Capítulo 4: Culpable de Mi Pasión
La noche cayo con gran rapidez y la luna se dejó ver en el cielo estrellado. Any esperaba ansiosa la llegada de Carlos, que por su parte no tardo más de diez minutos sobre la hora prometida. Toco con los nudillos a la casa muy sutilmente ella abrió la puerta. con rapidez. Ella lucía un vestido de top coló rojo, dejaba al descubierto sus hombros y sus largas piernas en las que Carlos cayo atrapado de manera instantánea.
—Vaya esta Preciosa. —Dijo él.
—Usted también esta elegante. —El hombro portaba un elegante traje de color negro con una rosa en su bolsillo, y un vino en la mano derecha— muy elegante Guapo también abogado.
Any indico que pasara al hombre que estaba en la puerta de la casa, para ella maquillarse era lo más importante y no lo había hecho todavía porque se quedó remojando en un baño de espuma caliente. Ella dejo al caballero en la cocina mientras se iba a maquillar y a poner algunos que otro elemento de joyería. Mientras tanto el hombre no se sintió incomodo ante la ausencia de la dama, sino que se comportó pasible, mientras buscaba los ingredientes que había comprado horas antes para la cena.
Busco entre tantos cuchillos de cocina y los amplios lugares para cortar la carne, que había en ese edificio. El saco de la nevera, algunas carnes, se enrollo las mangas de la camisa para no manchar esa elegante pieza, después saco las verduras, corto todo en pedacitos, y los dejo remojando en vinagre. Prendió la cocina mientras recalentaba un sartén y le echo aceite. Con rapidez mientras se calentaban sus instrumentos puso en la mesa, dos velas de color rojo, y un mantel de color negro, unas flores, y en el equipo de sonido música elegante para una ocasión venerable.
—¡Uy! Las cosas en la cocina están animadas —Dijo Any al escuchar la música.
—Si así es, querida, será mejor que no te tardes tanto o te perderás el show.
Carlos estaba cada vez más confiado, y bailaba al song de la cocina, friendo su carne.
Mientras que en el cuarto, Any se maquillaba con extremo cuidado los parpados de un color rojo intenso, mientras que se estiraba las pestañas con un cepillito, en los pómulos se aplicó un pequeño rubor. Que hacía ver su pálido rostro más lúcido que antes, y hacia brillar a sus ojos grises, en su boca aplico el labial que en china sería el más caro, pero de color rojo, y para rematar se colocó un brillo. La chica no estaba segura si con eso estuviera bien, pero para que nada hiciera faltara, se metió al armario buscando una cajita de color negro. Del oscuro armario saco una caja, esa caja contenía algunas pieza de joyería, pero ellas las había guardado en lo más profundo de su escondrijo, tal vez dudo unos pocos segundos, y un suspiro con nostalgia saco una sonrisa en su cara, para ella esa caja significaba algo más.
Abrió el pequeño contenedor que estaba casi repleto de polvo. Y tomo de allí, dos aretes con la figura de dos dragones, —animal de la cultura china— uno con una joya parecía un rubí en sus ojos y otro con una esmeralda al parecer. —Se puso los dos aretes— Mas tarde de la misma cajita saco una pulsera de color dorado —con un grabado— la pulsera no era tan voluminosa pero cubría la muñeca de la dama. Por encima de todas las joyas dos guantes de color blanco que le llegaban hasta los codos, esos guantes tenían dos flores de lotos de color rojo en cada brazo, De la misma forma ella saco otra pulsera de color plateado con una perla en medio de la susodicha, se la puso en la muñeca izquierda, mientras que de lo más profundo de la cajita emergía un collar, también de color dorado, con un dije, este tenía la forma de una serpiente que se entrelazaba a una letra, la vocal A todo esto complementaba la joyería de la más fina que tenía Any.
Estaba casi lista, pero le faltaba el perfume, ella fue al baño casi que corriendo por que estaba desajustada de tiempo, saco de la cajita de primeros auxilios, una fragancia de procedencia Taiwanesa, traída de los mejores perfumerías en el país asiático, en donde ni siquiera estaban disponibles esas ediciones, pero que las había conseguido con esfuerzo y uno que otro contacto. Se roció tres veces por el cuerpo. la nuca fue una de ellas, el cuello esparciéndose el roció por todo el pecho. Y finalmente su cabello, pero sin más que pudiera hacer la chica más que esperar a que se le secara el perfume. Pensaba en lo que le iba a decir a Carlos, pero ya sabía por dónde iba a empezar la cena, volvió al cuarto para buscar otra cosa que le faltaba, algo que a ella no le gustaba ponerse, pero iba entre la entre pierna.