Mi pasado... me obligo a cambiar

Tormenta.

Durante todo el día restante y el siguiente Karla no salió de la habitación que el capitán le había ofrecido para ella sola, ni siquiera a probar bocado o a decir una palabra, permaneció allí quieta, distante y seria. Yo estaba un poco preocupado por como ella podría sentirse, pues aunque no fue ella quien impulso el cuchillo para tomar la vida de aquel hombre, su mano sostenía el arma.

El capitán al igual que Karla llevaba todo el día en su camarote descansando y todos los demás marinos cumplían con sus obligaciones normales, yo en la cocina ayudando al sujeto horripilante y ese sujeto maloliente pelando tantas papas que ni siquiera podía explicarme de donde salían y Güilé, encima de las velas mirando al horizonte y ocasionalmente a todos y cada uno de los tripulantes. Decidí subir hasta el puesto del vigía para estar cerca de Güilé y conversar con él, al llegar a la cima le dije al vigía que lo relevaría por un tiempo y sin siquiera preguntarme la razón simplemente sonrió enormemente y se echó a dormir como si su puesto no fuera de importancia, así sin más.

  • Oye… - Dije a lo lejos para que Güilé me escuchara, pero el no volteo ni tantito. - ¡Güilé! – Insistí.
  • … - El giro su cabeza hacia mí y sus ojos estaban llenos de lágrimas, me miraba con demasiada tristeza y no parecía querer hablar, captando esto simplemente le miré y comencé a bajar los escalones para regresar a cubierta.

No parecía un buen momento para estar con el… Seguramente al igual que Karla (y al parecer el capitán) Güilé quiera estar solo. Guiado por mi preocupación al estar en cubierta fui hacia la habitación de Karla toque 3 veces a la puerta de la misma forma en que ella lo hacía con su abuela y la puerta se abrió un poco y después se escucharon sus pasos yendo hacia el interior, al entrar todo estaba completamente en el suelo roto y sin orden, parecía que ella había descargado parte de la rabia que le había dado con todos los objetos y al mirarla más de cerca tenía un aspecto muy desaseado…

  • ¿Estás bien? – Era evidente que no lo estaba, pero no supe de qué otra manera empezar la conversación.
  • … - Ella no respondió, no me miro ni hizo gestos corporales de algún tipo.
  • No sé si el hecho de que este aquí te ayude a calmarte. – Empecé a decir acercándome a ella y colocando una silla cerca de la cama para sentarme. – Pero si me abriste la puerta me hace pensar que soy bien recibido. ¿Me equivoco? – Termine de hablar y simplemente me quede mirándola.
  • … - No volvió a responder pero ahora nuestras miradas se cruzaron, ella permanecía encima de la cama abrazando se las piernas y girando la cabeza, pues me estaba dando la espalda.
  • Tu mano estaba sosteniendo el arma. – Dije fuertemente y sin dejar de mirarla.
  • … - Apenas decirlo ella comenzó a lagrimear y sus puños a cerrarse a causa del coraje e impotencia que seguramente sentía.
  • Pero aun así, no fuiste tú quien le asesino. – Continúe diciendo. – En tus manos estaba el arma que le arrebató la vida, pero eso es solo lo que piensas, pues jamás se la arrebataste, él te la obsequio antes de que lo hicieras, y aun así no fuiste tú quien lo hizo.
  • … - Ella alejo la mirada de mí y se recostó en la cama con la cabeza hacia abajo en la almohada, y podía escuchar claramente sus gritos de dolor.
  • Me preocupa tu situación… - Dije seriamente. – Te culpas por algo que no hiciste y que aunque hubieras hecho, no hubiera sido del todo malo. – Me detuve un momento y me senté en la cama junto con ella colocando mi mano sobre su espalda dándole palmadas leves. – El sabía que su vida había llegado hasta ese momento, y prefirió que una chica que el considero amable fuera quien terminara a que un sujeto que le hubiera hecho sufrir lo hiciera, si te vas a culpar por algo, que no sea por eso. Pues gracias a ti seguramente ese hombre no sufrió.
  • ¡Escupía sangre! – Gritó con molestia y empujando con fuerza mi mano para quitársela de encima. - ¿En verdad crees que no sufrió?, ¡no puedes ser tan idiota!
  • Su cuerpo sufrió, sí. – Le rectifique aprovechando que ya estaba peleando conmigo. – Pero su mente no lo hizo, él tuvo un descanso tranquilo, gracias a que tú sostenías el arma a la cual él le entrego la vida.
  • ¡Eso es una estupidez! – Karla se levantó de la cama y se fue a la silla alejándola de mí.
  • No lo es, ¿te duele el cuerpo? – Pregunté, seriamente.
  • ¿Eso qué demonios tiene que ver? – Gruño Karla mirándome con desprecio.
  • ¿Te duele? – Insistí.
  • No… - me contesto secamente.
  • Tu cuerpo no sufre, pero tu mente sí. – Le dije sin apartarle la mirada y haciendo ademanes con mis manos. - ¿Por qué con el no pudo haber sido similar?; ¿su cuerpo sufría pero su mente no?

En esta ocasión ella no me respondió y simplemente se quedó callada, de algún modo sentí que debía salirme y simplemente me levante de la cama y camine hacia la salida de la habitación mirándola por última vez y diciéndole: “No te culpes por algo que no hiciste, cúlpate por algo que si hayas hecho, y antes de culparte: piensa si aquello que si hiciste, fue verdaderamente malo, o quizás, solo quizás, algo bueno.”

Al salir de la habitación uno de los primeros oficiales me estaba esperando justo a la salida del cuarto y con una voz seria y ligeramente molesta dijo: “El capitán quiere verte”, señalando el cuarto de navegación; asentí con la cabeza y me dirigí hacia allí, y cada paso que daba el cielo comenzaba a cerrarse poco a poco, las nubes nos estaban rodeando cada vez más y el oleaje parecía molestarse con el pasar de los minutos.

  • ¿Quería verme? – Dije al capitán una vez llegando al interior del cuarto de navegación.
  • Hoenn. – Enunció él.
  • ¿Disculpe? – Replique yo, por no saber de qué hablaba.
  • Mi nombre es Hoenn. – Termino por decir y simplemente se quedó callado.
  • Vale… - Contesté secamente yo, pues no sabía por qué me lo estaba diciendo.
  • Con el pasar de los días desde que te nos uniste he comenzado a sentir que nuestras vidas están por terminar. – Su mirada no parecía triste y tampoco desafiante, de hecho esta fue la primera vez desde que entre al barco que pude ver una mirada “humana” en el… - Y no entiendo por qué, pienso que eres tu quien lo terminara haciendo, pero no puedo abandonarte en algún sitio y simplemente huir, siento que no debo hacerlo, ¿por qué?, ¿qué eres? – Termino de decir muy seriamente y mirándome con intriga.
  • No lo sé. – Respondí yo secamente. – En estos días he recibido información que ni siquiera yo puedo entender, lo único que entiendo es que esta inmortalidad que poseo es más una maldición que una bendición, y aun no sé por qué la tengo. También he comprendido que a pesar de lo que ha hecho, no le odio ni quisiera asesinarlo o tomar su vida de la misma forma en que usted lo hizo con mi familia; quiero vengarme pero a la vez no quiero, no sé lo que pienso pero cuando lo pienso lo único que está en mi cabeza es: “no”.
  • … - Hoenn se quedó pensativo un momento y posteriormente el barco se comenzó a mover con brusquedad, todos afuera comenzaron a gritar y algunos podían incluso escucharse como gritaban por fuera del barco por haberse salido de él y estar colgando gracias a sus sogas salvavidas.



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En el texto hay: batallas, barcos, batalla interna

Editado: 22.11.2020

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