Capítulo 10: Vamos a la Playa
—¿Porque tenemos que irnos mama? —Debemos regresar a trabajar Vanessa, tu papa y yo tenemos que mantenerte. La niña no se explicaba porque debían dejar las montañas e irse a la estrepitosa ciudad de Shangai. Carlos estaba en el baño terminado de vestirse y acomodando las maletas para regresar a casa. Any se ocupaba de cuidar a la niña. Vanessa era un pan de dios, pero había veces que se comportaba de forma contraria. —Ya estoy listo. Vámonos a casa. Dijo la inconfundible voz de Carlos en la saliendo del baño. —Entonces vámonos. Afirmo Any con desespero por llegar a la ciudad. Bajaron rápidamente a la recepción, y Any casi lloraba al despedirse de la señora Mixhao, su anfitriona desde la semana que llegaron hasta hoy que se iban. Ella con un cuidadoso abrazo y una fuerte sonrisa, —de las más verdaderas— se despidió con un —Vuelvan pronto muchachos cuídense— Any al escuchar esas palabras casi tira la toalla en ponerse a llorar.
Carlos miraba como las mujeres podían ser hipócritas a veces, pensaba que ella odiaba a la señora Mixhao por haberla tratado como una quinceañera. — aunque pareciera mucho una de ellas— pero ahora su actitud había cambiado. Y lo que antes le causaba risa y rabia, ahora solo melancolía, —¿Que pasa jefa? vámonos debemos regresar a Shangai— Any pudo despertar del trance en el que estaba y volviendo en si agarro sus maletas para esperar el taxi que los llevaría a la parada del tren, —que por cierto salía una vez cada seis horas— era mejor para ellos estar puntuales para que no desperdiciaran horas extras. —Pero debemos volver lo más pronto posible— Carlos la miro y se echó una carcajada —Te gusto tanto estar a solas conmigo— Alzo las cejas un par de veces.
—Que chistoso. —Volteo los ojos— Solo digo que la vida aquí es muy bonita.
—¿O es que te gusto dormir conmigo? Pregunto Carlos bufándose de ella.
—Ay si, eres todo un inmaduro, no le des esos ejemplos a la niña.
—¡A mama le gusta Dormir con papa! Grito a todo pulmón en la carretera. Las personas volvieron a volear y entre susurros reían. —Tapando sus bocas por supuesto— Carlos se rio de la situación tan divertida, mientras que Any se cruzaba de brazos y se ponía tan roja como un tomate, de la pena que estaba pasando, mezclada con algo de ira contra el gorila de su subordinado. Que a veces la hacía sacar de quicio. El taxi llego con dos minutos de retraso y sin más tiempo que perder se metieron en el apretado coche.
Any se despedía por la ventanilla del auto de La señora Mixhao, mientras que Carlos jugaba con la Vanessa. Diez minutos se estuvieron para llegar a la parada del tren. Abordaron sin dilaciones, y Any se sentó en una de las ventanas amplias para contemplar al cien el paisaje de la mágica villa de Hongcun. En sus piernas llevaba también a Vanessa que jugaba con la muñeca que le había comprado Carlos. Y este mencionado se sentó a un lado de ella, mientras que la veía con atención.
Miraba un poco sus senos, su espalda, su cuello —que le hacía preguntarse si morderla o no— que le pasaba, acaso no era… No, no, podía ser, un hombre de su edad, con esas cosas de niños, era verdad, si le atraía pero no para lo que estaba pensando, a lo mejor estaba variando con la atracción que sentía, pero así como lo pensaba no. Pero no le iba a dar más vueltas a la cabeza, solo quería disfrutar aquel paisaje de lo más bello. No quería perderla, si fuera por él, quería que pasaran el resto de la vida en las montañas, lejos de los estruendos de la cuidad y de los líos con la familia de su amada. Pero tampoco podía negar que él tenía que ayudar a Lee a terminar su guerra. Esa maldita guerra en la que habían caído y yo no había nada más que vencer o morir.
—Te pasa algo Carlos. —Lo miro Any.
—No tranquila, jefa es que pensaba en los asuntos en la ciudad, y que mi departamento debe ser un desastre.