Mi patrona...

0.3

—Any ahora que estamos  solos te tengo que preguntar algo

—¿Qué es? dímelo. Respondió con helado en la boca y una sonrisa ferviente.

 

—¿Que vamos a hacer con el asunto de tu familia?

 

—No lo sé… —Respondió con total calma, añadiendo que tenía el helado en la boca y saboreaba hasta la última pisca de él— Ay vámonos de Shangai, vámonos a otro lugar, escapémonos juntos y después nos apañaremos en otro país.

Carlos no sabía el cómo responder ahora a su actitud descuidada,   Antes esa misma Any hubiera dicho, que no podían hacerlo, porque les perseguirían hasta el resto del mundo habido y por haber. Pero lo que le inquietaba era la última tarea que tenía que hacer para Lee. Desmantelar la última base de sus contrincantes. La más peligrosa  y hasta lee se había ofrecido a acabar con el enemigo de una buena vez. Ahora el sentía un miedo algo traumático que lo hacía vacilar en sus decisiones, por una parte, se sentía como un ganador y sabía que podía hacerlo todo por su amada, su hija y su gente. Pero por contra parte despertaba sollozando en las peores pesadillas de muerte que se le pueden cruzar a una persona.  La esperanza fluctuaba y en su corazón y el vaivén de emociones componían la melodía que tocaba la sinfonía de la paranoia en su mente.

—Confiare en ti jefa, pero espero que no haya algo de que arrepentirse, estamos muy bien para que algo malo sucediese. —Él le agarro la mano de forma cariñosa— Sabes que no me perdonaría que te pasara algo.

—Deja lo tonto abogado,  no nos va a pasar nada, mejor vámonos al bufete, hay mucho trabajo que hacer.

            La tarde paso entre folios de papeles, pero en su mente el pensamiento cómplice de pensarse como rutina diaria. Carlos ponía los papeles y carpetas en el lado izquierdo de la mesa, dejando el lado derecho despejado para poder ver bien a la mesa de su jefa. Por otra parte Any dejaba su parte izquierda abierta para hacer lo mismo con Carlos. Entre miradas esos ojos picaros imaginaban miles de fantasías, solo dios sabrá lo que pasaba en sus mentes, aunque no era raro pensar en que se estaban comiendo a besos —y no solo a besos— en cada mente separada, pero con la única ambición de tener ese placentero momento de pasión. Aunque los últimos sucesos no les habían dejado vida. Y estaban tan atareados que mirar iba a ser el único amor que se iban a dar mutuamente.

            Las cinco de la tarde en Shangai se hacían notar, y la patrona estaba  a un lado de Vanessa despidiéndose por hoy de su amado abogado. Carlos con un beso en la frente se despidió de su hija, mientras que a si jefa bueno… Fue más abajo el beso. En dirección a la boca implanto su lengua y despidió a su enamorada. Sabían que en unos momentos hasta mañana no se iban a volver a ver, el elevador era testigo de ese amor tan confuso. La compuerta del mismo los separo y marco la despedida del día. Carlos espero a que el auto de Any saliera para bajar el. Por la ventana del piso siete pudo ver como su auto salía en perfecto estado. Y mirando a su reloj se marcó rumbo a la nueva dirección. Algo que muy poco frecuentaba.

            Carlos salió en su descapotable, en dirección al bar donde se encontraba trabajando Elly, el hombre estaba bien preocupado por el bienestar de su amiga. Y como era de pensar iba a visitarla para ver que podía hacer por ella. Condujo no más de veinte minutos.  Y en una zona algo alejada de la parte central de Shangai pudo encontrar el sitio que Elly le había dicho.  En la puerta estaba un gorila de dos metros y de aspecto rudo. Carlos trago algo de saliva para poder hablar con el jefe. Y el portero lo que le pidió fue su identificación, como Carlos no tenía solo saco su pasaporte y se lo dio. El tipo escrutaba los documentos y no puso muchos peros, además el le indico pasara haciendo una señal con los dedos, y afirmando con la cabeza.

            Adentro había un ambiente más agradable, algo más relajado algunas parejas salían por el pasillo, y otras entraban, el interior estaba oscuro, parecía más una discoteca que un bar, habían muchas luces de neón, y chicas por todos los lados, la música retumbaba en las paredes y en los oídos del abogado que le incomodo esto. Unas luces adornaban las barras y las mesas estaban repletas de gente, esperando a por una bailarina. Esa bailarina era desconocida. Pero cantaba con voz de oro, así decían los rumores, que corrían por el bar. Carlos se sentó en la barra, pidió una copa. El camarero fugaz a la orden de su cliente preparo una.

Sirvió la copa con total cuidado de no derramar ni una gota de su licor y Carlos sorbió de ella. El licor se basaba en algo caliente, que con el pasar de los segundos se transformaba en frio y a la vez picaba un montón. Eso no le disgusto para nada, le pareció apropiado para el tipo de bar. Una voz del silencio emergió: —Buenas noches, ladies  and Gentleman bienvenidos a la casa de Los sueños su bar favorito. Ahora presentaremos a la sensual y talentosa. “Venus”… En ese mismo instante de la nada apareció una luz apuntando a una sábana roja. De ella salió Elly vestida de gala con un antifaz, otras muchachas salieron por el telón, los hombres empezaron a gritar descontrolados. Carlos no se dejó ver la cara, para ver la actitud de Elly cuando él no estaba.




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