Capítulo 3: Tú
Pasaron algunos días, hasta que dieron a la patrona de alta, Todos los días en ese tiempo Carlos estaba al pendiente, de todo lo que necesitara la doctora. Y como no tenía sus tarjetas de Any, los gastos corrieron de su cuenta. Tampoco las ganas de que ella pagara, si ni siquiera fue su decisión llevarla a esa clínica. Any se hizo una rutina el posar su mano en la barandilla de la camilla, mientras Carlos la sostenía y acariciaba.
Él pudo sentir el calor de esa pequeña y frágil mano, además antes de irse y a la hora de llegada, lo recibía con un beso en la mejilla. Ella estaba muy contenta de que alguien estuviera al pendiente de su persona.
Any pensaba que Carlos estaba siendo algo muy preocupado para que fueran solo conocidos, y en el trabajo Jefa y empelado. Sabía que él se traía algo más entre sus anchos brazos. Para Carlos la estadía en el hospital era lo mejor que podía tener para acercarse a la Jefa, no le importaba que estuviera dos meses más en esa camilla mejorando, porque se la estaba pasando muy bien con su patrona, teniéndola y acariciándola. Aunque todo iba a correr por su cuenta, pero no le importaba dar todo su dinero por estar tan cariñoso con la Patrona.
¿Porque haces esto Carlos? yo solo soy tu jefa.
—Pues, Jefa le voy a decir la verdad —Tomo la otra mano de Any— Yo la iba a dejar sola aquí, pero en ninguna circunstancia podía abandonarla sin alguien que la atendiera. —Carrasqueo— Además la comida de aquí es fatal, —Sonrió— No la iba dejar comiendo eso.
—Pues Gracias, pero no me gusto que vieras mi ropa interior. —soltó una carcajada— Me molesta un poco. —Él le pellísco la mejilla a su patrona.
—Así que ese era el problema, —Bromeo— Entonces ya te puedo regalar ropa interior para el día de tu cumpleaños. La chica no pudo evitar sonrojarse algo por la broma que Carlos le estaba haciendo, pero con las manos agiles que tenía el chico le pudo sacar alguna que otra sonrisa.
La hora de revisión ya terminaba, Any quería que Carlos se quedara más, un rato más. No sino hasta que ella se durmiera. No quería soltarlo. Quería que la abrazara y se quedaran durmiendo juntos como si nunca se fueran a separar. Pero la realidad era otra y al política del hospital decía que las visitas solo tenían dos lapsos de tiempo, y ese tiempo había terminado. Carlos se paró no sin antes darle un pequeño beso en la frente y susurro a las orejas de la chica —Que te mejores— Mientras que ella apretaba con fuerza sus manos, no queriéndose alejar del chico.
Después de que le dio un abrazo fuerte, y un beso en la mejilla, Carlos salió de la habitación y con un fuerte grito la Patrona le dijo —Te espero mañana, Cuídate. Carlos sonrió ante la actitud de una adolescente encerrada en una bella mujer. Pero el brillo de los ojos de esa chica le cautivaba más, lo encerraba en un cuarto oscuro donde lo único que podía divisar eran esos ojos grises que entre sus iris, y el laberinto impenetrable de su alma. El perdía la noción del tiempo queriendo pasar allí el resto de su vida.
No sabía porque estaba sintiendo ese sentimiento, pero entre miradas complices sin decir una palabra. Ellos estaban muy apegados, pero al chico le extrañaba que su patrona no tuviera a nadie que le fuera a visitar, cosa que tenía que investigar no podía estar tan sola en el mundo, y si así era, no le importaba por que le iba a hacer compañía de allí para adelante para que nunca más se sintiera sola, el muy bien sabía que sus manos se aferraban tan fuerte porque quería que se quedara sola, y entre tanto divago Carlos encontró el miedo de su patrona La efímera sempiterna e imnesurable: Soledad.
Las cosas iban viento en popa en el bufete, pero Alexandra se había vuelto más alejada de lo normal, solo cruzaba algún que otro saludo con el Abogado, cosa que no le extraño a Carlos, pero ahora no estaba para eso lo que más le importaba ahora era la salud, de Any. Aunque en su escritorio había más de una pila de papeles por firmar y revisar, cosa que hacía en la noche después de visitar a Any pasaba la madrugada y parte de la siguiente mañana firmando y leyendo papeles. Además entro en la oficina de Su jefa para hacer el trabajo que también estaba retrasado, en fin. Carlos estaba combatiendo una verdadera odisea, en el día el único momento de descanso que tenía era la hora cuando visitaba a la Licenciada otro motivo para sentirse vivo cuando estaba con ella, compensándola con las caricias que ella le daba.