Mi patrona...

La Licenciada

Capítulo 1: La Licenciada.

 

Any esperaba sentada en su oficina al nuevo empleado que llevaba tres minutos de retraso. Para la prestigiosa abogada, y licenciada en letras el retraso era lo peor, además para la hija de uno de los más importantes peces gordos de la ciudad, le daba grima esperar, tanto que se ruborizo. Pero del enojo, además estaba tan ocupada que si en dos minutos no llegaba ella pasaría de él, y llamaría a otro de la amplia y colosal lista.                                                                                                                                             

—Perdone que he llegado tarde Licenciada, lo que pasa es que el tráfico de la ciudad era demasiado espeso. —Un hombre de aspecto formal, con un cuerpo fornido y pelo Negro apareció por la puerta —sin tocar— y entro a la oficina.                              

—Creo que debe tocar antes de entrar Señor. ¿Disculpe cómo se llama?              

—Soy Carlos Rodriguez El que viene por el trabajo.  —Ella vio el esbelto pecho que se le marcaba en la camisa negra que tenía puesta.                                                                    

—Entonces siéntese por favor. —Señalo la silla con un bolígrafo.                                    

—Bueno. Acto seguido el hombre que estaba agitado por la pequeña carrera que tuvo que dar, para llegar a tiempo a la oficina se sentó y acomodo la camisa que estaba un poco ajustada en el cuello. Y se la desabotono dos botones abajo.                       

—Le puedo decir algo señorita jefa. —Ella lo miro dubitativa                                          

—Pero aun no soy tu jefa Muchacho loco.                                                                                     

—Pero lo serás —Afirmo con picardía mientras la miraba directo a los ojos. Any quedo perturbada por esas palabras y sintió un chisporroteo en el estómago que no había sentido desde la secundaria.                                                       

—Dígame Lo que quería decirme. —Ella se quitó los anteojos y dejo caer el cabello, que tenía envuelto en una coleta de caballo y se lo sacudió un par de veces.                    

—Usted es muy linda.  La licenciada se enrojeció toda, tanto que su cara parecía un tomate. La chica no sabía cómo es que ese hombre de grandes hombros, la ponía en el extremo de su cordura.  Con dos tosidos y un arreglo de cabello, dejo salir de sus labios un: —Gracias.                                                                  




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