Mi pasado... me obligo a cambiar

Pesadilla.

La noche llegó y todos fueron a sus respectivos sitios para dormir, yo me quede en cubierta mirando el mar, mis ojos se sintieron cansados de pronto y comencé a cabecear hasta que mi cuerpo me venció y quede dormido.

Al despertar me vi a mí mismo, literalmente me veía a mi estando recargado sobre la orilla del barco descansando, esto llamo mi atención y aunque seguramente a varios asustarían, yo no sentí miedo… Aquella imagen de mí se fue desvaneciendo junto con todo alrededor y ahora solo se veía una habitación parcialmente oscura sin un fin concreto, con una densa neblina. Voltee hacia todos los lados que pude y no lograba ver algo, de pronto un sonido comenzó a escucharse, era como si agua estuviera fluyendo pero no podía verla, solo escucharla, al fijarme en el suelo alcance a ver un reflejo, pero no era el mío, aunque seguía todos mis movimientos; si yo me movía a la derecha ese reflejo se movía junto conmigo, podría decir que era yo mismo pero había algo diferente… demasiado: No poseía músculos o piel, era únicamente el esqueleto de algo que sonreía de una forma que por más tenebroso que pareciera daba paz.

A los lados de esa figura comenzaron a aparecer dos más, pero estas si tenían una forma, eran mi hermana y mi madre que abrazaban a ese esqueleto de una forma amorosa y me veían con melancolía.

  • ¡Madre! – grité con fuerza a la vez que me agaché intentando que mi mano atravesara el reflejo. - ¡Hermana! – Volví a gritar, y mi mano se detuvo en seco pues evidentemente ya no pudo avanzar más.
  • … - Ninguna de ellas respondió y en cambio ambas negaron con la cabeza. – estamos en un sitio a donde no puedes venir. – Dijeron ambas.
  • Las extraño… - Agregué dejándome caer al suelo e intentando abrazarlas por el reflejo. – Demasiado.
  • Que nos extrañes significa que nos amas… - Dijo mi hermana. – No te sientas mal por ello, o por el hecho de que ya no estemos cerca de ti. – Agregó mi madre. – Nos tienes en un sitio del cual nadie podrá sacarnos. Bueno. – Rectificó. – Si hay alguien que puede.
  • ¿Quién? – Pregunté con miedo…
  • Tú. – respondió con seriedad aquella esquelética figura con mi misma voz. – Solo tú puedes sacarlas de tus pensamientos, únicamente tu eres quien decide si deja de amarlas, al igual que decides a quien odiar o a quien amar.
  • Eso no es algo que se decida… - Le corregí. – El amor se da solo, al igual que el odio.
  • ¿En serio? – Dijo cínicamente la figura. - ¿Odias al capitán del barco?
  • ¡Claro que lo odio! – Dije con mucha fuerza y molestándome por recordar todo lo que hizo.
  • ¿En serio? – La forma esquelética se señalaba su cabeza incitándome a pensar.

En vez de responder me quede pensando un momento: “¿Lo odio?”, la respuesta evidente es que si lo hacía… ¿Cómo voy a ser capaz de perdonarle lo que me hizo?, ¡Lo que le hizo a mi familia!; la respuesta no podía ser una diferente… simplemente no podía, claro que lo odio… Pero, ¿Por qué siento un hueco en mi pecho?, cada que pienso en odiarlo siento un vacío que me lastima por dentro…

Intenté regresar la mirada hacia la esquelética figura, pero esta había desaparecido, dejándome con más dudas que respuestas, mi hermana también se había ido y solo quedaba mi madre en el reflejo mirándome fijamente, su figura comenzó a elevarse poco a poco hasta que salió del agua y tomo una forma “física”, solo medio segundo basto en verla para que mi cuerpo se impulsara para abrazarla y comenzar a llorar desconsoladamente…

  • Tranquilo. – Decía ella a la vez que acariciaba mi cabello.
  • ¿Por qué siento esto? – Le preguntaba insistente.
  • ¿Qué cosa? – Me respondió ella con la dulzura propia de una madre.
  • Siento que debo odiarlo. – Comencé a decir, levantando la mirada y chocando con la de ella. – Pero algo en mi me dice que no lo hago…
  • ¿Por qué debes odiarlo? – Preguntó ella.
  • Porque es culpa de él que ustedes ya no estén conmigo… - Solo pensarlo bastaba para que mi cabeza se pusiera caliente y yo me molestara. – Y aun así, no siento que en verdad lo odie… Ni siquiera pude asesinarlo cuando tuve oportunidad… ¿Por qué?
  • … - Mi madre se quedó en silencio un poco y después me soltó del abrazo, me alejo con sus brazos y mirándome a los ojos comenzó a decir. – El amor y el odio son sentimientos realmente complejos… No deberías intentar controlarlos o siquiera entenderlos, solo sentirlos. El día que puedas controlarlos, será un día que dejes de ser humano… Abraza lo que sientes, así sea amor, tristeza, odio, molestia, ira… Solo abrázalo y déjalo seguir su curso por tu mente, no intentes controlarlo, si tú quieres odiarlo pero tu mente no lo hace, no estas cometiendo un error, simplemente tu cerebro ve algo que tú no estás viendo… Hijo mío, sabes que te amo a pesar de todo y el hecho de que no quieras vengarme, no me hace sentir mal, sino todo lo contrario. Aquel que sabe perdonar es una persona mucho más fuerte que una que sabe asesinar.
  • ¿Me estas pidiendo que perdone al capitán?, ¿Después de lo que hizo? – Dije yo con demasiada sorpresa.
  • No. Eso lo tienes que decidir tú, yo lo único que estoy diciendo es que no importa la decisión que tomes, sé que será la correcta. Ámate a ti mismo y perdónate.

Al terminar de decir estas palabras su figura fue desapareciendo hasta que ya no pude verla más, la escena comenzó a cambiar retomando nuevamente el sitio oscuro con la niebla y mis ojos empezaron a cerrarse hasta quedarme dormido nuevamente; al abrir los ojos me encontraba justo donde me quede antes, a la orilla del barco por la cubierta recargado en las gruesas tablas, estaba completamente solo y lleno de tranquilidad, “gracias madre…” Fue lo último que dije antes de ir a los camarotes del barco donde todos dormíamos.



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En el texto hay: batallas, barcos, batalla interna

Editado: 22.11.2020

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