Mi partida de Ajedrez (#01 Saga Miller)

24| Ojos negros sobre mi

Capítulo 24.

|Azul Miller|

Portland-Oregón EE.UU/ Miércoles, 15-01-2014.

Besé a Nathaniel.

Han pasado 15 días y mierda. El recuerdo de besarlo en California era increíble, las sensaciones, el nerviosismo, la excitación, el querer más, creí que era porque estaba ebria. Pero sobria lo siento y recuerdo perfectamente que él me advirtió sobre arrepentirme y aunque no me arrepiento para nada siento nervios de que nuestra amistad se acabe por mi calentura. Joder.

Recuerdo decirle que sabía que estaba enamorado de mí, joder.

Pero también recuerdo la sensación de calma cuando miré sus ojos verdes y sabía que no me iba a arrepentir nunca, la tensión, el querer más y más de él, todo estuvo ahí, presente.

Paso una mano por mi rostro, debo relajarme y pensar las cosas con calma y cautela, ya tuve 15 días para pensar y sobre todo tuve un arranque de locura que me hizo ir a buscarlo, pero estaba con su novia. Porque tiene novia y no debería desear ser esa chica.

Gruño.

Es mi mejor amigo por todos los cuchillos del mundo, es Nate. El niño que tiraba de mi cabello y se sacaba mocos, el niño que se tiraba flatulencias con sus amigos frente mío, el niño impulsivo que siempre me arrastraba a cada locura que se le cruzaba por la cabeza. Es Nate, mi Nate, mi amigo.

Suspiro y sigo pensando, voy a enloquecer, evitarlo en el instituto es jodido, Lizzy parece divertida con ello, me dice que vaya a su casa me desvista y la pasemos bien. Pero eso no es una opción para mí, por ahora claro. ¿Luego será una opción? Sacudo la cabeza.

Camino de un lado a otro en mi cuarto, furiosa conmigo y nerviosa, en ambas partes.

Bajo a la cocina por agua, debo tranquilizarme, pero lo que veo ni me tranquiliza en nada. Aarón conversando con Andrew como dos seres civilizados.

Saco mi cuchillo de mi muslo, estoy tan acostumbrada a llevarlo conmigo que ya ni me incomoda el cinto contra mi muslo. Alzo un cuchillo y el otro lo mantengo abajo.

—¿Qué...? —pregunta Andrew, pasmado al verme armada— ¿Prácticas?

Entrecierro los ojos, desconfiada. Alzo el otro cuchillo.

—¿Por qué Aarón conversa contigo como una persona normal? —apunto a cada uno con un cuchillo, dispuesta a atacar en cualquier momento.

Aarón me mira con burla y altanería, vale si es él. Bajo los cuchillos.

—Le contaba a Andrew de tu plan.

—¿Otra vez?

—Hermanita, quiero tu cerebro—bromea el bailarín.

Sonrío, divertida.

—Fue sencillo y se merecía todo lo que le hice.

Asienten de acuerdo.

—¿Nate?

Me tenso por un segundo, pero lo notan.

—¿Discutieron? —pregunta el rubio mayor.

Es chismoso y Aarón desinteresado.

—No—me encojo de hombros—nos besamos—suelto.

Aarón no parece sorprendido, sin embargo, Andrew se levanta de un brinco, emocionado.

—¿Ya son novios? —el entusiasmo en su voz me desconcierta.

—Tiene novia. —me encojo de hombros, fingiendo no sentir celos de Maya.

—¿Y? Mátala—se encoje de hombros. No es mala idea—es broma Azul— dice al verme pensar su sugerencia, hago una mueca.

—Vale—suspiro profundamente guardando los cuchillos en mi cinto.

Miro a mi alrededor y recuerdo que vine por agua, tomo una botella de la nevera y la tomo escuchando a mis hermanos conversar sobre mi vida sentimental y privada como si yo no estuviera aquí.

—Jorge basura. Axel mierda. Nate bueno.

Esa es toda la lógica de Andrew.

—¿No deberías estar bailando? —me muestra la lengua infantilmente.

—Soy un alma libre—dice airoso, sonrío, a veces Andrew me recuerda a Fabio. — ¿Te gusta? —arqueo una ceja sin entender su pregunta.

—Que si te gusta Nate—traduce Aarón.

—No sé.

Se miran entre sí.

—Le gusta—dicen al unísono.

Gruño, Aarón alza las manos aunque se divierte de verme desconcertada, me conoce demasiado bien.

—No estoy segura.

—Y eso hace que te guste más.

Miro mal a Andrew que parece empeñado en convencerme que mis sentimientos por Nate son 100% románticos. Tengo la misma duda.

—Eso es ridículo

—El amor es ridículo.

Vuelvo a gruñir.

—Dejen de meterse en mi vida privada como si no estuviera presente—advierto—voy a caminar.

Suspiro y me bajo el suéter para que cubra el cinto donde pongo mis cuchillos. Me coloco el abrigo, tomo mis llaves y salgo de casa, cruzo el jardín cubierto de nieve y casi me congelo las manos a tener que abrir la puerta que esta helada, salgo y guardo las llaves en mi bolsillo.

No camino ni dos pasos cuando siento una mirada en mí. Alguien me observa. Camino con normalidad, no sé quién me observa, pero no puedo girar, aunque sea todo lo que quiero hacer, desearía poder sacar mis cuchillos y estar alerta, pero no, estoy frente a mi casa en la calle más tranquila de la ciudad. Nadie puede verme atacar a nadie.

Sigo caminando y me ordeno relajarme, quien sea que me esté observando me está siguiendo, siento la mirada, aunque este caminando. Camino fingiendo tranquilidad, salgo de la comunidad y voy al parque, lugar que debería relajarme, pero no, es el parque al que corrí luego de... No me gusta este parque. No me gusta nada.

La mirada sigue ahí clavada en mi nuca.

Me estoy hartando y estoy dispuesta a girar y ver quien me está siguiendo cunado me llaman, pongo una mano en mi mulso, dispuesta a sacar mis cuchillos.

—¡Azul, hola!

Giro con rapidez y veo a Leo.

Mi cuerpo sigue tenso, disimulo.

—Hola —finjo una sonrisa.

—Te vi hace una cuadra, te estuve llamando, pero no escuchabas.

Alzo una ceja y asiento lentamente.

—Claro —contesto con una sonrisa, ignorando mis alertas.

Soy muy desconfiada.

—¿Para qué me llamabas? —pregunto y paso una mano por mi cabello.




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