Mi partida de Ajedrez (#01 Saga Miller)

Recuerdos de infancia-parte 01

|Azul Miller|

Portland-Oregón EE.UU/ ??-02-2006.

—¿Qué quieres ser de grande? —pregunto, mirando los árboles y sus hojas, el aire fresco me invade la nariz.

Me gusta este lugar.

—¿Enserio? —pregunta Nate con burla.

—¿Qué? Nunca te lo he preguntado.

Me encojo de hombros.

—Es cierto—dice pensativo—mmhhh, creo que bombero.

Me levanto de un brinco del césped, niego rápidamente.

—¿Por qué no? —ladea su rostro, sin comprender.

—Por qué puedes morir—digo con obviedad, me asusta la idea de perder a mi amigo.

—Todos vamos a morir azulada—le resta importancia a mi preocupación— tarde o temprano, pero pasará.

— Prefiero tarde.

Ríe y toma mi mano entrelazándola con la suya, me vuelvo a acostar a su lado.

—¿Tú que quieres ser? —pregunta luego de un largo silencio.

—Cirujana como papi.

—Si soy bombero y necesito cirugía, ¿tú me vas a operar?

—Mmhhhh no.

Me mira, ofendido.

—¿Por qué no?

—Porque tú no serás bombero, Nate. No te doy permiso.

Alza una ceja.

—No necesito tu permiso—me muestra la lengua.

—Claro que lo necesitas, somos uno Nate. Tú y yo por siempre.

—Eres tan cursi—se burla.

—¡Idiota! —chillo y suelto su mano.

Me pongo más allá, ruedo por el césped para alejarme, pero también quiero divertirme. Hago un puchero y cruzo mis brazos.

1...2...3...4

—Vale, no seré bombero—dice rendido, disimulo mi sonrisa de victoria.

—Vale—mordisqueo mi mejilla interiormente—¿Cuál sería tu mejor regalo?

—La cámara de papá, sabes que era fotógrafo —dice sin dudarlo— amaría tener esa cámara, la tuvo que vender porque era coleccionable y necesitábamos dinero, no recuerdo, pero mamá tiene fotos de esa cámara y papá la amaba mucho.

—¿A la cámara?

Asiente.

—Amaría tener algo de él, Azul.

—Tu eres de él, eres su hijo—lo piensa un segundo, antes de asentir.

—¿Tú regalo deseado?

—¡Un cachorro!

—Pero...

—Le pondría Zeus o Hades, Atenea si es hembra—parloteo.

—Prometo regalarte dos perritos—volteo a verlo, emocionada.

—¿Enserio?

—Sí—asiente con solemnidad.

Me siento y me abalanzo sobre él, abrazándolo.

—Graciasssss, quiero que siempre seamos amigos Nate.

—Nada nos va a separar, Azul. No lo voy a permitir. —me abraza como puede.

—Te quiero muchoooo.

—Y yo a ti, azulada. 

 




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