Mi padre, William Jacob

Capítulo 9 | Pollo al agua.

El taxi se detuvo, saliendo juntos del espacio en lo que la alzaba en sus brazos para que no se esforzara caminando, escuchando el sonido de su respiración al parecer molesta mientras avanzaba con el bolso colgado del brazo, conduciéndola hacia la mansión.

Intentó no marearse, con la venda en la cabeza, mirando al frente para evitar marearse más de lo que ya estaba, sin poder superar el golpe que la capitán le había propinado en cuanto pasó a verla.

Exhaló, posándola en el suelo para abrir la puerta al tiempo que le permitía el paso, sin verla entrar. Estaba mejor, solo que seguramente se había acostumbrado a que la cargara por lo que fue por ella, recibiendo su rechazo al pegarse a la puerta.

—¿Qué sucede?—emitió, observándola.

—No quiero vivir contigo—hizo silencio—. Llévame a mi casa.

—La inundaste—ella gruñó.

—Eso fuiste tú—reviró. Alzó las cejas.

—Disculpa, pero estaba durmiendo en ese momento—habló—. Que te hayas sentado en el lavamanos no es mi culpa.

—La de tu mala suerte sí—masculló. William resopló, pasando adelante para dejar las llaves colgadas en la pared, sacándose los zapatos que le apretaban más que el pantalón que ella le compró días antes.

Apenas pudo conseguir ropa. Toda de personas fallecidas. Lo que seguramente aumentaría los malos augurios de su vida diaria.

—No me vayas a decir que la viste teletransportarse—rezongó—. Eso no existe.

—No es lo que me diste a entender—sonsacó, aún en su sitio. William soltó un sonido de frustración, hastiado, volviendo a ella.

—Tal vez fue lo que mi padre me dejó por nunca haberme casado—sacó su cabeza para mirarla—. Murió hace unos días. Lo que menos he hecho es guardarle luto, ¿sabes? Así que solo quiero dormir. Tienes dos semanas de descanso dadas por tu jefe. Yo te ayudo con el papeleo—se cruzó de brazos—. De acuerdo, hazlo tú sola.

—Gracias—rodó los ojos, pasando en lo que la energía volvía unos minutos después, viéndolo regresar sin darle otra mirada.

Su cabeza parecía más grande que su cuerpo con ese vendaje. Tenía tiempo para burlarse antes de regresar a su edificio, esperando todo volviese a la normalidad más rápido de lo esperado, si es que acaso sobrevivía a estar con él.

Ya llevaba tres malas rachas, por lo que una más seguro la hacía inmune.

Suspiró, subiendo las escaleras con calma, llegando al último escalón donde lo vio meterse a otra recámara que no era la suya, por lo que se quedó observándolo mientras el cansancio la recostaba del barandal, sosteniéndose para no caer a sentadas de trasero si acaso algo de su mala suerte buscaba irse contra ella.

Tomó aire, alzando la vista en lo que lo notaba cargando un montón de sábanas, sacando la cabeza para ver al frente, sin notarla por la tela que cubría la otra parte, así que solo caminó hacia la escalera, pasándole por el lado al no captar su presencia con la mujer observándolo atenta.

Rogó al cielo que no cayera rodando hacia abajo, respirando nuevamente cuando lo vio dejar todo en el piso, sentándose con las manos juntas en frente, emitiendo una reacción que supo a qué venía, por lo que solo bajó la cabeza, apartándose a la pared, dejándose caer allí con calma.

Miró al frente, con los minutos pasando, cerrando sus ojos en lo que descansaba en ese espacio para no escucharlo, necesitada de una larga siesta que obtendría allí, porque no podía irse a otro lugar.

Sin duda, su supuesto novio falso, debía hacerse cargo de ella, evitando de ese modo perturbas la vida de los cercanos en la estación, aparte de no buscar preocuparlos de más, por lo que no lo pensó más de una vez por mucho que no quisiera.

William estaba dándole una mano, que no era para menos, cubriendo también sus gastos y los del arreglo en su vivienda para volver allí tan pronto como le fuese posible. Necesitaba su espacio a solas, evitar que la viera o se entrometiera demasiado, así que haría todo por recuperarse lo antes posible, volviendo a sus capacidades completas.

No supo en qué momento fue llevada a una habitación, ni descansó en esa cama, solo notó que no era el piso duro u frío en el que estuvo antes, permaneciendo allí un largo rato, con el hombre encargándose de limpiar la casa, ir por ropa a la tienda, aparte de conseguirle cosas de color rosa que indicaran lo femenino de ella y no lo muy masculino de él en esa habitación.

Iba a compartirla. Por segunda vez dormiría con esa mujer, aunque en esta ocasión se trataban de camas separadas, por lo que haría más fácil la distribución a la hora de estar allí, considerando que habían dos baños y dos clósets a los cuales acceder para sacar las prendas correspondientes al día.

Ella tenía todo lo que iba a ser necesario esas dos semanas, sin dejar de lado su cuidado íntimo, así que podrían llevarse mejor si la convivencia esa primera tarde resultaba.

Suspiró, con ella plácida en el colchón, acomodando lo que compró en la tienda, llevándose un par de miradas para nada agradables, aunque no le importaba en lo absoluto. La gente y sus prejuicios siempre estaban a la orden del día, aparte, nada podría darle más vergüenza que haberle explicado la razón a la hora de decir un nombre distinto al de los papeles.




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