Mi patrona...

0.2

—A bueno como tu digas.

Sin más palabras, Carlos estiro el brazo  y lo paso por detrás de la cabeza de Any, sin ningún tipo de temor, se acercó a ella y pego su cabeza al bonito cuello que le acompañaba, después de eso en un ceño profundo cayo el abogado, dejando a una Any acariciándole el cabello y pensando, estaba segura que si su familia lo descubriera lo iban a matar. Pero sabiendo que el mejor fruto era la del árbol prohibido, que él era un en un millón y que también iba a poner algo de su parte para que fluyera la relación lo más fácil posible, aunque alguna hermanastra les estuviera vigilando.

Ya había pasado cinco horas en viaje, pero después  la alarma del tren le despertó del profundo sueño. Ya habían llegado a Shangai, los rascacielos y portentosos edificios se dejaron ver. Vanessa está muy sorprendida con los edificios. Grita de emoción gritando el nombre de Any. Ella la tuvo que tranquilizar para no armar un escándalo. Carlos estaba despertando del sueño y saludo a su jefa con un beso en el cachete. Después reviso el bolsillo esperando que las llaves estuvieran ahí, sin problemas las encontró. Los tres se quedaron en la estación de donde habían partido. Carlos apurado por ir a ver como estaba Elly y por dormir más, le dio un beso francés a su patrona pasando sus manos por su cintura. Y presionándola contra su cuerpo.

—Oye nos pueden ver.                                                                                                                               

—Sabes tengo tanto cansancio acumulado, que si nos viera uno de tus hermanos, en vez de correr prefiero morir.

—No digas tonterías.

—Papa va a morir— Grito la Pequeña Vanessa. Y toda la estación volteo  a ver a la pareja. Any cerró los ojos y subió los hombros un poco, en señal de vergüenza

—Hay que trabajar en eso —Dijo Carlos, sonriendo sin pena ante la gente— Nos vemos mañana amor, llévate hoy a la niña.

Any muda de la pena solo afirmo con la cabeza. Y cuando abrió los ojos ya Carlos se había ido. —Vámonos Vane— agarro a la niña de un brazo y fue a buscar un taxi para llegar a su condominio. 

Carlos estaba llegando a la casa, pensaba si ella se había apañando las dos semanas de ausencia en su casa, esperaba que cuando abriera la puerta no encontrara una pila de ropa sucia la que él tuviera que lavar y encima un montón de cajas de pizza sobre la mesilla de la sala o lo que peor le parecía a él. La concina sucia y repleta de platos mugrientos. Sabía que Elly no era una chica vieja, al contrario solo tenía que tener como algunos veinte y cuatro años,  si a mucho, y los jóvenes son demasiados perezosos. Se paró de lleno ante su puerta. Esperando no encontrar al infierno y el mismo demonio. Inhalando aire entro al departamento, y sus ojos se sorprendieron por lo que vio. No había ni una pisca de suciedad, la vajilla estaba lavada, los platos en sus respectivos lugares, corrió de golpe a los cuartos, y estaban perfectamente acomodados, incluso el suyo que lo había dejado desordenado. —¿Pero qué demonios paso aquí?— pensó mientras en la sala buscaba indicio de vida humana, era imposible que el edificio estuviera en perfectas condiciones, no se lo podía creer.

Pero bueno tal vez juzgo mal a Elly, ella no se encontraba en el departamento. Carlos tenía un cansancio insano que hacía que sus ojos pesaran como una tonelada cada uno, y sus hombros también estaban tensos y adoloridos. Fue a la cocina, y saco un vino de dieciocho años, se sirvió un poco en  una copa, y vagando entre recuerdos fue caminando al sillón donde sin ansias se sentó y recostó la espalda. Bebió un sorbo de la copa y pretendió esperar a la chica, cosa que no pudo hacer por que el sueño lo invadió de manera ilícita y después de unos pocos minutos cayo en profundo sueño dejando el televisor y la radio encendida.

Las bofetadas suaves de Elly despertaron a Carlos.

—Despierta que estas durmiendo mal.  Dijo ella con gran atención al chico. Carlos despertó al instante, y lo primero que vio fueron los grandes pechos en frente de el, que rebotaban de un lado a otro cuando se movía la fémina.

—Perdón te estaba esperando —Se limpió los ojos— quería saber cómo estabas, porque entre al edificio y no encontré ni señal de que alguien viviera aquí. Todo estaba limpio y en su lugar, los platos lavados, en realidad me sorprendí demasiado. Y encima mi cuarto estaba acomodado, pensé que te habías ido.




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