Capítulo 18.
|Nathaniel Hall|
Pongo mi frente sobre la de Azul, sonríe con los ojos cerrados, ha llorado demasiado, cuando escuché la inestabilidad en su voz no me resistí y vine corriendo, salí de casa en pijama y con la lluvia sobre mí, solo me puse mis tenis y tomé las llaves.
Vine corriendo y abrí la puerta del portón con cuidado de no hacer bulla, entré por la cocina igualmente sin hacer bulla, son las 3 am y si hacia ruido tal vez pensarían que venía a robar. Era lo que menos necesitaba.
—¿Qué haces aquí? —pregunta en un susurro, abre los ojos.
El mar azul es sus ojos me deja embobado como cada que la miro a los ojos, pero el rojo que los rodea me impide maravillarme tanto, sujeto su rostro y me maldigo porqué mi primer instinto es darle un beso en la boca, pero lo termino redirigiendo a su frente, suspira con ¿decepción? No, imposible.
—Vine corriendo apenas me dijiste de la pesadilla —sus ojos se vuelven brillosos, sonríe.
—Fue tan horrible, tengo tanto miedo de perderlos Nate —suspira y sus ojos vuelve a derramar lágrimas, limpio sus mejillas con mis manos.
—Azul, fue una pesadilla y jamás los vas a perder —intento tranquilizarla —ellos te aman, ellos y tu son uno, son el ancla de los otros y siempre va a ser así. Ustedes matan si a alguno le sucede algo, tranquila que nada les va a suceder a los locos.
—¿Promesa?
Sé que no debería prometerle algo así, pues yo no controlo la vida, pero si tengo la certeza de que, si le sucede algo a uno de los Miller, los demás van a sufrir, pero aprenderán a vivir con ello. No es alentaron, pero como dije yo no controlo la vida.
—Promesa —susurro siendo consciente de lo que acabo de prometer.
Asiente y me vuelve a abrazar con fuerza hundiendo su rostro en mi pecho, sonrío acariciando su cabello, el aroma floral que desprender es algo increíble, no me canso de su aroma, es algo que amo.
—Te vas a resfriar, Azul —digo intentando hacer que me suelta luego de pasar abrazados más de 20 minutos —tienes que cambiarte y yo irme.
—No, quédate —pide, rendida, se separa de mí.
Observo su camiseta de tirantes que como dije esta mojada.
—Vamos, hay que cambiarnos.
Me meto a su vestidor donde tengo ropa seca, un pijama, un jean y una camiseta porsiacaso, Azul igualmente tiene ropa en mi casa, cuando tengo una emergencia la llamo y me lleva un cambio de ropa.
Salgo y la veo de espaldas, no tiene puesta su camiseta, su cabello cae en una cascada castaña sobre su espalda desnuda, vi muchas veces aquellos lunares que tiene en la parte baja de su espalda cuando la veía usar bikini cuando teníamos 12 años, pero ahora es diferente, la veo diferente y no puedo evitar tener una reacción física.
Mierda, tengo que dejar de verla o se me va a parar completamente. Regreso al vestidor y me ordeno calmarme.
—Vamos Nate, la has visto en bikini incontablemente, incluso se bañaban juntos, si bueno teníamos 5 años, pero lo hacíamos —trago y me tranquilizo —recuerda que ella estaba llorando...eso amigo bájate —le habló a mi pene —no es momento, soldado.
Tomo grandes respiraciones y me sobresalto cuando Azul entra al vestido ya con una camisa.
—¿Duermes conmigo? —pregunta y asiento.
Ya sabía que iba a dormir con ella, lo que no sabía es que mi pene se iba a sentar apenas le viera solo la espalda, demonios.
Vamos a la cama y nos acostamos, me abraza como siempre y yo haría lo mismo si no tuviera miedo a que se me vuelva a levantar y ella se dé cuenta. ¿Por qué soy hombre y tengo pene?
Me orden relajarme, acaricio su cabello y se pega más a mí, la escucho suspirar, sus labios rozan mi cuello. Mierda. Cierro los ojos con fuerza. ¿Cómo eso me puede excitar? Joder.
Suspiro y sigo acariciando su cabello, se mueve y siento sus labios por todo mi cuello, vuelvo a maldecir a todo lo que conozco. Una ráfaga de viento entra por la venta ligeramente abierta, voy a cubrir a Azul con las cobijas cuando veo sus pezones erguidos por el viento. Mierda.
—Nate —susurra con voz suave entre sueños.
Vale, no soy de piedra.
Me levanto con cuidado de despertarla y lo siento Azul, pero es tu culpa que vaya a bendecir tu baño, maldigo porque realmente me siento sucio por lo que voy a hacer, pero aun así lo hago con solo la imagen de los pezones de Azul, su espalda desnuda, su susurro y sus labios rozando mi cuello. Solo eso me hizo estar tan excitado como nunca había estado. ¿Qué demonios me haces Azul Miller?
***
Lunes, 11-11-2013.
—¿Te masturbaste en el baño de Azul? —pregunta Diego, divertido.
Gruño.
—Me siento sucio —confieso.
—Si que te gusta —niego—Nate...
Vale, es algo que ya sé, dándole vueltas y vueltas caí en cuenta, siento celos cuando habla de Axel, me jode que esté con él, mi corazón se rompe cada que dice cuanto lo ama, cada que lo elige a él envés de a mí, me jode que esté con esa basura y no conmigo. Me costó llegar a esta conclusión, lo negué demasiado, hasta hace una semana me negaba, pero Alexa me cacheteó, fui a verla para cargar unas cajas de la mudanza, unos días antes de la horrible noticia y me grito que estaba enamorado de Azul, me negué, pero pasé días comiéndome la cabeza, hasta que cedí.
Debo terminar con Maya, suspiro sabiendo que es lo correcto, pero no quiero lastimarla.
—Sí, me gusta —digo en voz baja.
—¡Por fin! —chilla Fabio —¡Azuniel va a ser real! —da brincos y se avienta sobre mi para abrazarme.
—¿Azu qué...? —me quito a Fabio de encima y lo miro mal —Azul es novia de Axel y yo soy novio de Maya.
—¡Argh! —se queja el pelirrojo y me señala con el control remoto —deben dejar de ser idiotas y centrarse en lo importante —arqueo una ceja —¡En su amor! —chilla.
Ruedo los ojos, divertido.