Mi patrona...

0.3

—Bueno te pagare los días que me quede… —Lanzo otro cuchillo que conecto en un florero que estaba en la mesa— ¿Demonios cuantos cuchillos tienes?                                  

—Muchos —Con la mirada, señalo la mano derecha, con cinco cuchillos empuñados cada uno en un nudillo—  No te estoy pidiendo que me pagues tampoco.

Ella se hecho una carcajada. Y espero atenta como una niña, oliendo el sabor del sazón de Carlos. —Vamos a comer rico— Dijo Carlos confiado en su don para la cocina.  La chica se sintió incomoda con la ropa ajustada que llevaba, así que se quitó los tacones, —Los tiro a un lado de ella— Su suéter que le tapaba la mayoría del cuerpo dejando ver una figura esbelta —Debajo tenía una blusa de top— Y quitándose los pantalones. —Carlos veía de reojo entretenido en la piel de la chica—  mostrando un pequeño short, al final la chica se quedó en muy poca ropa, Elly ya se sentía más, más cómoda hasta dejo escapar un jadeo de cansancio —Estiro los brazos, Carlos estaba más que atento, muy atento a la situación pero sin dejar de cocinar ni quemar la comida. —Pon televisión—Grito Carlos con  vos ronca y ella como una niña obedeció al pie de la letra.

 

Carlos con una sonrisa Cerro la noche con un —Vamos a comer— Mientras que la chica se consolaba a la luz de la luna, con el abogado, que le había tendido la mano, ella contándole lo que sucedió y comiendo como un hombre, por lo hambrienta que estaba. Así siguió la noche entre Lamentos Comida y Sentimientos encontrados.

La mañana siguiente llegaba a son de corneta. Carlos despertaba sobre diez minutos de lo establecido, y como un relámpago se vistió cepilló y demás cosas. Fue al camarote de Elly para despedirse. —Elly me voy, nos vemos la próxima semana, en la mesa te dejare una tarjeta con algo de dinero, para que mantengas la casa, siéntete cómoda, nos vemos el próximo miércoles, Te voy a estar llamando. La chica ni siquiera contesto más bien hizo un quejido —ruido parecido al rugido de un oso— Y Carlos con un portazo salió disparado a la estación del tren para irse de viaje con su jefa, a resolver el caso de Hongcun y también —Muy esperado por el—Hacer algo e turismo de la mano, de esa bella mujer. Corrió y corrió todo lo que pudo, dejo el carro en el estacionamiento, y como pudo llego a la estación, pasando chocando con docenas de personas en la acera.

La estación estaba llena, pero la silueta inconfundible de la chica más bella de toda la ciudad —Su patrona— dejaba verse. Y corío a ella, —Perdón llegue algo tarde— La Patrona se giró de tobillos y vio a Carlos. Sin dudas le planto en cara un abrazo algo pícaro. —También ella manoseo un poco el cuerpo del  joven, pasando sus manos lentamente por algunas zonas que a ella le gustaban —  Una vos invadió las paredes de la estación —Tren para Hongcun está arribando pasajeros Ultima llamada— La chica agarro a Carlos y su maletas, y corrió al vagón.

No dudaron mucho en entrar al tren y con sus billetes en la mano, subieron sus maletas al cargamento y el tren tomo rumbo a las montañas. La chica miraba a la vegetación, ya había pasado un rato desde que habían salido de la zona urbana, y los bellos paisajes de la naturaleza adornaban un viaje portentoso. Cuatro horas restaban para que llegaran a su destino. Cuatro horas que Carlos pasaría acariciando la belleza de su patrona y aprovechando que estarían solos no perdió ni tiempo.  La chica estaba vestida con una chaqueta de color marrón.

Una camiseta de lo mas normal color amarilla. Un jean algo ajustado y una gorra suiza combinada con las gafas grandes de forma cuadrada. La cara no tenía ni una pisca de maquillaje. Era diferente a los días comunes, algo lucia más extraño en ella, algo que Carlos no podía encontrar pero que sin duda le quitaba el habla.     Una espalda mullida clara suave y abierta a su placer. Su patrona tenía todo lo que Carlos deseaba. Tentación orgullo complicidad, seducción, amor, pasión y un sinfín de sentimientos floreciendo en su pecho.

En un dos por tres, del tren llego una chica con un carito vendiendo chucherías. Un brillo desconocido salió de la cara de Any  y como chica de quince años, salto a un lado de la amable mujer y esta le recibió con una sonrisa, Carlos estaba siempre atento a lo que hacia la mujer aprovechando para ver un poco su seductor cuerpo. De la nada Unos asaltantes aparecieron en el vagón. —Armados con pistolas— Ellos amenazaban a los pasajeros. El grito de una de las chicas estremeció el pequeño vagón. Estaban vestidos de negro y con pantalones apretados. Uno de ellos agarro a una chica amenazando a los demás. La chica gritaba de pánico. El ladrón abusaba de la situación. Arranco la camiseta de la indefensa chica, y empezó a frotarle los pechos.




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