Mi patrona...

0.3

Pero enseguida reacciono del trance y levanto a la chica de sus brazos. —Gracias— Dijo ella acomodándose el pelo. —De nada pero sigamos a la habitación— Carlos corto todo sentimiento pasional, porque iban a estar solos en una habitación con un chica que ya lo había calentado.  Aunque también le dio un poco de frustacion haber cortado a la chica, quería besarla y comérsela a besos una y otra vez pegarla a la pared y decirle que la quería, para todas sus mañanas tardes y noches. Pero que le iba a hacer el, tenía que buscar la ropa de la Patrona e ir rápido al hospital. Con el trabajo de avisarles a sus familiares, pero él no sabía si tenía esposo o novio, menos si tenía familia cerca de Shangai

Llegaron a la puerta de la habitación, un pensamiento se cruzó por la mente de Carlos y era el de cómo iba a abrir la puerta si ella no le había dado la llave. Pero Alexandra saca de su bolsillo una tarjeta negra con un logo.                                                                       

—Con esto abriremos la puerta.                                                                                                     

—Hazlo rápido. —Carlos estaba apurado— tenemos que regresar al hospital.       Ella paso la tarjeta por el escáner, y la puerta se abrió, dejando ver el lujoso condominio, lo primero que lo recibía era una pesera con algunas carpas traídas de japón, mientras que la sala del apartamento estaba rodeado de adornos y decoración propia de china.

Carlos sin perder tiempo puso las manos en las primeras gavetas que vio, buscando cosas que le pudieran ayudar. En estas gavetas encontró unas píldoras, —se la echo al bolsillo— pensó que tal vez serian importantes para que los médicos las analizaran.  Sin miedo fue abriendo la puerta de los cuartos. La primera puerta escondía un cuarto completamente ordenado, sin ninguna pisca de intervención humana, busco en las gavetas y el armario, pero no encontró nada, entonces rápidamente salió del cuarto, y vio a Alexandra parada en la sala sentada tranquilamente. —¿No me vas a ayudar a buscar la ropa? —Pregunto con delicadeza— la chica se acercó al abogado, pasos tranquilos y serenos,                                     

—Yo no puedo ayudarte…—Ella se cruzó de brazos— Te dejare la llave en la mesa.                                                                                                                                                              

—Deja las tonterías ayúdame.                                                                                                        

—Si entro a ese cuarto ella me va a despedir, —el licenciado frunció el ceño— ella es muy estricta y aunque yo tenga su llave nunca he entrado al cuarto de la patrona y creo que si lo hago, ella me va a dar un fuerte escarmiento más tarde.                     




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