o no, iba a cumplirla. Sin importar qué.

Cero relaciones amorosas en su vida. Definitivamente, no lo necesitaba.




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