Tomaron un carrito pequeño que los llevo a la primera subida de la montaña.
—¿Cómo sabias que quería venir acá? Pregunto ella con gran curiosidad en la que volvía a caer.
—No te voy a decir. —Carcajeo— Muchas veces te vi viéndolas, programe a escondidas una cita aquí.
— ¡Dios! eres peligroso. —carrasqueo.
— No lo digas de esa manera.
—Papa es peligroso. —Grito Vanessa con toda la fuerza de su voz— Papa es peligroso ¡ha! ¡ha! ¡ha! Un puñado de gente volteo a ver a la pequeña Vanessa agarrada de las manos de sus acompañantes. —Detén a la niña o me van a arrestar. Dijo Carlos con una sonrisa en la cara Any en un apuro separo a la niña y se arrodillo a su nivel.
—Pequeña Vanessa tienes que tener en cuenta que las palabras no siempre son lo que parecen ser, a eso se le llama sarcasmo, ya tienes diez años debes comportarte mejor, las señoritas no se comportan como lo estás haciendo tú. Any vio como Carlos se alejaba un poco. —Quédate aquí, ya vuelvo jefa… Any se quedó parada en la pequeña parada del mirador.
—Regrese. Dijo Carlos llegando de improvisto por un lado de ella. Any casi pegaba un brinco por el susto
—¡Huy! no aparezcas asi, casi me da un infarto. ¿Por qué te tardaste? no vamos a poder llegar a la cima. Carlos le puso los dedos en los labios parando la ráfaga de quejas salientes de la boca.
—Ya vine eso es lo que importa, pero no creo que sea buen momento para darte lo que tengo aquí para ti. Ella frunció el ceño curiosa por la cosa, que tenía Carlos para ella.
Sin más dilaciones siguieron caminando por las escarpadas escaleras de roca talladas con cincel y adornadas con madera, para crear una especia de corredor. Así podían transportarse de una montaña a otra con facilidad, pero no solo eso, el sol adornaba perfecto el calcio de las montañas creando un toldo amarillo en el que se fundía toda la gama de colores. Donde se contemplaba un patrimonio de la humanidad, donde la vegetación era escasa pero perfecta, que adornada las puntas de las montañas como si fuera su sombrero. Mientras que el musgo de las paredes arenosas, sería el ropaje de las mismas, y finalmente en las cabeceras su pelaje ondeando, sino más que la niebla pasando por cada escarpado y helado pico. Una ambiente súbitamente fuera de esta tierra, que no solo ponía los pelos de punta sino que atraía y dejaba adicto a Any y Carlos.